CAPÍTULO 9:
OPORTUNIDADLa voz del profesor, tersa y firme, llena el aula mientras lee un extracto de una obra de teatro. Mis ojos siguen las líneas de palabras que forman las frases que sus labios formulan. Pero en cambio, por muy apasionada a la literatura que sea, no consigo concentrarme en las palabras que llenan la hoja, como si solo fuesen formas sin sentido.
Su voz no es más que un leve eco lejano. Un velo de pensamientos cubre mi cabeza, como es habitual. Pero no me molesta, más bien me fascina verlos fluir y entretejerse unos con otros. Encontrar respuesta a mis preguntas. O senderos sin rumbo. Pero que, en todo caso, hacen que el tiempo sea más ameno en un lugar en el que los minutos, se convierten en horas.
La sirena rompe con el relato del profesor, lo que provoca una estampida de alumnos a la cual, yo me uno. Mi estomago grita de hambre. Ya puedo oír a los macarrones con queso de la cafetería llamándome.
—¡Astori! Me gustaría que te quedaras un segundo. — Me frena el profesor de literatura, justo cuando estoy apunto de abandonar el aula. Me giro con los talones hacia él, con una mueca sorprendida en el rostro.
Los macarrones tendrán que esperar.
Es un hombre joven, de unos treinta y pocos años, aunque su pelo ya se está tiñendo de un color blanco canoso que le da madurez a su figura. Sus gruesas gafas de montura negra hacen parecer más grandes sus ojos color avellana y afilan su rostro. No suele vestir de una forma muy elegante, y hoy no es una excepción. Luce una camisa blanca con estampados florales, casi inmaculado, si no fuese por las manchas de café en sus mangas.
—¿Puedo ayudarle en algo?
Cuando el señor Sanders me conoció, yo era solo una sombra de lo que fui. Me sentía perdida y dañada después del accidente. El dolor que me habían causado las personas que más quería y los remordimientos me atormentaban. Sentía que me hundía en mi misma, en las propias palabras que inundaban mis pensamientos.
Siempre había adorado escribir, pero en ese momento, se volvió verdaderamente en mi vía de escape. Era una forma de entender y ordenar mis pensamientos. De respirar. Las palabras que me dañaban se convertían en mi salvavidas si las usaba de la manera correcta. Simplemente quería expresarme libremente, deshacerme de mis miedos mediante la tinta.
Y, por fin, vi la luz en el agujero en el que me veía inversa.
Lo que escribía no se podría calificar como bello, aunque tampoco es que lo pretendiera. Así que nunca pensé que a alguien le pudiera gustar, y ese alguien fue el señor Sanders. En un descuido, uno de esos poemas que me pasaba las noches escribiendo acabo en sus manos. Y para mi sorpresa, era bueno.
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Monstruos de Tinta
FantasyEse día, una tormenta mayor que todo este pueblo, que todos nosotros, se desató. Una grieta había aparecido entre la fina linea que separaba mundos que aún no entiendo. Los monstruos habían empezado a escapar. Y una de sus únicas vías de escape de u...