Ayúdame...

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Siguieron por la carretera durante varios kilómetros, hasta toparse con un camino de tierra que giraba a la derecha. Miles de metros más adelante los esperaba un avión pequeño, y junto a él dos personas, un muchacho de cabello largo, atado en una coleta de caballo y una mujer que no sobrepasaba los 30, vestida muy formal pero de color blanco. El joven de cabello largo estaba vestido con ropa muy sencilla, un par de jeans, un buzo y una gorra que completaba el outfit. Detrás de la gorra se podrían vislumbrar unos ojos de color ámbar que no miraban el auto negro, si no todo el entorno.

-No tardarán mucho en llegar por aquí... Ustedes suban, Ana y yo nos quedaremos a terminar unos asuntos. -

La mujer que parecía recién salida del trabajo se llamaba Anastasia, era una joven ucraniana que para escapar de la pobreza viajó a España con su familia cuando aún era muy joven. Anastasia había conocido a los gemelos hacía algunos años, pero se había ganado su confianza luego de salvarles el pellejo varias veces.

Nicolai no reparó en su hermano, simplemente se acercó a Agatha y besó su frente como un hermano mayor. Luego de eso los empujo a ambos en dirección al avión y tomó el auto negro para volver a la carretera lo antes posible. Los japoneses estarían buscando a su hermano y a una acompañante y podrían distraerlos el tiempo suficiente para que los otros dos escapen.

Tanto el castaño como el rubio, se subieron a la lujosa y protegida limusina negra. Ambos tratarían de esconderse unos días en la casa vacacional de Hideki, ambos mafiosos eran amigos desde la infancia, pero desde la adolescencia este había comenzado a sentir algo mas por el otro individuo. En sus deseos más profundos, oscuros y secretos, veía y deseaba a aquel muchacho. Pero lamentablemente sabía que si intentaba algo... posiblemente no sobreviviera un próximo día. Mirando a través de la ventana a su derecha, el joven enamorado soltó un largo y pesado suspiro de resignación, había analizado todas las posibilidades una y mil veces, pero los cálculos siempre le daban negativo.

Aquel suspiro altero al jefe que se encontraba a su lado, este pozo una mano sobre el hombro de su amigo, lo que genero que el rubio volteara a verle. Ambos se miraron a los ojos vislumbrando sus propios reflejos.

-¿Qué sucede? te conozco desde hace muchos años y eso no es por perder a Agatha-

El rubio tomo la mano de su jefe dedicándole una dulce sonrisa, luego poso sus labios delicadamente en el dorso de la mano de su amado amigo

-¿Solo estaba pensando en lo que me dijiste de la chica esa, estás seguro de eso? ¿Completamente seguro?... ¿No puede ser que solo te confundes por tu deseo ferviente de encontrarla? -

Los pasos se escucharon a través del corredor, los cuadros colgados en las paredes eran de pintores famosos como Duccio, Giotto, Tiziano, Leonardo Da Vinci, Rafael y Miguel Ángel. Mientras la joven pasaba por al lado de los cuadros no podía evitar perderse en algunos, especialmente de Da Vinci y Miguel Ángel, llegaron a una puerta de madera tallada a mano. Su guía le abrió la puerta dejándola pasar primero, la habitación era un despacho bastante amplio con un escritorio de madera, tallado a mano al igual que los sillones y la pequeña mesa ratona, todos los asientos estaban forrados de terciopelo color vino, que combinaban a la perfección con las paredes de un color oscuro. A un costado del escritorio, pero cerca de los sillones, se encontraba otra pequeña mesa en donde había botellas de cristal con finos licores en su interior. El muchacho se acercó a la mesa y sirvió dos pequeños vasos de un liquido rosa, un tanto translucido, Agatha por su parte se dejó caer en uno de los sillones, suspirando con pesadez. Apoyaba su espalda y la parte interna de sus rodillas en los apoya-brazos del asiento.

-¿Puedes decirme que sucedió?-

La joven agacho la cabeza algo sonrojada por la vergüenza que le producía contar lo sucedido, aún no podía creer que la hubiesen atrapado de forma tan burda.

-Salí de la biblioteca, no sin antes cambiarme nuevamente- Es cierto que correr con el vestido había sido muy incómodo, pero estaba tranquila porque no había tenido que preocuparse por la mochila- Creo que fueron cinco cuadras, estaba tan atenta a los autos, las motos, las personas, las esquinas, a todo. Y sin embargo me choqué con un hombre, no sé en qué momento fue, pero inyecto algo en mi brazo, no sabría decirte que era pero, empecé a sentirme mareada, quería vomitar, luego mis piernas flaquearon y alguien me atajó, pero... pero cuando quise darme cuenta estaba arriba del auto y... y él estaba ahí, sonriéndome...-

Fabrizio se acercó a ella y acaricio su cabeza con cuidado. La muchacha parecía que se derrumbaría en cualquier segundo y él tenía que estar ahí para evitarlo, para sostenerla, para unirla.

-Disculpa que te lo diga, pero...-

-¡Saben quién soy!- Con ese grito Agatha terminó por cubrir su rostro, estaba asustada, después de tantos años, volvía a sentir el miedo en su cuerpo, era una sensación aborrecible. –Hideki... él me lo...-

Antes de que pudiera terminar la puerta se abrió en un golpe seco, un hombre de cabello medianamente largo y negro, ojos verdes que parecían pedir a gritos que alguien lo salvara de algo, apareció sin decir nada. Su vestimenta era un tanto peculiar, estaba vestido con ropa que, claramente por el corte, era femenina, incluso portaba unos tacos anchos, los cuales le permitirían correr si era necesario. Sin que nadie le invitara a entrar se acerco a uno de los sillones individuales, se acomodo y tomó el shot de la mano de Fabrizio y se lo terminó.

-Nos volvemos a encontrar Gatita - Su voz era dulce pero dejaba entrever seriedad y firmeza. Antes de que ella pudiera responderle agrego- Los demás jefes están en camino, seria bueno que te bañaras y te pusieras elegante para la ocasión. Se que Fabrizio tiene ropa para prestarte... Hay que resolver esto a como de lugar-

-Sabes que odio que me llames así... -

Agatha se levantó y se dirigió a la puerta, en donde el guardaespaldas del último le dedicó una leve sonrisa. Los había conocido a ambos hacía poco más de tres años, el muchacho que se empecinaba en vestirse como mujer era un proxeneta con muchos contactos en el gobierno, con ojos en todas partes de la ciudad y un aliado muy valioso. Desde que se conocieron que el joven se empecinaba con llamarla de esa manera, decía que era una forma linda de usar su nombre. El guardaespaldas lo acompañaba a todos lados, no solo para cumplir su función, si no también porque eran pareja desde mucho tiempo antes. Tomazo era una persona que muy pocas veces estaba serio, sonreía de manera constante y vivía haciendo bromas, Baldassare, por otra parte, casi nunca hablaba, mantenía su distancia con las personas y no demostraba lo que sentía ni omitía opinión personal nunca. Eso solía llamar la atención de Agatha, pero creía que era algo que había aprendido al trabajar para Tomazo durante tantos años. 

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Antes de morir prefiero la muerte.Where stories live. Discover now