©ircus

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La emoción me invadía, ¿quién no estaría eufórico en mi situación?

Después de mis 14 años mis padres decidieron dejarme ir al circo, un circo alucinante excéntrico como buen amante de este mismo. Además, sería el último día de función. Iba a ir con mis amigos, pero esa fue una mentira pequeña que tuve que decir para que me dejasen ir solo. No tenía muchos amigos, por no decir ni uno.

Cuando entré, un escalofrío recorrió mi espina dorsal. Los cuerpos de algunos eran horribles y morbosos sinceramente. Daban miedo la mayoría. Algunos artistas estaban ahí guiando nuestro camino, más que nada alucinando a las personas que iban pasando por el sendero de paja por el que yo también iba. Al terminar dicho pasillo amarillento habían gradas y palcos, y el escenario. El escenario era un cuadrado grande, y al rededor de este estaban dichos lugares en círculo. Me senté hasta adelante de todo siendo consciente de que yo no pagué por eso, pero si no me quitaban de aquí yo no me iba a mover.

Faltaba aún un poco para que comenzase, así que saqué el dinero que mis padres me habían dado por si algo sucedía, y lo conté. Todo estaba en plena oscuridad, a penas y se distinguían las cosas por la tenue luz del escenario que cambiaba sus colores a unos oscuros también. Amarillo predominaba. Era divertido.

Un chillido de exclamación me hizo saltar un poco. Curioso voltee a buscar el origen del sonido, y no me sorprendió ver a una chica de los artistas haciendo trucos de magia. Eso me hizo despertar un poco la curiosidad e indagar más por la zona; habían de todo tipo de personas mostrando sus habilidades, desde magia hasta deformidades de sus propios cuerpos.

Era como un circo de deformidades, con magos y artistas reales. Era un circo único, de todo.

Me divertía ver como asustaban a todos, ganándose desde gritos de horror hasta carcajadas de euforia y desesperación. Creí que a mi no me tocaría algún acto, pero me había equivocado.

Estaba tan concentrado volteando a ver como impresionaban al resto de personas que no me di cuenta de que alguien se había posicionado a lado de mi. Cuando me giré a verlo me fue imposible no brincar de mi asiento.

-Ah-h ho-hola.- reí con nerviosismo, ya que no se movía. Estaba sentado en el lugar junto a mi, viéndome, totalmente quieto. No era como los demás que daban vueltas y presumían pero sin detenerse de caminar, no, este estaba quieto.

No habló, así que me di el tiempo de mirarle mejor. No llevaba mucho maquillaje, porque no lo necesitaba, era demasiado pálido, sólo algún dibujo en negro como encaje en la mejilla derecha y una coleta en su largo y chino cabello negro. Era chico obviamente, pero se veía muy lindo, el problema era que su quietud y frialdad era tanta que su propia presencia daba asombro.

Intenté ignorarle, mirando hacia otros puntos, sin embargo mi vista caía finalmente en él. En sus ojos. En sus pecas que a pesar de la casi total oscuridad, hacían acto de presencia.

-Esto ya me está dando miedo...- sonreí paranoico, con el entrecejo abajo.- ¿Eres un estilo de mimo...? ¿Puedo...- acerqué mi dedo índice a su mejilla, y él parecía no inmutarse. Si mi dedo lo traspasaba me iba a cag... Me iba a ver en la necesidad de ir al baño.

Estuve a milímetros de tocarle, hasta que un estruendo proveniente del escenario captó mi atención y por lo tanto detuvo mis acciones.

Un hombre totalmente vendado de las manos y el rostro, de traje negro, lentes y sombrero, llevaba un altavoz que colgaba del techo en la mano.

Cuando mi curiosidad se deshizo y giré para volver a ver al mimo, este ya no estaba. Miré al rededor y ya no había ningún personaje.

Bufé y me acomodé en mi asiento, a punto de disfrutar del show.

C I R C U S | FackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora