13.Oliver

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Gerard iba camino a la escuela. Ya que iba temprano, podía darse el lujo de caminar lento mientras escuchaba música. Era una mañana fresca y tranquila, y habría llegado al colegio en total paz y felicidad de no ser porque en un callejón, un perro se le apareció de la nada, era blanco con algunas partes negras, era gigante y estaba sucio. Ya que le gustaban los animales, se detuvo a acariciarlo, pero la sorpresa que se llevó fue que el perro comenzó a ladrarle y quería morderlo.

— ¡Maldita sea! — Se quejó.

No podía ni moverse porque el maldito perro lo acorralaba y le seguía ladrando con agresividad sin importar lo que él hiciera.

De verdad quería salir corriendo, pero sabía que el puto perro era capaz de perseguirlo, y no quería eso, más bien estaba asustado.

En ese momento no contaba con que, como siempre ocurría, Frank llegaría para salvarlo.

Justamente, el menor también iba camino a la escuela, y pasó por la misma calle. Se acercó lentamente, Gerard todavía estaba procesando toda la escena cuando Frank le hablaba dulcemente a ese endemoniado perro, diciendo cosas como "tranquilo, chico", acercando su mano lentamente. Para Gerard, lo que sucedió fue como magia; de repente, el perro dejó de parecer poseído y se portó de lo más cariñoso con Frank, quien pronto ya estaba acariciando al perro y jugando con él.

— ¿C-cómo lo hiciste? — Musitó Gerard, sumamente asombrado.

— Amo a los perros, y los perros me aman a mí.

— Hmm... Entonces... — Puso una cara graciosa. — Deberías casarte con un perro, ya que ellos deben ser los únicos que te aman.

— ¡¿Te salvo la vida y así me pagas?!

— Yo no lo llamaría salvarme... — Hizo un vanidoso gesto de ver sus uñas. — Tenía la situación controlada.

— Mira que todavía puedo hacer que este bonito perro vaya en tu contra.

— ¿Bonito dices? Ese perro se parece a Satanás... O peor, se parece a ti.

— ¡Gerard! — Dejó de acariciar el perro para levantarse. — ¡Eres un malagradecido! ¡No te ayudaré nunca más!

— Yo nunca he pedido tu ayuda.

— Oh, sí lo haces.

— Nombra al menos UNA vez en la que te haya pedido ayuda en algo.

— ¿Qué me dices de aquella vez que tuve que pasarte la clase de historia en la cual estabas presente pero no tomaste apuntes porque estabas pintándote las uñas? ¡Tampoco me diste las gracias!

— Eso fue hace mucho.

— ¡Fue el viernes! ¡Y hoy es lunes!

— ¿Y? Yo tampoco te pedí ayuda esa vez.

— Sí que lo hiciste.

— Que no.

— ¡Que sí! Y no pienso discutir más al respecto, mejor me quedo aquí con Oliver mientras tú caminas a la escuela.

— ¿Con quién? — Levantó las cejas.

— Acabo de llamarlo Oliver, y lo adoptaré.

— ¿Así sin más?

— Así sin más. — Asintió. — Probablemente mis padres me maten porque actualmente ya tengo tres perros en casa, pero supongo que lograré convencerlos diciéndole que con uno más no pasa nada, así con cuatro tendré un número par, odio que las cosas queden en números impares.

The Dwarf I Hate; FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora