4. Ausencias.

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A veces me da la sensación de que todo se viene abajo. A veces me siento sola cuando sé que hay gente a mi alrededor, preocupándose por mí.

Es doloroso cuando sabes quién te falta, y a pesar de que esa persona lo sabe, sigue sin volver.

Una vez que ya he llenado miles de libretas con poemas hacia él y he gastado miles de bolígrafos tatuando tinta en aviones de papel que nunca aterrizarán en su aeropuerto, ya me canso.

Es algo tan fuerte, tan abrumador y tan destructible como el primer amor.

Me decían que éste nunca se olvidaba, porque es con el que más se sufre.

Lo entiendo.

Sin embargo, la vida sigue, al fin y al cabo.

Las horas pasan y apenas me doy cuenta, aún así, su ausencia se nota como si, tras llenar de rosas mi corazón, ya sólo quedaran espinas.

Pero siguen estando ahí, dañando todo a su paso.

Sé que con el tiempo, al igual que esas rosas se marchitaron, las espinas no quedarán para siempre; que, como dicen muchos, las agujas del reloj cosen las heridas que una vez te hirieron, pero sigo sin notar mejoría.

Y estoy segura que al menos una persona ha sentido lo mismo que yo.

Pero hay algo que me sigo cuestionando, al fin y al cabo.

Estando tan cerca de mi felicidad, habiendo un motivo que me impide rozarla, ¿Por qué no lo he quitado de en medio?
Si realmente quiero ser feliz, tengo que echarle narices y seguir hacia delante, es decir, recuperar mi felicidad a cualquier precio.
Y, como es obvio, la deuda a pagar a cambio de la alegría no es barata.
Estoy segura de que para ser feliz antes hay que estar triste.

Porque, al fin y al cabo, ¿Cómo apreciaríamos la felicidad sin que hayamos conocido antes la tristeza?

~A.

Viajando en aviones de papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora