CAPÍTULO 4: GUÍA PRIVADO

525 44 0
                                    

CAPÍTULO 4: GUÍA PRIVADO

Al día siguiente de la cita, Blaine recibió un mensaje en el móvil.

“Me he dado cuenta que llevo 7 meses en Roma y no he visitado el Coliseo, ¿serías mi guía o estás cansado de mostrarselo a la gente? KH”

Blaine dibujó una sonrisa en su cara antes de contestar.

“Se nota que no has entrado. Nunca te puedes cansar de verlo. ¿Cuándo quieres ir? BA”

“El domingo por la mañana? KH”

“Trabajo el fin de semana... ¿El lunes? BA”

“El lunes a las 9 de la mañana en las taquillas para comprar la entrada. KH”

“Si tienes todo el día libre es mejor ir al Palatino a comprar la entrada, es combinada y allí nunca hay cola. BA”

“No se dónde está el Palatino, ¿Dónde podemos quedar para llegar allí? KH”

“En el Arco de Constantino, al lado del Coliseo a las 9. Nos vemos. Beso. BA”

“Sé donde es. Allí nos vemos. Beso. KH”

El lunes llegó y Kurt estaba nervioso al lado del Arco de Constantino esperando a Blaine. Le gustaba el moreno, era tan espontáneo, divertido, cariñoso, protector... Todo eso lo había descubierto escuchándolo hablar sobre sus amigos. Por un momento se arrepintió de haber sido un cobarde en sus años de instituto y no haber pertenecido al Glee Club. Si lo hubiera hecho, ahora el ojimiel hablaría de él con el mismo cariño que hablaba de la Unholly Trinity o de Mike, Sam, Finn y Puck. De repente, lo vio. Llevaba unos pantalones cortos amarillos que se ajustaban perfectamente a su trasero y una camiseta básica blanca sin mangas que marcaba sus músculos, unas Converse negras y unas gafas de sol con la montura amarilla. Llevaba menos gomina de la habitual.

– Deberías haber elegido una ropa más cómoda y que tapase menos, esto es agosto en Roma, vas a pasar calor. – Dijo Blaine mientras se acercaba, al ver los vaqueros ajustados largos que llevaba Kurt, acompañados de unas zapatillas deportivas blancas, una camiseta de manga corta verde clara y unas gafas oscuras.

– Nunca me verás con menos ropa que esto. – Respondió el castaño. En ese momento, el moreno llegó a la altura del periodista y ambos chicos se dieron la mano.

– Nunca digas nunca... – Insinuó el ojimiel con voz seductora. En ese momento, el ojiazul se sintió en el mismo cielo.

Los dos se dirigieron al Palatino y compraron la entrada. La visita empezó allí. Blaine explicaba con pasión cada dato de los diferentes lugares que forman parte del terreno donde los Emperadores Romanos vivían, desde las termas, hasta el estadio y los templos... Acompañaba las explicaciones con anecdotas y opiniones personales, algo que no hacía en el trabajo. Después de casi dos horas allí, estaban en la cima de la colina que conserva esas ruinas, se sentaron en un banco y el menor sacó unos sandwiches de su mochila.

– Se que esta excursión es un poco dura, así que he venido preparado. – Le dio uno de los bocadillos a su amigo.

– Pero merece la pena... Mira las vistas. – Dijo Kurt acercándose al borde de la colina para ver Roma a sus pies. – Esa explanada de ahí, ¿es algo?, me extraña que no haya nada construido. – Señaló una explanada en forma de elipse que había justo a los pies de la colina.

– Ahí estaba el Circo Maximo, apenas quedan unas piedras de él... ¿Has visto Ven Hur? – Kurt asintió con la cabeza – Se supone que la carrera de caballos fue ahí.

– Supongo que ver una película histórica para ti debe ser apasionante. – Dijo el castaño.

– La verdad es que no... Acaba molestándome todos los errores históricos que se producen en ellas... ¿Sabías que en el Imperio Romano los soldados no llevaban uniforme, sino que usaban sus propias ropas? Sin embargo, no hay película que se ambiente en esa época que no nos muestre unos soldados romanos uniformados y todos vestidos igual.

– No lo sabía...

– No te estaré aburriendo, ¿verdad? A veces me cuesta entender que no a todo el mundo le gusta la historia como a mí.

– Por supuesto que no, cómo me vas a aburrir.

– ¿Seguimos con la visita?

– Claro.

Los chicos se levantaron y bajaron la colina para ver el foro y todo lo que tiene esa zona. Blaine seguía explicando con pasión cada detalle y anécdota. Kurt lo miraba como nunca había visto a nadie, era tan diferente a las personas con las que se relacionaba el castaño que pensó que quizá era lo que necesitaba, porque todos los demás hombres que habían pasado por su vida habían sido fracasos amorosos y, en ocasiones, muy dolorosos.

Después de ver el foro, se dirigieron al Coliseo. Para pasear por el edificio, prefirieron ir de la mano, puesto que había mucha gente y podían perderse. Kurt escuchaba con atención cada palabra de Blaine, el chico era tan tierno y adorable... Sentía cada centímetro de la piel de la mano de su compañero. No podía ser que le llamase la atención hasta la pequeña gota de sudor que bajaba por el cuello del moreno. Nunca había sentido nada parecido.

Por su parte, Blaine sentía que su amor de adolescencia se iba a convertir en un amor más maduro... pero tenía miedo de que le volvieran a romper el corazón. El amor no lo había tratado bien. Tenía miedo de volver a entregar su alma en una relación que luego no llegaría a nada... Nunca había sido un cobarde, pero había cosas que no quería volver a vivir.

Cuando terminaron, estaban hambrientos, por lo que compraron un poco de pizza al peso y fruta y se sentaron en un banco en la Domus Área, un parque cercano al Coliseo donde se encuentran los restos de las Termas de Trajano. Allí, los dos comían sin decir nada, mirando a la gente pasar. Viendo como los perros paseaban con sus dueños y los turistas, con el mapa en la mano, intentaban orientarse para ir a los diversos lugares turísticos que había por allí. El silencio no erá incómodo y los dos pensaban que les encantaría poder hacer eso más amenudo.

Cuando terminaron su comida, Kurt acompañó nuevamente a Blaine a su casa. Estaban muy cansados por culpa del calor y la larga caminata.

– ¿Volveremos a vernos? – Preguntó el castaño.

– Claro, cuando quieras. – Respondió el moreno.

Ciudad Eterna, ¿Amor Eterno? (Klaine boyxboy)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora