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El número de integrantes en la familia había aumentado notablemente en los últimos años. La pequeña casa de tres dormitorios no era suficientemente espaciosa para mi ahora numerosa familia. Por suerte la casona de la tía Martina (q.e.p.d) estaba vacía, por herencia me pertenecía y la podíamos habitar.
La tía Martina había me había dejado su casona construida a principios del siglo XX ¡A mí! ¿Quién lo hubiera creído? Y justo podía hacer uso de la herencia en el momento más indicado, con un hermano mayor, dos pequeños y uno más en camino necesitábamos con urgencia un lugar más grande en el que vivir.
Mi padre hizo los trámites necesarios rápidamente para poder ocupar la propiedad cuanto antes y en menos de dos meses después de haber heredado la casa ya nos estábamos instalando en ella.
-No entiendo como la tía Martina consiguió este lugar- comentó Christopher, mi hermano mayor
Él no era el único que se hacía esa pregunta. La casa, al igual que nuestra difunta tía eran un misterio, un misterio que a pocos les interesaba descubrir. La casona tenía gran cantidad de personal, grandes jardines e incluso establos y hectáreas de cultivos; una casa señorial ¿Cómo habría hecho Martina para conservarla de esa manera?
El ama de llaves, una mujer terroríficamente seria y amargada nos recibió al llegar e instaló a cada miembro de la familia en una de las muchas habitaciones de la casa. La mujer decía que antes de morir mi tía había asignada a cada uno de nosotros un dormitorio. Con ayuda del personal de servicio llevó nuestras cosas a nuestras respectivas recámaras. Sinceramente no presté a tención a las ubicaciones de cada habitación ¡Imposible aprendérselas en el primer día de estadía en la casona, eran demasiadas puertas! Me bastaba con saber donde se encontraba la mía.
Mi habitación era enorme. Parecía la recámara de una princesa medieval. No vale la pena describirla pues podría pasar horas haciéndolo y nunca terminaría. Solo puedo decir que el bello piano de cola en medio de la estancia cautivó mi atención y no me permitió pensar en nada más.
-Con la cantidad de pianos que hay en esta casa podrías hacerte millonaria- dijo mi madre de pronto- Si quieres venderlos claro.
La miré sin comprender. Me llevó a las demás habitaciones. Tenía razón: habían más de diez pianos de todo tipo en la casa. Hasta donde sabíamos, la tía Martina odiaba los pianos.
-No quiero deshacerme de ellos- dije- Son todos muy bonitos
-Son tuyos cariño, haz con ellos los quieras.
Asentí. Aún se me hacía difícil acostumbrarme a la idea. Todo en ese lugar era mío.
-¡Blanca!- gritó Christopher- Llévate tu piano de mi habitación o juro que lo tiraré a la basura
Lo ignoré. ¡La casa era mía, podía hacer con ella y lo que hubiera dentro lo que quisiera! Pero por el bien del precioso instrumento lo debía quitar de ahí cuanto antes. Mi hermano era un peligro andante para un objeto tan lindo.
-Voy a buscar un lugar donde ponerlo- dije
-¡Rápido!
Asentí.
-Aquí seremos muy felices Blanca- comentó mi madre
¿Era en serio? Lo único que quería era volver a la ciudad, la mansión estaba muy alejada de toda civilización. Puede que a mis padres eso no les afectara demasiado y a mis hermanos tampoco pero yo tenía una vida. Los gemelos Andy y Patt asistirían por primera vez a la escuela, Christopher se iría dentro de poco a la universidad y no lo veríamos en un buen tiempo, el bebé (que rogaba a los cielos fuera una niña) no nacería hasta dentro de cuatro meses.... Yo había dejado a mis amigas, mi vida... mi única compañía sería la de mis padres y el personal de servicio.
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Quiero que vuelvas
Roman d'amourUn hombre atrapado entre la vida y la muerte. Una mujer dispuesta a darlo todo por amor. Había algo en ese lugar que la aterraba, quien les había hecho entrega de la propiedad había contado una vieja leyenda urbana. Una historia de fantasmas que, co...