Capítulo 1 | La era de la profecía

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Planeta Iaena, año 3089

Una profunda oscuridad, el susurro del viento que se colaba por debajo de las rocas y el silencio reinaban esa noche en las recónditas cuevas del Monte Thoren. Nur no acostumbraba a salir de noche, nadie en la tribu lo hacía, se creía que al anochecer se abrían las puertas que conectaba Iaena con Utrion, un planeta lejano de otra dimensión, y criaturas de todo tipo deambulaban en las tinieblas buscando algún alma desprevenida que vagara por allí. 

Esa noche fue una excepción, Nur nunca había podido contemplar la puesta del sol Cypros, tercer sol que rotaba en torno al planeta, desde pequeña siempre había anhelado poder observar las estrellas, que cada noche iluminaban y ofrecían una vista inigualable del Valle de Dragan. Armándose de valor, se acercó hasta donde dormitaba su compañera Enya y acariciándole el pelaje le transmitió:

«Despierta querida amiga, esta noche observaremos las estrellas.»

Salieron de la cueva sigilosamente, sin intención de despertar al resto de la tribu y juntas descendieron por las laderas de la montaña hasta el Valle de Dragan. Sus ojos color turquesa no daban crédito a aquel maravilloso espectáculo que les esperaba, por el oeste, se asomaba de manera lenta Enu, la segunda luna de Iaena. La gente de la tribu creía que Enu se acerca al planeta para dar cobijo a los seres que no lograban ponerse a resguardo de las criaturas que vagaban por el planeta, y así era. 

Por el horizonte, Nur y Enya observaron cómo cientos de seres de luz se elevaban y se adentraban en la atmósfera de la brillante luna color carmesí. Pero algo andaba mal, ninguna de las dos pudo distinguir nada extraño esa noche, todo estaba demasiado tranquilo, no se oía el aullar de bestias a lo lejos, ni el lamento de las pobres criaturas que caían en las zarpas de los seres que vagaban de noche por el planeta. Un impulso nervioso la puso alerta, Nur percibió como el pelaje de su amiga se erizaba, poniéndose tensa y a la defensiva. Podía sentir como cada nervio del cuerpo de su amiga se encrespaba.

«¿Que sucede Enya? No hay nada que temer...»

Un estruendo aterrador la interrumpió, Nur levantó la vista, estaba aterrada, no podía creer lo que sus ojos le transmitían. A simple vista no era más que una extraña figura que se iba extendiendo cada vez más en el cielo, una nube oscura y abstracta que avanzaba con una velocidad estremecedora atraída por los seres de luz que ahora, huían desesperadamente de aquella sombra al percibir el peligro que emitía. Nur estaba estupefacta, parecía no comprender la situación, contemplaba fijamente aquella escena sintiendo como de a poco se le formaba un nudo en el pecho que le cortaba la respiración. 

Enya tiró de ella, obligándola a alejarse de aquel lugar, pero su cuerpo no le respondía, apenas podía mantenerse en pie. Frente a ella, el Valle de Dragan parecía ser devorado por una densa oscuridad, que dejaba a su paso un paisaje desolado y exento de vida. Su cuerpo no reaccionaba, pero su mente comenzó a procesar la información a toda velocidad, debían salir de allí y rápido. Se subió al lomo de Enya y deseó con todas sus fuerzas que aquello fuera solamente un mal sueño.

«Rápido Enya, debemos llegar a las cuevas y avisar al resto»

La criatura emitió un rugido feroz y de un salto ascendió a la primera colina de la montaña, el terreno era escarpado, pero Enya se las arregló para llegar a la entrada del sendero oculto, que llevaba directamente hacia las cuevas más profundas del Monte Thoren. Comenzaron a descender a una velocidad vertiginosa, las cuevas eran oscuras, pero Enya tenía una visión superior a cualquier Wedge y conocía el camino de memoria. Nur conocía muy bien a su compañera, y sabía que algo andaba mal, por alguna extraña razón sentía la oscuridad más densa, como si la sofocara e intentara apoderarse de su ser. Una sombra se extendió desde uno de los pasadizos e intentó tumbar a Enya, pero ésta fue más rápida y lo esquivó con un movimiento preciso, cambiando de dirección en el momento justo y adentrándose en otra cavidad. Aquella estremecedora sombra estaba tras sus pasos.

Las crónicas de Iaena: El legado de Nyëthan Donde viven las historias. Descúbrelo ahora