Capítulo 5 | El despertar

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Will abrió los ojos de forma repentina. Se encontraba en un páramo que se extendía hasta donde alcanzaba la vista. No podía vislumbrar nada más que un amplio sendero de hierbas que se adentraba en la espesura de un misterioso bosque. Las ramas de aquellos árboles se alargaban hacia él, invitándolo a entrar. Se levantó de manera lenta y comenzó a avanzar con paso seguro hacia el linde del bosque.

A medida que se internaba podía sentir sobre el un sinfín de ojos que lo observaban desde la penumbra, una opresión que desconocía se cernía sobre él, obligándolo a seguir sin mirar atrás. Algo lo llamaba. Detrás de él, una densa niebla comenzó a avanzar, rozando sus talones y deteniéndose cuando Will lo hacía.

Todo se tornaba borroso, el sonido de pájaros extraños sonaban como ecos en la lejanía. Sentía un sudor frío que le recorría la espalda, tenía miedo. Miedo a lo desconocido, a no saber dónde se encontraba, miedo a no entender su situación. Siguió caminando sin vacilación pero no notaba avance alguno. El tiempo no parecía afectar aquel lugar. El viento no ofrecía su armónica melodía al hacer bailar las ramas de los árboles. La luz se mostraba reacia a indicarle el camino a seguir. Lo único que sabía era que no podía dar vuelta atrás.

Voces familiares llegan a sus oídos, voces que había escuchado en algún momento de su vida pero que en aquel instante no lograba reconocer. Un dolor agudo comenzó a dominar su cuerpo, un dolor punzante pero que podía soportar. Sentía como sus ojos ardían, ardían con el deseo de aprender, de saber lo que ocurría, de conocer su destino y el por qué se encontraba allí. Llegó a pensar que se trataba de un sueño. De esos sueños de los que no se pueden escapar, esos sueños desgarradores en los que uno avanza mas no consigue acortar distancia con el objeto que se quiere alcanzar. Pero ahí estaba la razón de no ser un sueño, allí no había absolutamente nada, nada que alcanzar, ninguna meta que seguir, nada por lo que sacrificarse y esforzarse en conseguir. Solo estaba el camino y esos árboles que lo recibían de forma casi alegre.

Las piernas comenzaron a pesar, los pasos se volvieron más lentos y la niebla avanzaba sin titubear. Will sentía un gran peso sobre sí, sentía que cargaba con una gran responsabilidad. Debía lograr hacer aquello que estaba encomendado, debía hacer. ¿Pero por qué? ¿Para quién? ¿Para el mismo? Varios interrogantes surgían en su cabeza pero no encontraba respuesta alguna que saciara sus dudas. Sabía que la razón por la que cada uno debía luchar, por la que vivir era un fuerte motivo para avanzar y lograr los cometidos. Las personas luchaban firmemente por conseguir aquello que más anhelaban, podía verlo con sus ojos a través de aquella densa niebla que iba rodeando su cuerpo. El camino se hacía más angosto, el bosque se alzaba imponente sobre él, mostrando su magnificencia. Alzó la mirada al cielo y con aquellos ojos color turquesa observó el firmamento. Aquel bello cielo que se abría camino y ofrecía su cobijo a almas desamparadas. Las numerosas estrellas parecían ángeles que le daban la bienvenida al vasto universo. El sol se ocultaba tímidamente en el horizonte mientras su luz carmesí inundaba el pálido rostro del muchacho.

Sentía el crujir de las hojas secas que se hacían añicos a cada paso que daba, la brisa traviesa jugaba con su pelo y un extraño aroma llenaba sus pulmones y lo hacía sentir más vivo que nunca. Frente a él se alzaba imponente la figura de un árbol que parecía no tener fin, cuyas ramas se extendían hasta donde alcazaba la vista. El árbol le resultaba familiar en algún sentido, una extraña sensación de plenitud inundaba su pecho, acelerando su pulso. Algo dentro de él luchaba por salir, lo llamaba por su nombre invitándolo a ceder. No debía hacerlo, sabía que era el impulso de la niebla que lo obligaba a desmoronarse, dos fuerzas que desconocía se debatían en él, tirando de los lados y obligándolo a agacharse de dolor. Alzo la vista y con sus ojos ahora de un azul llameante observó el árbol, implorando que acudiera en su rescate. Pero nada sucedió.

Las crónicas de Iaena: El legado de Nyëthan Donde viven las historias. Descúbrelo ahora