Capítulo VI

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Narración con Edgar


Bien me hallaba en la cocina conversando con la señora Maritza, mientras ella estaba limpiando el horno, me habló sobre las reglas que hay en la casa. Le preste atención y asentí. Luego de ese sermón gigantesco, acepté de nuevo y subí las escaleras para hallar la habitación que me habían asignado para acomodarme. Ya subiendo hay un pasillo que le cubría un tapete oscuro que conectaba con un baño y tres habitaciones, y ahí estaba la mía. Entré en él; era mediano, tenia una cama acolchonada, un armario, un estante singular, puesto que parecía lujoso, luego había una ventana que de ella desbocaba la luz radiante del mediodía y encima de esta, había un pequeño cactus, por último un espejo que reflejaba toda la cama. La habitación no era fea, pero lo polvoriento, descuidado y poca pulcritud no le favorece; pareciese que nadie hubiera pisado este cuarto en un largo tiempo. Acto seguido, me despeiné un poco el cabello y dejé caer la maleta a un lado de la puerta, fui a abajo a buscar una escoba, trapeador, cloro, desinfectantes, etc. A veces soy muy quisquilloso con la limpieza, en mi casa pueblerina todo lo trataba de mantener limpio y ordenado, entonces ver esta habitación es insoportable para mí. 


4 horas después


Terminé de limpiar, estoy de lo más exhausto, la señora Maritza dijo que el almuerzo está listo, pero me metí a bañar puesto que el calor y la suciedad las siento encima de mí. Después, salí a comer, charlé un rato con la señora Maritza, y me contó sobretodo anécdotas de su juventud. Así que, luego de finalizar nuestro almuerzo, estaba apunto de subir a mi cuarto, hasta que me interrumpió el ruidoso tono de llamada del teléfono local, lo tomé y hablé.

-¿Hola?


-¿Se encuentra la señorita Kelly Gener? -solicitó una voz gruesa y de ademán amenazante.


-No. ¿Por qué? -cuestioné. 


-Sólo dígale que me llame cuando este disponible. Es urgente -trancó. 


Entonces, entré a mi cuarto lleno de luminiscencia. Al fin se lograba ver el piso de madera pulido y las paredes color verde oliva se veían con mayor luminosidad. Ahora, ya satisfecho, abrí la ventana para que entrara un soplido refrescante y así descansar de tal hazaña. 


Más tarde



Acabo de despertar y me hallo en la cama, desperté porque comencé a prestar oídos en ruidos imprudentes dentro de la casa. Vi por la ventana y la luna resplandeciente se situaba en su punto más alto, en su cenit. Por ello, nos hallamos en medianoche. Cerré la ventana y me escurrí hasta el armario descalzo, tranqué silenciosamente la puerta, y desde sus ventanillas se lograba ver en el pasillo un silueta caminante, la mire hasta que piró con pasos ligeros a la planta inferior de  la casa.  Me atreví a salir de mi cuarto y ver quién era ese "intruso". No era ni la señora Maritza porque se escuchaban sus ronquidos, y Kelly parecía no haber llegado el día anterior. Baje intentando no hacer ruido, mientras observaba mi retaguardia por si no habían más sujetos, me descuidé y experimenté el terrible dolor de clavarme una astilla en el pie. Reprimí y baje haciendo hincapié. Al fin llegaba a mi destino, la cocina, el cual emanaban sonidos de objetos manipulándose.  Me oculté tras una pared. La luz estaba encendida, así que decidí entrar y sorprender al asesino. Pero nada me pudo haber salido peor; iba entrando hasta que pise mal y resbalé, golpeándome la mandíbula y la astilla por consecuencia se hundió más, penetrando un dolor grave. Protesté por la aflicción, me intenté levantar pero sólo conseguir sentarme, apoyándome de un mesa. Como si el dolor fuera poco, me paralicé por el agudo sonido de una chaira y un cuchillo rozándose entre sí. 


-¡Edgar!, ¡¿estás bien?! Te golpeaste muy feo. ¿Qué haces aquí a esta hora? -dijo una voz carrasposa. 


Me congelé, pero me alivié hasta que vi que era el rostro de Kelly. Respondí: 


-¡Kelly, por Dios, me has asustado! Pensé que eras un intruso... -logré responder mientras sentía el dolor en mi pie. 


-¡Hahaha, no!, ¿cómo crees? Sólo me pare a cocinar la comida que me llevaré hoy en la tarde al hospital, pues, pretendo quedarme con mi madre allí. 


-Pero, ¿por qué a esta hora, acaso no puedes hacerlo luego? -le manifesté. 


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