CAPÍTULO 5

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El resto de días de la semana si que fui a clase, tengo que aprobar. Voy contando los días para poder salir a la calle. Según dicen, las calles son bonitas. Yo nunca he visto una calle, sólo me he limitado a ir de colegio en colegio, y nos trasladaban por los alcantarillados. Siempre he vivido alrededor de negro, pero me encanta el rosa. Mis ventanas están cerradas con tablas de madera, mis profesores dicen que es lo normal. Supongo que será lo correcto.  

He pensado mucho sobre el tema de que me quedan bastantes días para salir y creo que necesito salir ya. Intentaré escaparme o algo. Así, cuando pueda salir, ya estaré preparada. Las noches que voy a robar helado al congelador de la cafetería, me di cuenta que hay como una puerta detrás de unas cajas. Creo que se podrá salir por ahí. Así que está tarde lo probaré. 

Si no lo consigo, tengo una opción B, que es hacerme la muerta. Bueno, puede acabar mal, pero quién sabe, es otra opción. 

Para ello, he conseguido entrar en el aula de física y he podido 'pedir prestado' una bata con un carnet con código. Así podré pasar de desapercibido y poder entrar en la cafetería. A Cristina no le he contado nada, sólo le dejé una nota por ahí. 

No necesito llevar nada conmigo. No tengo nada de valor que pueda perder. No se si volveré, sólo sé que me voy. 

La mañana se pasó demasiado lento, parecía cómo si el tiempo se hubiera tragado  dos grandes pesas. 

La tarde llegó y mi nerviosismo no paraba, ¿Cómo será el exterior? ¿Estará lleno de edificios como estos? ¿Habrá alguien más? ¿Habrá zombies?

Llegó la hora. Me puse mi bata que olía a culo de mono, me puse mi tarjeta identificadora y me dispuse a salir. Todo parecía ir correcto, entré en la cafetería, al congelador y quité una por una, las cajas. La manilla estaba congelada, por lo que no se podía abrir, justo como lo pensé. Saqué mi mechero y conseguí descongelarla, saqué mis guantes y ¡listo! ¡abierta!.

Ahora tengo más miedo del exterior que del interior. Abrí ligeramente la puerta y no había nada. Tan sólo un montón de campo alrededor. ¿Enserio que así es el mundo? ¿Y esas grandes ciudades que me cuentan? 

Ahora que estaba fuera no iba a desaprovechar la oportunidad. Anduve y anduve por varias horas por una carretera lejana a ese instituto. 

Un ruido se iba escuchando más fuerte por segundo. ¿Qué era eso? Me di la vuelta, curiosa. Era un coche, pero no me dio tiempo a apartarme. Un fuerte golpe azotó mis piernas y costillas y algo áspero rozó mi sien. ¿Es está mi muerte? Pensé que todavía me quedaba más tiempo.

- ¿Está bien señorita? No tengo tiempo para chuminadas, así que vaya levantándose. - Giré mi cabeza adolorida hacia esa voz. 

- ¿Quién es usted?

-El que te atropelló hace unos escasos segundos. Oh, está sangrando - comenta mientras toca una parte de mi cabeza. Un escozor punzante me llegó y rápidamente miré.

Nunca había sentido tal extraña sensación. Deduzco que eso será sangre, nunca había visto mi sangre. 

-¿Me voy a morir?

Unas carcajadas sonoras retumbaron. 

- Tan solo es una pequeña herida. ¿Tu casa está cerca?

Miré el alrededor contemplando la absurda pregunta. 

- No - respondí con obviedad. 

- ¿Hacia donde vas?

Mis hombros se encogieron. 

- Bien, no tengo mucho tiempo, así que sube - señaló su coche. 

Me levanté como pude y entré. Esta silla es muy cómoda. Es incluso más cómoda que mi cama, tan sólo tenía un colchón en el suelo. 

- ¿A dónde vamos? 

- A mi oficina. 


La secuestrada. (LS #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora