|Prólogo|

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El camino ya era tan conocido, que casi se volvía por completo monótono, aburrido. Los descampados, y aquellos árboles que alguna vez habían sido frondosos, llenos de aquellos frutos y flores que con ella sacabamos y comíamos en la vuelta del colegio, fueron reemplazados por casas, edificios y tiendas.

Es tan... no sé, doloroso ver en lo que se ha convertido nuestro pequeño pueblo; todo ha cambiado y, para mí, es completamente diferente a lo que alguna vez imaginé: casarme y formar una familia en un lugar tranquilo, familiar; en donde mis hijos puedan estar tranquilos y felices, en donde puedan salir a correr o a jugar sin sentir miedo a que les roben o los secuestren.

Todo aquí cambió de un día para otro, todo menos esa sonrisa que pensé, hace siete años, no volvería a ver.

-Liam... voy a estar bien; sé que cuando abra esa hoja y la lea, la única palabra que importará será Negativo. ¿Sí?-

Su delicada mano pasea por mi brazo, intentando transmitirme tranquilidad, cosa que no consigue. Raro... ella siempre lo hacía pero sabe que hoy sería prácticamente imposible... hoy se definiría precisamente todo.

-Mila... ¿Y si no?, ¿Y si la leucemia volvió?- mi mirada se dirige a ella y noto que aun sigue con esa sonrisa resplandeciente en los labios.

-Y si la leucemia volvió, sé que tendré a un chico llamado Liam Andrés Morrison, para que me sostenga la mano en las quimioterapias, y ese muchacho, tendrá una amiga sin cabello

-¡Dios Mila! ¡Tu optimismo asusta!- mis gritos, y su sonora carcajada llamaron la atención de todas las personas que por allí pasaban y, todos, nos lanzaron miradas de lástima- Lo siento- murmure abrazándola.

-¿Por?- preguntó ella, ajena a todo el mundo.

-Por nada- besé su coronilla, y seguimos caminando las calles adoquinadas del pueblo escondido, nombre puesto por mí y Milagros a los seis años; Y, al fin, llegamos al hospital.

-¿Vamos?- Mila, unos pasos delante de mí, extiende su mano, invitándome a avanzar.

-Vamos.

Cuando entramos al hospital, ingresamos en el ascensor, para dirigirnos al último piso. Ya allí, la sonrisa de Lucia, secretaria del doctor Michelson, nos recibe; dándonos pase para entrar en el consultorio.

-Mila, Liam, un gusto verlos de nuevo; tanto tiempo, dos años ya.

-Gracias Andrew- sonrío- ¿Cómo están Herman y los niños?

-Muy bien. Ayer se fueron de viaje a Italia para visitar a mis suegros- Mila y yo sonreímos al verlo tan feliz de nuevo-. Bueno, vamos por lo que han venido... los análisis- la mano de Andrew se extiende hacia nosotros con un sobre de papel blanco, luego de rebuscar en su escritorio, que Mila agarra rápidamente, luciendo felizmente impaciente.

-¿Ya lo has leído?- pregunto en susurros.

-No, esa es su tarea.

Mi amiga, totalmente desesperada, abre el sobre y comienza a leerlo, mientras su cara cambia, tomando una mueca difícil de descifrar.

-Positivo.

Y mi mundo volvió a caer...

Mi Valiente Princesa ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora