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| ✸ | Capítulo 6.

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Observé al desconocido, incapaz de pronunciar una respuesta. Sus ojos azules relucieron cuando percibió mi desconcierto; Deacon seguía en silencio, manteniendo su rostro inexpresivo y sus ojos negros, tan distintos a los de su compañero, clavados en él. Sin querer intervenir, por el momento.

—Ah, perdonad mis malos modales —continuó el hombre—. Soy lord Kermon y estoy a vuestra completa disposición, Alteza.

Pestañeé ante su oferta, sin saber muy bien qué decir al respecto. Lord Kermon me había dado la misma impresión que la reina: amable y sin malas intenciones, por el momento; había algo en él que me transmitía todo lo contrario que Deacon, incluyendo su sonrisa desenfadada.

—Os estoy muy agradecida, lord Kermon —opté por aferrarme al protocolo, dedicándole una diminuta sonrisa.

Deacon dio un paso hacia delante, ladeando la cabeza en actitud pensativa. El lord se mantuvo inmutable, igual de sonriente, a pesar de lo terrorífico que debía parecer el príncipe oscuro; era evidente que existía cierta familiaridad entre ellos, por el breve intercambio de pullas que habían tenido antes. ¿Sería lord Kermon amigo de Deacon? Eso sería... sorprendente. E intrigante, sin lugar a dudas.

—¿Dónde están Morwen y Cadmen? —preguntó sin rodeos.

Los nombres me resultaron extraños, ajenos. ¿Otros amigos? Estaba empezando a ser consciente de que apenas sabía nada de mi prometido y que Deacon parecía saberlo todo de mí... o casi todo.

El miedo volvió a burbujear en mi interior, recordándome que me encontraba lejos de casa y de la protección que me brindaba frente a Deacon. Un paso en falso que pudiera ponerme en evidencia y todos se me echarían encima allí.

Lord Kermon soltó una risita entre dientes.

—Aún tienes tiempo de disfrutar de tu dulce prometida antes de que las cosas se pongan feas, Deacon —bromeó—. Pero juraría que los dos cuervos están en el patio de armas, luciéndose frente a los otros soldados.

Alterné mi mirada entre ambos, más perdida aún. Lo único que pude sacar de la conversación que los tales cuervos debían pertenecer al ejército oscuro; un escalofrío de temor me recorrió la columna vertebral: la Corte Oscura había sido desterrada, precisamente, por la crueldad y el derramamiento de sangre que habían hecho durante la guerra. Estaba segura de que, a pesar del tiempo habían pasado, seguían manteniendo la misma brutalidad y violencia que en el pasado habían hecho gala.

La mirada azul de lord Kermon se clavó entonces en mí.

—Quizá el patio de armas no sea el lugar más apropiado para ella —comentó intencionadamente.

Deacon me lanzó una rápida mirada por encima de su hombro.

—Te sorprenderías de lo que es capaz de hacer con un arma entre las manos —respondió y caí en la cuenta de que el príncipe oscuro debía haber sido testigo de mi actuación en el Torneo.

La mirada del lord se volvió mucho más interesada ante la afirmación de su ¿amigo? Aún no tenía claro qué tipo de relación los unía.

—Una mujer de armas tomar, entonces —prosiguió lord Kermon—. Se necesitan más mujeres como vos en este mundo, princesa.

Echamos a andar lejos de las ventanas que había visto al fondo del corredor. Lord Kermon se encargaba de amenizar el trayecto con anécdotas de lo que había sucedido en ausencia de Deacon, intentando hacerme a mí partícipe de la conversación; fue cortés con sus preguntas, ignorando los comentarios maliciosos que apostillaba mi prometido con el fin de recuperar la atención... o evitar que yo pudiera desvelar información no deseada.

THE DARK COURT | LAS CUATRO CORTES ✸ 3 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora