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| ✸ | Capítulo 9.

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—¿Un poco de crema de verdura, querida? —me ofreció la reina, dedicándome una cálida sonrisa—. Apenas has probado bocado.

Apenas habían pasado dos días desde que Deacon se marchara y había cumplido diligentemente con su orden de compartir parte de mi extenso tiempo libre con su madre; Iona me trataba como si fuera su propia hija, haciéndome sentir incómoda por las atenciones.

Alcé la mirada de mi plato mientras notaba la discreta mirada de Anaheim alternando entre la reina y yo. Ambas nos reuníamos con ella, pues el rey también parecía encontrarse ausente, en el comedor donde se llevaban a cabo todas las comidas, en ocasiones con invitados importantes. Aquel día nos acompañaban un par de mujeres cuyos maridos, por lo poco que pude escuchar de la propia Iona, proporcionarían al ejército más suministros.

Terminé aceptando la oferta de la reina, consciente de la atención que suscitaba a las dos mujeres que ocupaban las sillas al otro lado de la mesa. La reina se encontraba en la cabecera, en el sitio que pertenecía a su marido ausente, y era evidente que sabía cómo llevar las riendas cuando el rey no estaba allí, cumpliendo con sus responsabilidades.

Cuando mis ojos se cruzaron con los de una de las mujeres, vi que sonreía de manera conspirativa. Las historias sobre mi íntima boda y la fastuosa celebración en la que estuvimos ausentes habían corrido de boca en boca por la Corte Oscura, tergiversándose y añadiendo partes que eran pura ficción; era consciente de las miradas de interés que suscitaba tras mi repentina boda, que había tenido lugar apenas unos días después de mi llegada, y eso me incomodaba.

Lord Kermon, quien no había acompañado a Deacon, me salvó de seguir pasando apuro ante la inquisitiva mirada de la mujer.

—¿Un poco más de vino, lady Edora? —intervino, haciendo uso de su sonrisa más cortés.

Ella pestañeó antes de aceptar que el lord rellenara su copa de nuevo mientras la reina mantenía una distendida conversación con su acompañante; yo apenas había pronunciado palabra, más concentrada en pasar desapercibida en aquella comida y deseando que finalizara para poder pedirle a Anaheim que me llevara al exterior, como la terraza a la que me había conducido lord Kermon cuando tuve ese acceso de pánico.

—Decidme, Alteza —escuché entonces la mujer que estaba hablando momentos antes con Iona—, ¿cómo os trata la vida de casada?

Alterné la mirada entre los rostros de las mujeres, que parecían demasiado interesadas por conocer detalles de mi vida privada. Lord Kermon, el único hombre en la sala, también parecía haber abandonado lo que tenía en manos y se encontraba ligeramente interesado en mi respuesta.

La reina no hizo nada por desviar la atención y recuperar el control de la conversación, también quería escucharme.

Apreté entre mis manos los tenedores con fuerza, buscando una contestación a la altura que me permitiera capear todo aquel lío, además de aplacar el súbito interés que tenían por inmiscuirse en mi recién estrenado matrimonio.

—No hemos tenido mucho tiempo de disfrutar el uno del otro —dije al fin, esperando que fuera suficiente—. La... la tensa situación de... de fuera era mucho más importante.

Iona me sonrió con complicidad, como si ambas compartiéramos el mismo tipo de dolor. Añoranza por la misma persona; entendía que le echara de menos por ser su único hijo, la preocupación por el riesgo que corría su vida al exponerse de ese modo.

Pero yo lo único que era capaz de sentir era alivio.

La mujer chasqueó la lengua de manera condescendiente.

THE DARK COURT | LAS CUATRO CORTES ✸ 3 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora