THE DARK COURT | LAS CUATRO CORTES ✸ 3 |

| ✸ | Capítulo 13.

—Deacon...

Mi esposo se inclinó hacia mí, obligándome a que pegara mi cuerpo contra el colchón para mantener las distancias entre los dos. De repente todo parecía haberse convertido en una pesadilla; aquella forma de aparecer a la Corte Oscura, sin tan siquiera darme tiempo a prepararme para ello, me había dejado paralizada. Aturdida.

Mi mente aún no había sido capaz de procesar que mi libertad hubiera acabado de aquel modo tan estrepitoso.

—¿Así es como recibes a tu marido, después de que se haya jugado la vida ahí fuera? —ronroneó.

Alzó una mano, que se encontraba ensangrentada, para rozarme con el dorso de sus dedos la mejilla. Aquella tierna e inocente caricia me puso en tensión, recordándome que mis días de paz y tranquilidad habían terminado; que Deacon desearía retomar sus planes por conseguir un heredero.

—Es... ha sido...

Deacon sonrió de manera maliciosa.

—Ha sido toda una sorpresa —me ayudó.

Y no había sido agradable.

Me mantuve muda, atrapada entre el entumecimiento y el horror de tener a mi marido frente a mí. Vivo. Respirando. Y con el aspecto de haber salido victorioso de aquella primera fase en la guerra.

Kermon ya nos había advertido de que sería una batalla a menor escala, un enfrentamiento que les ayudaría a calibrar las fuerzas de uno y otro bando. El corazón se me contrajo al pensar en Keiran, al imaginármelo en mitad del campo de batalla; luego imaginé a mi hermano, tan inexperto y acostumbrado a otro tipo de enfrentamientos, perdido y vulnerable.

Enfoqué mi mirada en Deacon, que había pasado a acariciar distraídamente mi mejilla mientras esperaba, seguramente, a que hiciera la pregunta que estaba quemándome en la punta de la lengua en aquellos instantes.

—¿Sinéad...?

Inclinó de nuevo su rostro hacia mí, pero mi cuerpo ya se encontraba presionado contra el colchón, impidiéndome poder moverme; me quedé paralizada mientras su nariz reseguía la línea de mi mandíbula en dirección a mi oído. Su cálido aliento me cosquilleó, produciéndome un desagradable escalofrío.

—No pudo soportar su primera muerte —me confesó en tono conspirativo—. Vi cómo contenía las ganas de vomitar mientras sacaba su espada del cadáver; luego le resultó mucho más sencillo hacerlo. Casi parecía estar buscando a alguien en particular.

La perspectiva de mi hermano hacia Keiran había cambiado bruscamente después de que yo huyera. La ayuda que me había brindado cuando tuvimos que ocultar a un herido príncipe de Verano en el castillo se tornó en algo completamente distinto, y que tardé tiempo en descubrirlo: celos. Sinéad sentía envidia de Keiran por creer que nos había separado; antes siempre había acudido a mi hermano cuando tenía algún problema. Incluso cuando supe que él también había estado involucrado en mi compromiso con Atticus.

Había seguido acudiendo a Sinéad porque él era lo único en el que podía confiar. Pero todo eso cambió cuando Keiran me demostró que también podía hacerlo en él; mi hermano se había mostrado receloso de mi relación, aunque había tratado de mantenerlo en un segundo plano. Las cosas se habían torcido visiblemente con la llegada de Deacon a nuestras vidas.

Cuando el príncipe oscuro decidió quedarse en la Corte de Invierno, confabulando y convirtiéndose en uno de los consejeros de mi hermano.

—Se ha retirado a la Corte de Invierno para poder ver a su reina —continuó informándome Deacon, pegado a mi oído—. La sugerencia fue mía, por cierto.