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| ✸ | Capítulo 8.

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No supe cómo fui capaz de aguantar el resto de la noche en aquella cama, escuchando la respiración de Deacon a mi lado e imaginando que cogía la almohada y la apretaba contra su rostro, robándole el aire de sus pulmones y dejando que muriera asfixiado. Sin embargo, me encogí en mi espacio de la cama y traté de hacerme invisible, con la mirada clavada en las llamas de la chimenea. Con el calor y aroma de mi esposo cubriendo cada palmo de mi cuerpo.

Con la angustiante sensación de tenerlo dentro de mí de nuevo.

Después de que hubiera cumplido con su parte, Deacon se había hecho a un lado y me había pasado el camisón, casi como si hubiera leído mis pensamientos; se lo había arrancado de las manos y, sin apartar la vista de su odioso rostro, me lo había pasado por la cabeza, cubriendo mi desnudez de su ávida mirada.

Me pregunté si mis noches serían así de ahora en adelante.

Utilizada como un simple objeto e incapaz de poder conciliar el sueño tras haber cumplido con mi papel.

Utilizada como un simple objeto e incapaz de poder conciliar el sueño tras haber cumplido con mi papel

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—Esto es tuyo.

Alcé la vista de mi regazo cuando escuché a Deacon hablándome. La mañana —y la tímida llamada de un par de doncellas— me habían encontrado con los ojos bien abiertos, sin haber sido capaz de cerrar los ojos, ni siquiera un solo instante. Unos simples segundos.

Ya habían retirado la sábana manchada de mi supuesta sangre, la prueba que avalaba que se había consumado el matrimonio. La prueba que cortaba cualquier rumor que pudiera haber llegado sobre mi presunta relación con el recién coronado rey de Verano. Incluso había escuchado los murmullos al otro lado de la puerta.

Fruncí el ceño al contemplar el anillo con el escudo de la familia real de la Corte Oscura, la cabeza de cuervo que parecía devolverme la mirada desde la mesa. Desvié los ojos hacia el rostro de Deacon, pidiéndole una explicación al respecto.

—El intercambio de alianzas en nuestra corte es algo distinto —me concedió eso, tomando lugar en la silla que se encontraba frente a la mía; se había vestido con unas calzas y una bata—. Es la mujer quien debe llevar el sello de su esposo y tiene lugar después de consumarse el matrimonio; después de probar que la novia era pura.

Le dediqué una irónica sonrisa mientras cogía el pesado anillo y lo deslizaba en el dedo correspondiente, todo esto bajo la atenta mirada del príncipe oscuro.

—Muy amable por tu parte el fingir que has sido mi primera vez —comenté con tono desdeñoso.

—La otra opción era permitir que un reducido grupo de sanadoras te hicieran un reconocimiento que confirmara las sospechas que corrían sobre ti —respondió casi sonando aburrido—. No me hubiera gustado pasar mi noche de bodas viendo cómo mi esposa era castigada frente a toda mi corte.

Un escalofrío de miedo me recorrió de pies a cabeza. Primero por saber que los rumores sobre Keiran y yo habían llegado hasta allí; luego por saber que Deacon no estaba mintiéndome, pues parecía demasiado evidente que el rey disfrutaría de aquel momento, usándome como ejemplo para todas aquellas mujeres que también se encontraran en mi misma situación.

THE DARK COURT | LAS CUATRO CORTES ✸ 3 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora