Odio despertar cada mañana pensando en lo difícil que será el día sin él.
Odio que no puedo perdonarme a mí mismo por haberlo perdido de esa manera.
Odio que su recuerdo esté incluso en las hojas que caen de los árboles.
Odio que su aroma esté en el viento.
Odio que su voz se escuche al más mínimos susurro de un ruiseñor.
Pero no puedo odiarlo a él.