CAPÍTULO III

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En la puerta se encontraba una muchacha unos dos años menor que yo. Era bonita, aunque no una cosa maravillosa.
-¿Si?- preguntó como si fuera la dueña de la casa
-¿Y quién eres tú y qué haces en mi casa?- dije irritada
-¿Eres...? Oh Dios... ¿Eres Vanessa?- contestó susurrando mientras retrocedía, algo pálida
- No contestaste mi pregunta. ¿QUIÉN ERES TÚ?- grité mientras entraba a la casa
-Hey hey, ya nos podemos calmar- dijo una voz familiar, aunque ya de todo un hombre. Era Jake, mi hermano. Se estaba acercando, y en cuanto me vio, sus ojos se abrieron más que nunca. -¿Vanessa? Pero, ¿Cómo rayos? ¿Estás bien?¿Dónde estuviste todo este tiempo? Maldita sea, te extrañé- dijo mientras me apretaba hacía él.
-Es que ni yo lo sé hermano- dije derramando algunas lágrimas -Pero, ¿quién es ella?-
-Jaja, una amiga- dijo sorprendido por el cambio de tema
-Ah- contesté como buena hermana.
Jake finalmente corrió a su amiga y me sentó en la sala, me preparó un chokomilk y me comenzó a preguntar lo mismo de hacía un rato.
-¿Qué no entiendes? No lo recuerdo, no recuerdo nada- dije con la cara entre las manos
-Lo siento Vane, es que me es tan difícil- respondió
-Lo sé, créeme que para mí también-
Mis padres al parecer estaban de visita en casa de la abuela (a unas 2 horas), pero ya venían en camino, algo que me alegraba.
Me metí a bañar y pude sentirme viva de nuevo, y me puse a pensar en que nada de esto había pasado, que no era verdad, pero tenía que aceptar que nada nunca volvería a ser igual.
La reacción de mis papás al verme creo que es algo obvia, preguntarme todo lo que se les venía a la cabeza y llenarme de besos y abrazos.
Me fuí a acostar temprano, con la esperanza de ir a buscar al día siguiente el lugar de donde había salido, o una señal, lo que fuera, pero algo. Mis padres no estaban muy contentos por eso, pero no les había contado ni a ellos ni a Jake lo que sí recuerdo... desde que desperté y me fuí de ahí. No sabía porqué razón escondía eso, pero lo hacía, y no me exigieron contar nada pues lo importante para ellos era el hecho de que yo ya estaba con ellos, de vuelta. Pero no estaba de regreso la antigua Vanessa, segura de sí, sino que ahora era alguien desconocida hasta para mí misma. No quise responder ninguna llamada ni visita de personas que fingían sentirse aliviados de que estuviera de vuelta.
Pensando en todo esto, dejé que la obscuridad de la noche me envolviera y me llevara por ese gran agujero negro.

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