CAPÍTULO V

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Cuando abrí los ojos no vi nada. Aún recordaba con exactitud todo lo que había pasado, pero seguía igual de confundida.
Intenté levantarme, pero me volví a dejar caer contra el frío suelo, pues el cuerpo me dolió más que nunca. Decidida, lo volví a intentar, y me está vez con todas mis fuerzas. Esta vez logré un avance, pero cuando intenté moverme más, solo escuché el crujir de las cadenas que me ataban.
En plena obscuridad empecé a observar lo que había en la pequeña habitación. No había nada. Cuando me recargué sobre la pared para sentarme, sentí en ella un líquido algo fresco. Lo examiné y solté un grito cuando descubrí que era sangre.
Decidí no pensar en eso y mejor buscar una salida.
Tal vez la sangre decía algo, tal vez había una pista por descubrir, pero sin una pizca de luz, era imposible saberlo.
No supe cuantos días, o si sólo fueron unas horas habían pasado.
Si vivía o moría, era igual, ya no encontraba salida a este laberinto. Ahora pensaba si había sido lo correcto, si debí arriesgarme así. Ahora no importa.

IRRECONOCIBLEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora