𝕮𝖚𝖆𝖙𝖗𝖔

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Se encontraba en su cama durmiendo cómodamente hasta que un ruido la despertó. Abrió lentamente sus ojos y se encontró con una escalofriante sombra al pie de su cama, saltó y dio un chillido del susto. Hubo un corto momento de tensión y silencio que para Jane fue larguísimo; después, aquella sombra fue alejándose con lentitud atravesando la puerta, como si la incitara a que le siguiera. Ella, aunque desconfiada, lo hizo. Conforme caminaba se dio cuenta de que ese ya no era su departamento, sino una casa desconocida; bajó las escaleras, observaba cada rincón de ese lugar tanto como le fuera posible para no tropezar a su paso. La luz de la luna la ayudaba a distinguir un poco lo ordenado que estaba todo, la sala de estar tenía muchos cuadros –al parecer familiares– en sus paredes y estantes llenos de libros. No se veía un lugar muy anticuado, pero de alguna manera se sentía acogedor.

Y entonces lo supo. No era ninguna casa desconocida, sino la suya, de cuando aún vivía con sus padres en Milwaukee. Se quedó estática en medio de la sala, su corazón se estrujó fuertemente observando a todos lados con pesada melancolía los libros, las fotografías, rememorando cada momento con un nudo en la garganta.

Leves ruidos en las ventanas la sacaron de su trance y miró hacia una de ellas para acercarse. Movió levemente la cortina de una y ahí estaba, del otro lado de la calle, la casa de Jeff. Aquella sombra apareció de nuevo invitándola a seguirla hasta allá; al lugar que la hacía sentirse como en el mismo infierno...

Aún así, con determinación lo hizo. Salió de su casa y se dirigió rápidamente hasta la de Jeff, abrió la puerta bruscamente y entró sin titubear. Quería verlo y romperle los huesos, degollarlo, castrarlo o destriparlo, lo que fuera necesario para poder hacerlo sufrir y poner fin a su miseria para encontrar la paz.

Para su mala suerte, no había nada. En instantes todo se convirtió en un vacío sin un inicio ni un fin. Sólo era ella, atrapada en un hoyo negro.

Había sido valiente hasta entonces, pero ese hoyo negro materializaba sus más grandes miedos: soledad y tragedia. Había aprendido a sobrellevarlo día a día, pero siendo francos, jamás pudo ni podrá superarlo. Estar sola sólo la hacía recordar que los extrañaba, que le hacían falta más de lo que estaba dispuesta a admitir y, sin duda, inolvidable era la noche en que le fueron arrebatados injusta y desalmadamente.

En ese instante se sentía sola y estaba aterrada.

Pero a lo lejos observó a una especie de figura, esta vez de luz. Se dirigía hacia ella y Jane mantenía la esperanza de que fuera algún ángel intentando rescatarla de ese sitio. Sin embargo, eran falsas ilusiones. Mientras se acercaba, el corazón de Jane se aceleraba y sus ojos empezaban a brillar de decepción.
Ya se encontraba frente a ella y no era lo que Jane esperaba: Jeff.

La miraba directamente a los ojos, como si estuviera buscando conectar con ella con unos ojos tranquilos, sin ningún rastro de locura en ellos. Ojos que brillaban por su belleza pura. Jane estaba contrariada, pues la repulsión y odio que sentía hasta hace unos segundos hacia Jeff se esfumaron de la nada. Él dio unos pasos hacia ella acortando más la distancia entre los dos, incluso Jane comenzaba a creer que el antiguo Jeff había vuelto y que todo lo que había ocurrido fue una horrible pesadilla, casi empezaba a sentir felicidad. Casi. Porque ese sentimiento fue reemplazado por frustración. Su corazón luchaba por creer que podía volver a amar a Jeffrey Woods como en el pasado, antes de que todo pasara. Pero su mente defendía que era algo imposible. La realidad es que él era ahora un monstruo, un asesino a sangre fría sin una pizca de humanidad. Una... cosa como él jamás se detendría a pensar en alguien más que no fuera él mismo.

No pudo mirarlo más. Sus ojos se llenaron de lágrimas y sus piernas flaquearon, sólo pudo agacharse y abrazar sus rodillas mientras escondía su rostro. Deseaba creer que aún era posible traerlo de vuelta, pero al mismo tiempo sabía que no era así. Alguien como Jeffrey ya no tenía salvación.

Sentía un gran deber de acabar con él, pero... no tenía el valor suficiente para hacerlo. ¿Podría haber más ironía? En el fondo seguía siendo la niñita asustadiza que siempre terminaba en brazos de su padre. Y ahora que su protector ya no estaba, estaba más vulnerable que nunca. ¿Qué debía hacer? ¿Qué era lo correcto? No lo sabía. Su llanto triste e impotente salía sin control y llenaba con su eco aquel limbo oscuro.

De repente sintió sus hombros siendo acariciados delicadamente. Su piel se puso de gallina y levantó la mirada, era Jeff de nuevo.

Se había arrodillado junto a ella y le brindaba roces con finura a su rostro, su tacto era tan cálido y dulce.

Tan contrario a como lo recordaba...

— No llores, Jane... –Limpió sus lágrimas con su pulgar–. Nunca más volverás a estar sola, te lo prometo –y esbozó una sonrisa–.

Ella colocó su mano sobre la de él e intentó concentrarse en la sensación tan apacible. A pesar de que nada de eso era real y sólo estaba creando una ilusión, al menos quería disfrutarlo un poco más.

— Aunque lo desee con todo mi corazón, no puedo confiar en alguien como tú. Eres tan engañoso... Sólo buscas tu propio beneficio. Tú eres un asesino, de los peores, y si traicionaste a tu propia familia... también lo harás con cualquier otra persona que se te ponga en frente. Y desde luego, yo no soy la excepción.

Las palabras que ella misma pronunciaba le dolían demasiado, pero no eran más que la verdad. Si ya no buscaba la venganza, bien, pero debía hacer borrón y cuenta nueva a ese capítulo de su vida si no quería sufrir más, olvidarse de él por completo. Por su propio bien.

— Jane... –Lo escuchó decir–. Por favor.

Ella lo ignoró. No quería escuchar nada más.

— Vete. ¡Déjame tranquila! Quiero  despertar ya –Con sus ojos llorosos volvió a agachar la mirada y encerrarse en sus propios brazos. Después de varios minutos, aquel tacto había desaparecido–.

Cuando por fin pudo abrir los ojos estaba de vuelta en su departamento, ya había amanecido. Se sentó en el borde de la cama mirando a la nada.

𝙎𝙖𝙙𝙞𝙨𝙩𝙞𝙘 𝙇𝙤𝙫𝙚 | ᴊᴇꜰꜰ x ᴊᴀɴᴇ x ʜᴇʟᴇɴDonde viven las historias. Descúbrelo ahora