Capítulo 8

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Kurt

La puerta de mí nueva habitación se abrió al día siguiente pero no quería que Blaine o fuera quien fuera supiera que estaba despierto. Me había tapado con las sábanas hasta la cabeza, enrollándome entre ellas y volteándome hacia la pared. Mis ojos estaban abiertos pero los cerraba de vez en cuando.

—Sé que estas despierto.— apreté los ojos ante la voz de Blaine—. Fui y vine de la escuela y sigues dormido desde ayer por la tarde. Debes tener hambre.

Y era verdad, estaba muriendo de hambre.

—Vamos, levántate de esa cama y baja conmigo. Te preparé algo de comer, te gustará.— no sabía si obedecer o quedarme ahí—. Vamos, ven.

Tiró de las mantas y yo me volteé a su dirección con temor, aunque no lo había hecho con molestia, incluso, se le veía una expresión juguetona. Me sonrió y yo solo me oculté entre mis brazos pero Blaine me tiró hasta su pecho con delicadeza y salimos de la habitación. Me apretaba el brazo despacio, sin lastimarme, lo cual me sorprendió bastante. La casa era enorme, llena de puertas y escaleras que te llevaban a diferentes plantas. Al parecer, Blaine era un chico de una muy buena posición económica.

Entramos a una espaciosa cocina llena de colores metálicos, como el plateado y el rojo fuerte. Me indicó que me sentara en una barra color gris y obedecí, primero tomé el asiento de metal y lo jalé hacia atrás, después me subí lentamente con miedo de caer y Blaine acercó la silla hasta la mesa. Su tacto me tensaba por completo, tenía miedo, bastante miedo.

Debo admitir que la comida se veía bastante apetitosa, olía muy bien y al parecer Blaine disfrutaba cocinar. Puso el plato lleno de pollo con verduras, arroz blanco y un vaso lleno de jugo de naranja frente a mí. Tan pronto como Blaine se giró tomé el tenedor y comí como todo un cavernícola. Cuando se sentó frente a mí y vio mi plato vacío, jadeó con sorpresa.

—¿Quieres un poco más?— asentí con timidez.

No sabía si su más era de más comida o de otra cosa que no me apetecía saber.

—Veo que tenías hambre, me lo imaginé. Espero que te guste la comida, no soy el mejor cocinero del mundo pero es lo que puedo hacer.— Blaine prestó toda su atención a su comida y comió todo.

—¿Por cuánto tiempo me tendrás aquí?— me atreví a preguntar de una vez por todas. Blaine me miró con los ojos entrecerrados, apoyando su mejilla en su mano.

—El clima está fresco afuera.— miró la ventana.

—No respondiste mi pregunta. Respóndela.— Blaine suspiró evitando el contacto visual conmigo.

—No lo sé Kurt, por siempre.— mi garganta se apretó—. Lo siento, tú preguntaste y yo solo respondí con sinceridad.

—Si me dejaras ir libre, no le diría a nadie sobre esto. No le diría a la policía ni a nadie más que fuiste tú, Blaine.— él chico rió negando.

—Y te creo, porque sino, te metería aquí de nuevo.— cerré los ojos agachando la cabeza.

—Esto no es amar, Blaine. Soy como una clase de cautivo aquí, no me dejas salir, no me dejas irme con la familia que amo.

—Te gustará quedarte aquí, ya lo verás.— se levantó y dejó los platos sucios en el lavabo—. Solo sigues asustado.

—Eres despreciable, Blaine.— murmuré con dolor. El moreno se giró a mirarme y asintió.

—Lo sé, soy un ser despreciable. Pero verás que cuando sientas que éste lugar es tú casa, dejarás de pensar así. Será más rápido de lo que crees, solo acostúmbrate, Kurt.

Prohibido. [Síndrome de Estocolmo].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora