Capítulo 5

5 1 0
                                    



El momento sin duda era especial, no había en la casa sonido alguno, tampoco existía la presencia de alguien que pudiera finalizar lo que ocurría entre ellos, en el fondo esto era lo que tanto había esperado Renisemb, ella también amaba a Jhulius, ambos lo sabían, habían nacido el uno para el otro; sin embargo, ella optó por apartarse de los brazos de él.

– No puedo –Dijo Renisemb apenada– lo siento Jhulius, Lázarus volvió y soy su prometida, ayer en la tarde me pidió que me casara con el, tengo que corresponderle, mi padre así lo quiere, no puedo ir en contra de su palabra.

– ¿Qué le respondiste, Renisemb? ¿Te casarás con él? ¿Serias capaz de hacerlo ignorando lo que sentimos?

– Prefiero no responderte Jhulius –Renisemb bajó la mirada–

– ¡Dime Renisemb! Es totalmente injusto.

– ¡No tengo otra opción! –Respondió ella con lagrimas recorriendo sus mejillas– es lo mejor...

Jhulius perplejo le da la espalda y emprende el camino hacia la entrada, los primeros rayos del sol ya entraban a la casa por la ventana, en el jardín ya los sirvientes empezaban sus labores, el día había comenzado de muy mala forma para Jhulius, prefería no volver a pisar esa casa y así es como paso.

Semanas después...


– Está buena tu comida, querida –Dijo James mirando a Renisemb– es que tengo un nuevo sirviente en la cocina, de verdad espero que pueda llenar las expectativas en cuando a crear suculentos platillos se trata.

Renisemb se encontraba al otro lado de una larga mesa llena de toda clase de suculentos platillos preparados para ser degustados por un paladar exigente.

– Si, me gusta mucho lo que prepararon tus sirvientes en esta ocasión.

La noche estaba a favor de las intenciones de James Lázarus, esta noche Lázarus le iba a proponer matrimonio de nuevo a Renisemb, el ventanal que había a un lado de la mesa daba vista a un balcón y detrás de este estaba la luna escondida entre algunas montañas y uno que otro árbol, la habitación en la que estaban, se hallaba casi a oscuras, de no ser por la luz de la luna que entraba por el ventanal y una que otra vela que estaba reposada sobre la mesa.

– Renisemb –Dijo James– me encantaría que me concedieras el placer de...

–Renisemb lo interrumpió– ya hablaremos de esto en otra ocasión Lázarus, entiendo que quieres que cumplamos las promesas que le hicimos a nuestros padres, pero...

– No intentes posponerlo más –Dijo James– por favor, sabes que te amo y que no hago esto solo por la estúpida promeso que le hice a mi padre.

– Renisemb repitió "te amo" para sí misma, al hacerlo no pudo evitar pensar en lo ocurrido con Jhulius, aquel momento mágico que despertó en ella grandes emociones y del que lastimosamente luego se arrepintió de darle final.

– Mírame, te lo suplico –Dijo James– quiero que nos casemos lo mas pronto posible, anhelo el día en el que por fin podamos crear una familia, te juro que haré lo posible para que así sea, eso no lo dudes ni un segundo.

–Renisemb no le quitaba la mirada de encima a su interlocutor– ¿en serio compartiré mi vida con alguien a quien no amo? –Se dijo para si misma, luego levanto la mirada y finalmente respondió– está bien James, ya he tomado una decisión...

– Señorita Pebsmarts –Dijo Clarise desde la puerta de aquella habitación– uno de sus sirvientes está preguntando por usted –Mirando a James, Clarise dijo– disculpen la imprudencia, pero afirman que es algo importante.

Renisemb se levanta de su asiento y comienza a caminar en dirección a la puerta de la entrada, allí se hallaba su capataz esperándola, el se notaba algo angustiado, la noche tan bella que había se vería empañada con una mala noticia, cuando el capataz vio a Renisemb aproximándose, corrió hasta la puerta del carruaje listo para emprender marcha, Renisemb sube sin hacer pregunta alguna, el sirviente azota a los caballos para que empiecen a trotar, en el camino el sirviente vuelve su rostro hacia el de Renisemb y pronuncia unas palabras que llegaron directo al corazón de esta.

– Vuestro padre ha empeorado de salud –Dijo con cierto tono de tristeza–

2

Al llegar a la hacienda Pebsmarts se podía divisar mucho movimiento, habían sirvientes corriendo por todos lados, "el doctor, llamen al doctor" –Dijo uno de los sirvientes muy alterado –Renisemb entró por la puerta principal, casi corriendo atravesó el recibidor, por poco tropieza con algunas cosas que habían atravesadas por motivos de redecoración, acción que tuvieron que abandonar por el estado de salud de Sir Lowrens Pebsmarts, padre de Renisemb, aun en plena marcha Renisemb preocupada grita preguntando por su padre, tenía el presentimiento de que algo había pasado, había mucho movimiento como para que todo estuviese bien.

– Jaqueline –Dijo Renisemb– ¿Dónde está mi padre?

– Está en su habitación –Respondió la Sra. Wood– corre, el quiere verte

Renisemb al entrar en la habitación del Sir, encontró mucho movimiento, había gran cantidad de personas, el doctor entró al dormitorio y comenzó a examinar

al enfermo, hasta que fue muy tarde como para poder hacer algo, Sir Lowrens Pebsmarts había fallecido, el doctor se retiró del cuerpo que yacía ahora sin vida, el experto en salud no sabía como expresarle a Renisemb sus condolencias, así que solo le dirigió una mirada, sin embargo, esta acción fue suficiente para que ella se desplomara en el suelo, en medio de lagrimas Renisemb exhalaba un grito de horror.

– ¡Ahora ya no me queda nada! –Se dijo de forma desesperada–

– Jaqueline Wood también llorando se aproxima a esta le dice:

– No digas eso mi niña, aun quedamos el joven James y yo, nosotros no dejaremos que nada te pase.

Dicho esto, casi mágicamente Jame Lázarus entró por la puerta de la habitación, llegó a espaldas de Renisemb y le dijo:

– Querida no tienes de que preocuparte, yo estoy y estaré para ti por el resto de mis días, deja que yo cuide de ti, no te faltara nada, yo me encargaré de eso

Renisemb lo miró fijamente, se levantó de donde estaba, Lázarus centró su mirada en los ojos de Renisemb, sus ojos delataban dolor, sufrimiento y una enorme angustia.

– Todo será como antes, lo juro –Dijo James–

Pero ambos sabían que no era verdad, la vida de Renisemb había sido marcada desde ese momento

**************************************

Luis M. Pérez C

Las Condiciones Del Sir. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora