11:00 p.m

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<<Serás la única luz que brille en la oscuridad>>.

No olvidaría jamás aquella frase...
Mi abuelo siempre decía que las nubes son el alma de la gente que tiene un corazón de guerrero y lucha por alcanzar lo que quiere.
Contemplaba las pequeñas grietas resaltar en el techo, pidiendo auxilio, con el deseo de refugiarse en la soledad que yo misma destellaba.

La voz una y otra vez ahogaba mi curiosidad. Necesitaba comunicarme con aquella vida nocturna inclinándome sobre una descontrolada emoción.

Mis pies temblaban y mis manos agarraban fuertemente las sábanas. Mi cuerpo se salía de la delgada línea que formaba mi sed de misterio y, por inercia, salí disparada hacia la puerta de la habitación.
Observaba lo lejos que estaba de mi celda emocional, dejando a un lado el miedo irracional que habitaba dentro de mí.

Suspiré, conte hasta trés y abrí cuidadosamente la puerta.
Se apreciaba al fondo la alfombra favorita de mi padre, grisácea y larga, plagada de lienzos barrocos y pinturas renacentistas, o eso me decía él.
Bajé las escaleras, de dos en dos, como los vasos de agua que me bebía todos los veranos. Menuda bestia.
El mundo parecía tan distinto desde afuera. No sé. Mis ojos tienden a confundir la belleza de cuatro paredes con las del cielo azul.

- Te veo...-escuché repentinamente.

Mi cuerpo quedó petrificado y, cerrando los ojos, traté de concentrarme. Sabía que estaba ahí...

- Descuida, no te ven, puedes bajar. Las luces están apagadas.

En ese momento, fruncí el ceño. Sabía que las lámparas del salón estaban encendidas.

- Que yo sepa hay luz...-apoyé firmemente la mano en la pared.

- Sí,pequeña,pero si cierras los ojos no hay nada que brille a tu alrededor.

Un escalofrío se adentró en mi cuerpo, como los pequeños copos de nieve que recubren el cielo al entrar el invierno.

De nuevo, tenía en frente de mí la salida hacia la cara oculta de mi realidad.

- No me hagas esperar, por favor...baila al son de mi sombra como el mundo lo hace a tus pies.

Tragué saliva. Miré hacia atras.
Por dentro, dudaba si regresar o no, estaba tan cerca la oportunidad de descubrir lo que siempre había querido...

- ¡Vamos! -crujió la puerta-. ¡Abre!

Apreté la mandíbula. Cerré el puño y abrí a bocajarro la puerta...

Corría una agradable brisa.

- ¿Ho...hola? -miré a escondidas ambos lados de la calle.

Restregué mi cara con mis dos manos en busca de mi sentido común.
¿Qué estaba haciendo? ¿Eran todo imaginaciones mías?

Agarré de nuevo el pomo.

- Chssst...-volví a escuchar a lo lejos.

Eché otro vistazo. Esta vez saliendo afuera.

- Creí haber recordado esto antes. Eras la misma niña que encontré en el lago, ¿verdad?       -regresó.

Totalmente fuera de sí, decidí volver corriendo a mi cuarto.
Tenía demasiado miedo.

Por mis venas corría una especie de contratempo. Marcaba compases de angustia y melodías de grandes impurezas.

Eran las once y media y mis ojos se cerraban intermitentemente.
En ese instante mi corazón se estabilizó, a la vez que los nervios y la ansiedad se desvanecieron hasta dejarme descansar.
Lo había pasado realmente mal. No comprendía de qué lugar venía aquella enigmática llamada.

Enganché el diario.

<<Querido Diario, te echaba de menos. Creo que hice mal en salir de mi habitación, aunque al menos he afrontado mis miedos.
El abuelo siempre decía que no hay mal que por bien no venga. Yo siempre lo he entendido a mi manera, de ver como todo lo bueno siempre puede venir de los errores que cometas. No sé si será así,pero me gusta. En fin, espero relajarme y pensar en que mañana será otro día. Quizá mejor o peor, pero ya no será el mismo...>>

Giré la cabeza y vi como, las manecillas del reloj, marcaron las doce de la medianoche.




El Secreto De DiciembreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora