Menos mal que el kiosco estaba cerca. A cada paso que daba,más me pesaban las piernas.
- Buenas pequeña, dime.
Me hacía gracia como se movían las coletas de aquella señora. Qué tierna.
- Pues...no sé, pó...póngame hasta llegar a un euro lo que tenga de chuches -decía torpemente.
Se reía. Me veía como la típica niña que va de un lado para otro con la mirada perdida, haciendo como que observa a las personas pero, en realidad, solo está soñando despierta, en su mundo de fantasía e inocencia.
- Muchas gracias...-fruncí el ceño.
- ¡Perdona! -sacaba su brazo por la ventanita-. Me habían dejado algo para ti.
- ¿Cómo? ¿El qué? ¿De quién? -no perdí detalle de sus labios.
- Pues no sé quién es, no pude verle bien la cara. Me dijo que se lo diera a la niña que se pasase por aquí sobre esta hora.
Me sudaba la frente. No comprendía absolutamente nada. ¿De qué se trataba? Y, ¿quién se supone que era para "ocultar" su identidad?
- Aquí tienes...-me miró con rostro de preocupación.
- Bueno, gracias, supongo.
Di la vuelta al kiosco entero. Buscaba respuestas. Gente. Alguien misterioso.
Pensé en ir al parque, quizá allí pudiera ver a alguien con alguna característica en concreto pero, de todas formas, sería una pérdida de tiempo. No sabría de tantas personas cual podría ser la indicada...
Esto ya me empezaba a oler a gasolina, o a chamusquina, como se diga.Me senté apenada en el primer banco que pillé. Metí mi mano en uno de los bolsillos.
¡No! ¡El diario! Jolines...Debí de haberlo cogido antes de salir.
Menuda cabeza...Venían unos chicos a lo lejos.
- Hola, em, ¿tu nombre es...?
-decía uno de ellos con la voz temblorosa.Puse mis dedos en forma de visera. No le veía apenas con el Sol.
- Jimena, Jimena White...-especifiqué.
- Anda, que apellido más mono -empezaron a reir.
- No sé, ¿le pasa algo? ¿Tu cómo te apellidas? ¿Sin neuronas?
Callaron.
- Bueno, ¿vais a decirme qué queréis? -me crucé de piernas.
- No, nada...por si te venías con nosotros, como estabas aquí tan sola...-fijó su mirada en mis pies.
Un hombre de gran estatura que llevaba puesto un sombrero ancho y negro, pasó de repente. Se quedó observando la escena.
- No, lo siento. Estoy ocupada -miraba a lo lejos del parque, intentando desinhibirme.
- Pero si solo estás sentada, ni que hicieses algo. Además, si te veíamos desde el columpio nada más que mirando hacia todos lados.
- Mira que te call...
- ¡BASTA! -gritó enfurecido-. ¿No sabéis que hacer y os preocupa lo que esté o no haciendo una chica como ella aquí? ¿Os molesta o algo?
Me quedé paralizada. Los chicos no sabían qué pasaba. Me miraron aturdidos y, al instante, se marcharon por donde habían venido.
El hombre, se agachó para limpiarse la punta de sus zapatos.
- G...gracias...-me mordí el labio.
Se incorporó sin mirarme y alzó la vista hacia el fondo del parque.
- Qué violento ha sido todo, ¿no? -pregunté buscando su atención.
Tosió y dio media vuelta. Poco a poco lo perdía entre la multitud de gente que al momento iba y venía.
Una vez más, quedé en la pura soledad. Me encontraba abandonada, impotente. No sabía qué hacer. Quería ir corriendo detrás de él, pero el miedo al "qué dirá" o "cómo reaccionará" me echaba hacia atrás.
Era ya la una de la tarde entre pitos y flautas. La vuelta, que en principio necesitaba para quitarme el aliento emocional que sostenía en el cuerpo, terminó por ser un caos.
Saqué mis auriculares. Siempre los llevaba encima.
Se me hizo ameno el camino de vuelta a casa.
Las calles no estaban tan llenas de gente y la estrella no agobiaba tanto mis susceptibles ojos, ya que las nubes se interpusieron.Llegué, eché un vistazo al salón y subí a la habitación sin saludar. Estaban tumbados en el sofá, como de costumbre, viendo el canal de cocina que tanto encantaba a mi madre.
Me quité las zapatillas. ¡Qué dolor de pies!
Llevaba el pecho sudado y tuve que cambiarme de sujetador por toda la angustia que padecía.Agarré el diario y, cómodamente, me puse a escribir.
<<Querido diario, estoy desesperada. No veo la manera de tener un agradable momento. Me siento pillada entre la espada y la pared. Una mujer poco agraciada, con unas coletas que parecían las lianas de un árbol, me entregó un sobre de un hombre, que ni sé su nombre. En el parque vi a uno pero no sé, entre que se fue al instante y me daba mucho corte preguntarle...
En fin, a ver que me depara este misterioso sobre...>>La tarde la viví como siempre, llena de cuestiones totalmente dispersas en los rincones de mi conciencia, deseando encontrar un zapato de cristal. El mágico objeto que les ayudase a encontrar la respuesta a cualquier duda.
Tan pronto como las agujas del reloj asumían el riesgo de girar hasta llegar a la noche, con el cabello echado por casi toda la cara, miré hacia la puerta. Suspiraba como lo hace cualquier rayo de Sol a punto de desvanecerse entre el atardecer.
La Luna desde la cama se apreciaba bonita y brillante. Mis ojos sobresaltaban como el agua hirviendo.
- Oye...-susurraba el armario.
Lo miré de reojo.
- ¿Qué quieres? Ahora no...estoy observando uno de mis paisajes nocturnos favoritos.
- Ya, pero...-insistía.
- Que no. Que te calles. Por dios.
¡Crash! Escuché fuera.
Me daba miedo levantarme y mirar. Estaba demasiado oscuro.
El pánico me abrazaba y recordé aquel sobre que traje a casa. Necesitaba abrirlo, saber de qué trataba.El suelo estaba como una pista de hielo. Hacía frío. Los pelos de mis brazos bailaban vals al son de los escalofríos que tenía tan inoportunos.
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El Secreto De Diciembre
EspiritualSe trataba de Jimena, la niña de ojos diamante. Adorable en todo su esplendor. En ella, el amor hacia los libros y el misterio que éstos le provocaban, hacía que contemplase el mundo al revés. Sempiterno era su palabra favorita del diccionario, Dici...