Because The Night

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  "Entonces están saliendo, ¿cierto?" pregunta Patti mientras se apoya contra la despintada pared de la corrala, mirando a la poca gente pasar por la calle.

  "Bueno, no. No lo creo. Aún no me lo ha preguntado" responde el rizado, jugando con el último cigarro de la caja roja. Suspira sin animarse a prenderlo, el clima asusta con no dar tregua y mandar lluvia, le preocupa arruinar su último tabaco del día.

  "¿Es eso necesario?" es lo primero que suelta su compañera, cruzándose de brazos, ojos fijos en un hombre con ropa demasiado grande, que pasa tambaleándose pero en silencio. Hay unos niños pequeños siguiéndolo, y Harry cree que hace demasiado frío como para llevar tan solo camperas. Él tiene que resistirse a la necesidad de abrazarlos y taparlos que le nace, ve eso todos los días. "Es decir, viejo, puedes preguntárselo tú" explica ella, concentrada ahora en unas hojas que se arrastran con el viento. Y está ese silencio que Patricia conoce bien, y probablemente se está enojando con el rizado en esos momentos. "No me digas que no lo haces porque esperas que el chico lo haga..." se queja, la voz le sale renegada.

  El hombre se encoge de hombros, decidiéndose a prender el cigarro, Patti arruga la nariz al sentir el humo, probablemente ella odia el olor. A Harry jamás le ha importado. "Supongo que es lo mejor, más... cómodo, para él" intenta explicar, suspirando. Baja un poco el borde de su falda cuando siente una mirada sobre él por demasiado tiempo, evita llevar la vista a la gente que pasa. La mujer frunce el ceño.

  "¿Porque...?" inquiere, pidiendo que siga, y Harry sólo se apura a responder porque sabe que ella siempre tiene un discurso para darle.

  "No creo que se sienta cómodo saliendo con alguien como yo"

  "¿Y cómo sería eso, exactamente?" salta, levantando una ceja con recelo, juguetea con la piel de sus labios y el vaho de su respiración choca contra sus dedos.

  "Un... travesti, supongo" explica, sintiendo las palabras amargas y el humo da vueltas de más en sus pulmones. Lo expulsa dudando. Sus ojos viajan a Patricia, quién lo mira con estupefacción.

  "¿Así te defines?" le pregunta, cejas alzadas, es demasiado alta. Probablemente mide más de un metro noventa, y pasa al rizado con tacones, incluso llevando esas zapatillas urbanas que dice amar. Él está encogiéndose de hombros, otra calada al cigarro, haciéndolo arder lentamente, mientras la luz del cielo desaparece. "Ya veo... y eso es porque... ¿porque hemos hablado lo suficiente y conoces el término, o porque te lo han gritado otra vez?" tantea ella, dudosa, apretando el puño en el aire. Luego de unos años viviendo juntas, las personas aprenden a tratarse. Y la chica ahora sabe cómo no reaccionar. Harry no le da respuesta, porque es obvia, porque él jamás se ha de formar con una opinión propia. Su compañera sabe a la perfección cuántas veces se ha creado y recreado a partir de otras opiniones. Así que suspira, masacrando su sien con dramatismo, palmea el hombro del hombre antes de voltearse y empujar la puerta, la que rechina sobre sí misma. "Revisa la definición, amigo"

  Y el rizado se queda sólo, y han hablado fuerte y cualquiera en el lugar podría haberlos escuchado, pero poco importa en realidad porque él es lo suficientemente llamativo como para que todos allí lo noten sin hacer ruido. Suspira y acaba el cigarro antes de rehacer el mismo camino que su compañera, subiendo por escaleras infinitas hasta el fondo, tiene que empujar la ropa de algunos vecinos en el camino.

  Unas niñas demasiado jóvenes volviendo a casa, el olor a lluvia se siente innegable, la luna fue tragada hace rato por nubes y la luz es sólo artificial. Es casi sorprendente que lleve más de dos meses sin ser robado, considera la idea de comprarse un celular.


  "Lou, ¿estás en tu casa?" teclea, la punta de su nariz se siente fría y se niega a prepararse algo caliente, prefiere hacerlo en casa de él. Sabe que tiene ensayo en unas horas, pero en serio no quiere llegar allí y simular que está cantando hasta que todos queden lo suficientemente borrachos como para pretender que suenan bien dentro de una barata sala de ensayo.

  Así que cuando recibe una respuesta afirmativa y una invitación a pasarse, está cambiándose la falda por un pantalón y enfundando sus pies en esas zapatillas que Louis cree que todos deberían tener, camina abrigado por la calle y toma el transporte público sin mirar a nadie en particular. Sus ojos reflejan sin ganas las luces navideñas, demasiados colores agolpándose frente a sus ojos y deformándose entre el cristal y el agua que cae fuerte, chocando contra la ventana del bus. Probablemente pasa media hora hasta que está tocando la puerta del moreno, pasado por agua de lluvia recibe sonrisas cuando es recibido, besos cálidos con sabor a café demasiado dulce, el más bajo le comenta que tiene gotas de agua estancadas entre las pestañas.

  "¿Tú y tu banda no ensayan jamás o qué?" pregunta el anfitrión mientras se acomoda junto al rizado, quién ahora sostiene una taza de té fuerte y amargo, ambos sentados en la cama de Louis. Hay un disco de fondo, uno que Harry comienza a reconocer por la cantidad de veces que su dueño lo escucha, y un montón de dibujos en papeles por el suelo, algunos rotuladores y marcadores a base de alcohol, esos que acaban dibujando en la pared, un simpático dibujo nuevo junto a la ventana donde la humedad se agolpa.

 "Por favor, repite el mensaje, es la música que elegimos" pide, con ojos vacíos.


  "Lo hacemos, en realidad. Hoy, como, en una hora, debería estar allí" responde, dando la razón. Uñas plásticas chocan contra la cerámica de la taza y tamborilean, pretendiendo que saben lo que hacen. El moreno insiste en que vaya, y tal vez lo convence al invitarlo a dormir cuando acaben su ensayo. Hay una sonrisa cómplice extendiéndose en el rostro del rizado, quiere evitarla mordiendo su labio inferior y no lo logra, Louis le regala cortos besos mientras le pregunta si algún día le dejará ir a verlos.




Corrala: tipo de vivienda característica del viejo Madrid, diseñada como casa de corredor con armazón general de madera, cuyos balcones dan a un patio interior.​ En Suramérica, le dan la réplica los llamados "conventillos" e inquilinatos en Santiago de Chile o Valparaíso,​ Buenos Aires o Montevideo.

Andar por el lado salvaje |L.S.|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora