The Man Who Sold The World

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"Oh, madre, dile a tus hijos
Que no hagan lo que yo he hecho.
Gastar sus vidas en pecado y miseria
En la casa del sol naciente"


  "No, Harry, no te hará bien. Eso te destruye, Harry, escúchame" está pidiendo Louis, sosteniéndolo de ambas manos, rozando la desesperación junto al cansancio, y el mencionado niega, frunce el ceño con enojo y tristeza acumulada, intenta volver el cuerpo hacia las finas líneas blancas.

  "Déjame, joder, no sabes. No sabes nada, no entiendes. Necesito esto, mierda" ruega con el surco del labio tembloroso, amenazando con destruirse un poco más y desmoronarse otra vez, como ha pasado tantas veces durante esa noche.

  "No, amor, no la necesitas. No necesitas drogarte para pasar de un trago un mal momento, Harry, por favor, mi amor, de verdad" repite, y los verdes ojos, enrojecidos de llorar vuelven a quebrarse y deja de ver, y todo vuelve a ser manchas y estar oscuro, la poca iluminación no ayuda. Su labio interior tiembla y lo atrapa entre sus dientes inferiores, siente el temblor en todo su cuerpo, y todo lo que piensa es en que acabe. "Estás haciéndote daño, solo daño" le murmura, como si no lo supiese.

  "Necesito autodestruirme un poco hoy, Louis. Todos tenemos que hacerlo a veces" suplica, negando, la cabeza le duele horrores de llorar y pensar y todo ya es demasiado confuso.



  Así que tal vez pase esa noche, y Harry puede haber decidido darse un golpe por la espalda, un golpe seco y arruinarse un poco más. Y Louis decidido desaparecer porque él no quiere eso, y definitivamente estuvo allí horas más tarde para controlar que estuviese bien, logrando acostarlo y pasar por encima de todas esas cosas tiradas, tanteando entre las velas prendidas y apagadas, intentando no pisar la cera sólida y evitar también la líquida. Un paso, otro, trastabillando con el cuerpo del menor a cuestas, quien le aseguraba que podía caminar por su cuenta. No confiaba. Pero ahora están acostados en la pequeña cama del rizado, a quien Louis ha desvestido porque lo ve demasiado sudado y no sabe realmente qué hacer. Él jamas ha estado siquiera cerca de esa situación antes, no es algo que hubiese esperado.

  Se esfuerza en tenerlo controlado, recuerda algunas cosas que ha aprendido con el tiempo y tal vez muchas películas, y acaba por acomodarlo, espalda caliente y mojada contra la pared, se queda de frente a un rostro perdido y cansado, que balbucea palabras con ojos enrojecidos, pupilas dilatadas y surcos de lágrimas en todos lados. Y Louis no sabe como ha llegado a eso, y definitivamente no se siente lo suficientemente fuerte como para sobrellevarlo, pero no va a demostrarlo tan fácilmente así que besa las mejillas del menor con preocupación y le susurra que estará bien. En algún momento, no aclara cuándo.



  Espera a sentirlo dormido, asegurarse de que su respiración va con normalidad para dejar de acariciar el rostro turbado, levantándose y mirando con cuidado de pisar donde la amarillenta luz de las velas asegura que no hay peligro. Se pregunta quién solía encargarse de pagar la luz, si es que alguien lo hacía. Patti no ha aparecido desde hace lo que parecen semanas. Toma su celular, ilumina con el flash y parece una brecha temporal, con un halo de luz blanca y fría entre esa maltrecha oscuridad. Y se siente bastante mal mientras revisa, porque tiene que estar por ahí, y como no podía ser de otra manera encuentra una pequeña agenda marrón, escrita con años de tinta, pasa las páginas hasta encontrarse con el nombre que buscaba.

  Papá.

  Duda antes de marcar los números, sentado en el sofá de Patti, mira una última vez a la puerta tras la que duerme Harry y lleva el celular a su oreja. Es tarde, y comprendería que no conteste nadie. Y tras cuatro tonos, no lo hacen. Se siente en necesidad de insistir, porque cree que es importante, y sigue sin dar resultado. Sus ojos pesan y tiene demasiado calor, pero sabe que no abren las ventanas en la casa durante la noche; y algo le dice que es más seguro así. Hay una chispa de angustia y preocupación dentro de él, aguantándose en su pecho y queriendo salir en sus ojos, y no deja a las lágrimas ni por asomo aparecer aun. Tiene que solucionarlo antes. Intentarlo.

  Así que tal vez ha cabeceado sentado en el sofá y ha sucumbido ante el sueño por algo como una hora y ojalá un poco más, sonido de personas arrastrando los pies y algunos animales, tal vez pájaros, puede que también perros logra despertarlo. Unos pequeños pasos chocando y repicando contra la chapa del techo, suaves, hay luz filtrándose bajo la puerta y entre las rendijas de la persiana. Revisa la hora con su mano libre, la otra actuando de parasol, y al parecer la gente suele trabajar en esos momentos. Finalmente, son como las seis de la mañana cuando él está bebiendo un café demasiado amargo, arrastra los pies desde la cocina a la puerta del dormitorio, ida y vuelta, su oreja pegada al auricular del celular. En algún momento, alguien tiene que atender, ¿cierto?

  Él podría haber llamado a Patti, o a Alex, Brad o Roy, a pesar de que estos últimos le daban a Louis la impresión de estar en el estado actual de Harry todo el tiempo. Así que bendice cuando alguien levanta el teléfono, y una voz adormilada y tal vez molesta le pregunta quién es y qué quiere.

  "¿Es usted el padre de Harry Styles?" Es lo primero que suelta, sin perder tiempo, lo más posiblemente alejado del cuarto. Parecen palabras mágicas, porque lo cambian todo un poco, y comienza creyendo que es una broma y no quiere demostrar que le está prestando atención. Louis se siente casi obligado a demostrar que sí conoce a Harry, y que sí es su novio, y comienza a enumerar cosas como los tatuajes y los hoyuelos, el lunar junto a su boca que tanto insiste en tapar mientras se maquilla y sus aros favoritos. Está en eso cuando por alguna razón suelta información sobre cuatro pezones y de pronto todo se vuelve más certero para el hombre al teléfono. Y le cree.
  Y no sabe que tan malo es, pero él definitivamente no puede con eso solo, así que se permite derrumbarse un poco sobre si mismo mientras espera al hombre que prometió llegar en unas pocas horas, y no quiere hacer mucho ruido mientras lágrimas cansadas caen, y acaban dentro de un café feo y frío, agua salada que sale con un reborde amargo que acaba por empeorar la bebida. Es claro que no logra mantener el silencio cuando, en poco tiempo, Harry está abriendo la puerta del dormitorio y arrastrando pasos hasta él, su cabello moviéndose etéreo y a descompás con el resto del mundo, hoy se ve demacrado y esa es la palabra, y Louis sólo puede llorar más fuerte mientras desaparece hundiéndose en el sillón, alarmando al rizado; corre a medias hasta cortar el espacio con él.

  "¿Lou? ¿Qué pasa?" Lanza, preocupado, manos buscando al pequeño hombre volviéndose diminuto en su sofá, logrando nada más que el efecto contrario a la calma. "Louis, cariño, háblame" pide, frunciendo el ceño, sus ojos se van un poco y él vuelve a enfocarlos rápido en el pequeño castaño. Él intenta, en serio intenta hablar y aguanta el aire, pero este solo se pierde y acaba por boquear, buscando palabras en el vacío. Las pocas que intenta pronunciar se convierten en hilos de voz casi histéricos, y él no puede parar de llorar y Harry no lo puede entender. Así que lo abraza, porque eso es lo que hace Louis cuando él se siente mal, y lo hace volver a llorar y probablemente lanzar gritos lastimeros mientras se agarra con fuerza de su piel, manos y uñas enterrándose contra la amplia espalda descubierta, llora contra su cuello a pesar de saber que vuelve a la raíz de su sufrimiento. Porque a veces los humanos hacemos eso, y caminamos en círculos, y no nos detenemos hasta que una piedra nos tira del camino, y ahí debemos crear uno nuevo o volver al anterior.

Andar por el lado salvaje |L.S.|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora