Estaba sentado en su cama, sus pies colgando a varios centímetros del piso. Afuera el cielo se iba apagando, hasta quedar completamente oscuro. Había escuchado los sollozos de su madre durante varias horas y tenía miedo de salir de su cuarto. Se sentía triste porque no sabía por qué ella lloraba tanto.
Muchas veces la había visto entristecer de un momento a otro, mientras su padre solo la abrazaba, tratando de contener su llanto. Para Jack, esa escena era bastante común en su hogar y por eso no preguntaba. Había periodos de tiempo en los que no la veía, pues se quedaba encerrada en su cuarto, el pequeño podía oírla cada vez que se acercaba a la puerta.
Pero ese día era distinto, su madre le había dicho que se quedara ahí pase lo que pase. Había estado quieto prácticamente toda la tarde. Cuando el sol terminó de ponerse, no se levantó a prender la luz, sino que se quedó oculto en la oscuridad.
Ya no escuchaba la voz de su madre, ni su llanto, ni ningún otro movimiento en la casa. Así que se puso de pie y salió de su cuarto con mucho cuidado, tratando de no hacer ruido. Se acercó a la puerta de al lado y pegó su oreja para tratar de escuchar algo, pero no había señales de nada, solo silencio.
Se puso en puntas de pie y giró el picaporte, la puerta se abrió con un clic que que a penas se escuchó. Empujó algo indeciso, no quería molestar a su madre, solo quería saber si ella por fin se había quedado dormida. Asomó la cabeza primero y vio el bulto inmóvil sobre la cama. Se atrevió a entrar, acercándose poco a poco a ella. Estaba envuelta en las sábanas, sus cabellos castaños a penas visibles sobre la almohada.
Movió su hombro con su pequeña mano, sin hacer mucha presión, pero no consiguió respuesta. Lo intentó de nuevo, esta vez un poco más fuerte. Nada. Quitó las sábanas que cubrían su rostro y pudo verla; tenía los ojos cerrados, un líquido espumoso saliendo de su boca, su piel se encontraba entre pálida y azul.
- Mami, tengo hambre - la vocecilla de Jack era bastante aguda.
Volvió a moverla, ahora las lágrimas a punto de caer por sus mejillas. Se limpió los ojos con el dorso de la mano, su padre siempre le había dicho que no era bueno llorar, que los hombres de verdad no lo hacían.
- Mami, ya has dormido mucho... Quiero que me cargues - se quejaba con amargura, aún jalando las sábanas blancas.
Se sentó sobre el piso, esperando a que su madre despierte, pero los minutos pasaban en vano. Ella no abría los ojos. Cerca de la media noche, escuchó un ruido en las escaleras, pasos lentos que se aproximaban. Su padre entró al cuarto y encendió la luz, lo primero que vio fue a Jack sentado en el piso con su pijama de dinosaurios verdes.
Él se levantó y corrió a abrazarlo por las piernas, tratando de no llorar para no llevarse una reprimenda. Su padre a penas le tomó importancia, sino que se acercó a su mujer y empezó a sacudirla bruscamente. El pequeño rizado podía escucharlo llamando el nombre de su madre repetidas veces sin obtener respuesta. Cuando por fin se cansó, se tapó la cara con ambas manos y empezó a llorar con amargura.
Horas después, la sirena de la ambulancia despertó a Jack que se había quedado dormido en el piso en posición fetal y con el pulgar en la boca. Los paramédicos entraron con una camilla y sacaron a su madre cubierta con una sábana blanca. Jack no entendía qué pasaba, lo único que sabía en ese momento era que quería ir con su madre, así que empezó a correr detrás de los hombres vestidos de celeste, tratando de alcanzarla.
- ¿Mami, por qué te vas? - preguntaba con la voz entrecortada, las lágrimas cayendo irremediablemente por sus mejillas - ¡Mami, por favor, llévame contigo! - pedía aún con el pulgar en la boca, pero nadie escuchaba.
Al llegar a la puerta entendió que ya no podría ir con ella, la habían metido al carro y la puerta se cerró con un sonido sordo. Jack se quedó parado en la entrada, con los pies descalzos y los rizos alborotados. Un sentimiento extraño lo embargaba, se sentía solo, por primera vez en su corta vida se sentía abandonado a su suerte.
No pasaron ni dos minutos cuando alguien se paró a su lado. Giró la cabeza, su pecho sacudiéndose bruscamente debido al llanto que intentaba contener sin mucho éxito. Unos grandes ojos celestes lo miraban con tristeza.
- No tienes por qué llorar - dijo el chico, un par de años mayor que él, mientras le limpiaba las lágrimas con las mangas de su casaca - ya verás que todo va a estar bien.
- Mi mami se fue - se quejó el rizado hipando.
- Claro que no, ella siempre estará acá - puso la palma de su mano en el pecho del menor y sonrió - créeme, no hay de que tener miedo, ¿sí?
Jack asintió y también trató de sonreír, pero solo hizo una una mueca extraña con los labios. Francis lo abrazó con fuerza, acariciando sus cabellos castaños con una mano. Luego lo soltó y los dos se sentaron en el pórtico de la casa, el viento corría frío y gris.
El chico de ojos celestes se quitó la casaca y se la colocó a Jack sobre los hombros, porque había empezado a temblar. El cielo empezaba a teñirse de rojo. Francis se acomodó para que Jack recostara su cabeza sobre sus piernas, así, mientras el sol iba ganando su espacio en el cielo, el pequeño fue cayendo en un sueño profundo. El mayor acariciando sus cabellos para reconfortarlo un poco.
***
Puedes llamarme cobarde, puedes creer que debí ser más fuerte, pero no me juzgues por esto. No me juzgues por haberme ido, porque, aunque no lo creas, cariño, lo hice por ti. No quería que crezcas viendo a tu madre como una miserable, como un fantasma vagando por la casa que no era capaz de abrazarte sin llorar.
Te he amado tanto y cada segundo, pero algo dentro de mí me hace creer que eso no basta y que nunca seré buena para ti. Quise ser perfecta, pero mientras te veía dormir me embargaba el miedo y la frustración. Tus hermosos rizos castaños, tus grandes ojos marrones y la bella sonrisa que tenías para mí cada día, todo eso me lo llevo conmigo para recordarte en la eternidad.
No me culpes por no ser perfecta, por no saber cómo ser feliz. Créeme que traté de todas las formas posibles, traté de convencerme de que podía sentir esa calidez que nunca conocí. Y a pesar de todo, de mis malditos pesares, de mis demonios, de mis debilidades, te amé como nadie nunca te va a amar en este mundo. Por eso decidí irme, porque prefiero no ser una carga para ti.
El último beso que te di hoy también me lo llevo conmigo. Disculpa, siempre y cada minuto de tu vida valdrá la pena, porque siempre serás lo más perfecto de esta mujer imperfecta. No quiero que recuerdes la tristeza, eso pasará y las heridas sanarán. Me voy porque quiero verte feliz y libre, quiero verte vivir y no morir a mi lado cada día.
Estos cinco años han tenido más sentido que toda mi existencia, porque existes tú y porque hoy comprendo que haría cualquier cosa por ti. Por favor, cariño, VIVE, AMA, BUSCA LA FELICIDAD. No sé qué me faltó, no lo sé.
Cada día estaré a tu lado, acompañando cada uno de tus pasos. Te veré crecer desde aquí, te abrazaré en mis sueños antes de dormir. Construiré un pequeño castillo en donde tú también podrás descansar cuando sea la hora. Sembraré rosas en tu corazón, porque te mereces el mundo entero.
Jack, mi vida, nunca, ni en mil años te olvidaré. Porque mi último pensamiento fue tuyo, mi último suspiro fue tu nombre. Por favor, perdóname, ya no puedo seguir, las fuerzas se han extinguido. El dolor ha sido más fuerte y no sé por qué, nunca pude entenderlo. TE AMO Y SIEMPRE TE AMARÉ.

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COME WITH ME ~ FACK ~
FanfictionJack tiene demasiados problemas para confiar en la gente. Él simplemente no quiere enamorarse. Envía un mensaje a un número equivocado y la persona que le contesta le hará creer que el amor no es del todo malo. El problema es que Finn aún no sabe qu...