Me fui de la Sala de Profesores sin saber tu nombre. Y al llegar al edificio habilitado para ser la vivienda del profesorado, en el que tenía lo que se había convertido en mi hogar todos esos años que había estado dando clase allí, seguía pensando en ti, y quería saberlo, era algo que me superaba, un deseo que me invadía sin explicación.
Y te confieso, aunque ya no sirva de nada, que me arrepiento de no haberte hablado ese primer día, ahora me parecen horas perdidas en las que no estuve contigo. Esa noche dormí mal, después de ducharme estuve dando vueltas en la cama, enredándome en las sabanas, hasta que al final me obligué a levantarme para aprovechar las horas que mi cuerpo no me dejaba dormir.
Con un dolor cada vez más notable en el pie, ordené los archivos llenos de ejercicios de años anteriores que llenaban mi pequeño despacho, esos que aún me sirven para crear nuevos modelos de exámenes con preguntas distintas. A pesar de que eso me llevó bastante tiempo, cuando me volví a echar en la cama, mi cabeza con los pensamientos que no dejaban de girar alrededor de tu imagen, me obligaron a volver a levantarme y ponerme delante del ordenador hasta que llego la madrugada.
Al día siguiente desperté con el cuello dándome punzadas por la posición en la que finalmente había caído rendido, la marca del teclado, en pequeños cuadraditos, se notaba, en una rojez que iba desde mi sien hasta el inicio de la barba, cuando me miré en el espejo antes de lavarme la cara.
Me pasé las manos por el pelo para humedecerlo e intentar, en vano, domarlo, no sabía en que estaba pensando, no lo había conseguido en casi treinta y nueve años, lo iba a hacer en ese preciso momento. Me es imposible no sonreír al escribir esta línea, no me trae buenos recuerdos exactamente, más bien agridulces, memorias de mi infancia con mis padres y mis hermanos, pero también de los últimos años que he vivido, contigo.
Salí de mi apartamento con la resolución de verte, presentarme y disculparme por mi grosero comportamiento. La verdad es que no me reconocía, siempre fue un orgullo para mi tener modales y ser un caballero cuando la ocasión lo requería, y contigo me había quedado callado como si fuera un niño y cohibido, temiera hablar. Me pasé la mano por el pelo con un suspiro de los que era, claramente, nerviosismo. Cerré la puerta y al volverme te vi.
Llevabas unos pantalones de vestir, que te moldeaban la forma de las piernas a la perfección sin llegar a ser demasiado apretados, también blancos como el día de antes y una camiseta gris oscuro, al ser jaspeada con salpicaduras de otros tonos, de manga corta, mientras me dabas la espalda pude ver como un pequeño bolso de tono claro descansaba en tu cadera.
Te habían asignado la habitación del final de mi pasillo, parecía un plan ideado por un dios en el que no creo. Me acerqué y creo que te sobresaltaste al saludarte por la espalda, porque creo recordar que diste un pequeño salto y al darte la vuelta tenías una mano sobre el pecho. Te pregunté de forma educada, haciendo uso de los modales que habían brillado por su ausencia el día anterior, si querías que fuera contigo, acompañándote y enseñándote el camino hasta el salón de actos, donde teníamos esa mañana una primera reunión.
Me sonreíste y comenzamos a caminar juntos, yo cojeaba de forma muy ligera, pero no pareciste notarlo, o al menos lo ignoraste. Sin embargo, como ya habíamos hecho al conocernos y sentarnos juntos en el salón, ninguno de los dos pronunció una palabra. Es como si al hablar fuéramos a romper esa conexión que yo creo que teníamos y habíamos notado desde el primer momento que nos vimos.
Llegamos a las puertas del edificio, la ruta hasta el salón de actos fue rápida, recorrimos juntos los corredores tan conocidos para mi, y tú, a ciegas, solo te dejaste guiar. Antes de entrar nos quedamos quietos frente a las puertas blancas. Debería haberte dicho algo, lo sé, pero creo que tenía miedo, y eso nunca me había pasado, al menos no de esa forma.
Y de pronto sucedió. Supongo que parecerá que exagero la escena en mis letras, pero ese dos de septiembre de 2007 fue un auténtico hito para mí. Cuando menos lo imaginaba, un sonido salió de tus labios, deslizándose lentamente por ellos para quedar en el aire. Sin mirarme, con la vista en el suelo y un dedo jugando con un mechón de cabello negro, habías dicho una palabra, un nombre, el tuyo. Se me quedó grabado en la mente y sé que siempre voy a tenerlo rondando por ella. Me gustó, sonaba melodioso, fácil de pronunciar y divertido para sisear, como acariciando con la lengua la primera sílaba.
Todavía con tu nombre en la cabeza, pronuncié el mío, sin apenas oírme, aún pendiente de ti, de cada gesto tuyo, y tú lo repetiste con una sonrisa, posando finalmente tus ojos en mí. Me estremecí, tenías una voz bonita, y oírte decir mi nombre fue todavía más bonito, no quiero sonar cursi, nunca nos fue eso, pero es así. Desde ese momento estuve seguro de que tus dictados debían ser, a la fuerza, mejores que los míos.
Abrí la puerta para dejarte pasar y entré después de ti. Nos miramos y suspiré al ver como te pasabas una mano por el cabello oscuro. Te mordiste el labio y te despediste dándome un beso en la mejilla y agradeciéndome haberte guiado, me quedé estático viéndote ir al interior del salón para a presentarte a tus compañeros de departamento, y al darme cuenta de que te miraba como un idiota, me pasé la mano por el pelo y miré a mi alrededor, con la incertidumbre de si alguien me habría visto, fui a sentarme con los míos, quedando separados.
Sin embargo, entre diálogos y bromas a los que de forma vaga prestaba atención, mis ojos se escapaban y te buscaban entre el resto de profesores para echarte pequeñas miradas furtivas, como si fuera ilegal y al contemplarte estuviera cometiendo un delito que conseguía hacerme estremecer.
¡Hola! Como habéis podido ver en el título del capítulo, es la segunda parte del primero, toda la novela será así, cada capítulo constará de dos partes.
Gracias por seguir leyendo, comentad o votad si os está gustando (si hacéis ambas cosas, mejor xD), me animará mucho saberlo.
Por hoy me despido, ¡nos leemos la semana que viene!
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Los secretos que salieron a la luz©
Short StoryNosotros trabajábamos viviendo con secretos, los susurrados por los pasillos y los contados a voces, los murmurados en los cambios de clases y los exclamados durante ellas. Era parte de nuestro día a día, a veces era nuestro trabajo descubrirlos. Di...