Mi departamento es un desastre, parece que ha pasado un adolescente borracho intentado no llamar la atención de sus padres y ha fracasado estrepitosamente. Es obvio que no fue un adolescente, sí que iba con bastante alcohol en las venas, pero fue solo un adulto que chocó con una realidad demasiado irreal para él y no quiso aceptarla, al menos no tan inmediatamente.
Tengo encima de la mesa esos libros de leyendas y mitos que te encantaban. También están los comics de los superhéroes que coleccionabas desde que eras pequeña, cuando a tu padre se le ocurrió darte el primero para que te entretuvieras. Los veo ahí, sin atreverme a moverlos, como si estuviera esperando a que entraras por la puerta sonriendo cargada con bolsas y me dijeras que teníamos que ir al Ikea, a buscar otra estantería para tener más espacio y reorganizar las muchas estanterías que ya teníamos porque tenías nuevas adquisiciones.
Todos ellos te gustaban por lo que tienen en común: sus dones y poderes, su forma de enfrentarse a las adversidades, y también porque te daban una larga lista, en su mayoría, de hombres fantásticos en la que, claramente, yo no me veo. Pero tú siempre me miraste como si lo fuera, y ser tu superhéroe superaba todas mis expectativas, me mirabas como si en tu mundo no hubiera nadie mejor que yo. Amaba ser tu mundo, y aunque nunca te lo llegué a decir, tú eras mi universo. Un universo que ahora se ha apagado.
Dime, ¿cómo sigue un mundo sin su universo? Eras mi jodida tierra firme y ahora estoy en un lugar en el que voy sin rumbo. No sé seguir sin ti, te entregué mi pasado, eras lo único realmente firme en presente, y nos prometimos un futuro. Pase lo que pase, me lo prometiste mi vida, me dijiste que estarías ahí... Maldita sea ¡te quiero! Y te extraño demasiado.
Supongo que ya es tarde para confiarte que lo que más temía ha sucedido y no sé qué debo hacer para salir a flote, porque el barco en el que había construido mi vida se está hundiendo partido en dos pedazos, y aunque uno de ellos consiguiera mantenerse a flote, el otro pedazo acabaría hundiéndolos a ambos, como si fuera el Titanic, cayendo lentamente en las oscuras y abismales profundidades del océano. Perdóname, sé que es una mala comparación porque nunca te gustó esa película, siempre que la echaban por la televisión te quejabas porque decías que, Jacob o Jack, no recuerdo bien su nombre, habría entado en esa tabla, que en realidad era un pedazo de puerta. A decir verdad, preferías ver a DiCaprio en El hombre de la máscara de hierro, jugado en un doble papel. Me enseñaste a amar esa película, no por su contenido, sino por el simple placer de verte observarla, ensimismada por los mosqueteros y sus secretos.
Me jugué todo a una sola carta y he perdido porque nuestro rival, la vida, el destino, Dios, o lo que quieras tú creer que existe y dirige nuestras vidas, no hay otra manera de decirlo, ha hecho trampa.
Nunca contamos con esto, se suponía que después de todo lo que habíamos pasado podríamos tener nuestro comienzo feliz, podríamos ser lo que quisiéramos juntos, apoyándonos y queriendo sacarnos sonrisas con esa facilidad que teníamos.
Desde el primer momento me embrujaste con tus ojos y me sedujiste con tus actos, así que intenté conquistarte y menos mal que lo conseguí, de no hacerlo seguramente me habrías vuelto loco, aunque echando la vista atrás, no sé si fui yo el seductor o el seducido.
Ahora todo mi esfuerzo se ha quedado en nueve años de amistad, y siete y medio de confidencias, deseos compartidos, sueños de futuro truncados, y sobre todo, porque si lo negara sería mentirnos a ambos, felicidad y amor. Es desolador que uno de mis pocos consuelos sea que tus últimos años has sido, según tus propias palabras, susurradas en mi oído cuando creías que estaba dormido, indescriptiblemente feliz.
Veo los volúmenes que tanto releías a pesar de mi insistencia para que cambiaras, experimentaras y leyeras otro tipo de cosas, ahora me da igual, lo único que quiero es verte en el sofá, que arreglamos aquella primavera, pasando las hojas de un libro como la primera vez que te vi, sin hacer caso a lo que te rodeaba y quejándote, aunque te encantaran, de mis besos distractores detrás de la oreja.
Recuerdo nuestras discusiones, y aunque suene extraño, también las quiero de vuelta. Cuando no te escuchaba y me volvía loco con mis estúpidos razonamientos, casi cerrándome en mí mismo, me acorralabas contra la pared más cercana y me lo susurrabas al oído, sabiendo que tenías toda mi atención porque intentaba no perder mi autocontrol, ese del que te deshiciste tantas veces y con tanta facilidad, como si te saliera de forma natural, como si tu único propósito fuera ese. Y debes creerme, debía controlarme, tenerte tan cerca, escuchando tu voz, susurrada en mi oído, me provocaba en intenso e irreprimible deseo de besarte.
Sé que muchas veces caí, sé que te interrumpía con un beso, no porque no me gustara tu voz, sabes que la amaba, sino porque me gustaba verte argumentar, me gustaba verte cuando tus emociones se apoderaban de ti y todo tu ser desprendía seguridad, fortaleza y determinación. Cuando claramente me demostrabas que ante cualquier tipo de problema lo necesario era enfrentarse a la adversidad, y no esconderse.
Me gustaba caer, que me vencieras era un placer, parecíamos niños jugando, con la ventaja de que si el día acababa podíamos seguir, parecíamos ser imparables, pero ahora he caído de nuevo, y no contigo, he caído en un vacío en el que no estás tú, y quien me aplasta, sofocándome y haciendo que me sienta inservible, es la realidad en la que estoy metido. Es mi realidad.
Cada paso que doy no es más que el siguiente a mi caída final, por mucho que mis hermanos, Alfonso y todos nuestros compañeros de trabajo me hayan intentado levantar creo que no me dejo, no me he acostumbrado al dolor, pero prefiero pasarlo solo, sin que las personas a las que aprecio me vean así. Ya no puedo más, no sé cómo seguir. Echo de menos todas las cosas que he perdido cuando te has ido.
Y me he dado cuenta de que la vida es un sueño que ahora se ha oscurecido hasta tornarse pesadilla.
¡Un viernes más estamos aquí! Gracias por leer, si os ha gustado dadme opiniones y estrellitas (guiño, guiño).
Os mando una gran abrazo literario, ¡nos leemos la semana que viene!
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Los secretos que salieron a la luz©
Historia CortaNosotros trabajábamos viviendo con secretos, los susurrados por los pasillos y los contados a voces, los murmurados en los cambios de clases y los exclamados durante ellas. Era parte de nuestro día a día, a veces era nuestro trabajo descubrirlos. Di...