Capítulo 6,7

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¡Qué guapo está para ser las 6:00 a.m.! Demasiado para mí a cualquier hora. Lleva pantalones Cargo beige, polo negro entallado y Nike verde limón. El cabello, húmedo todavía, cae un poco sobre su frente ¡Y yo estoy hecha un mamarracho apestoso, para colmo!!!

Me atrae hacia sí y devora mi boca remeciendo hasta el último rincón de mi cuerpo. La llama se ha encendido de nuevo. Saluda a Viviana y Sandra, cortés y distante. Las intimida, las conozco. Huyen despavoridas y cogen un taxi.

Arrastra mi maleta hasta la camioneta azul, la deja en el asiento trasero. La emoción y los nervios no me dejan respirar bien.

–Nos íbamos a encontrar a las 8:30 a.m., Blas... – lo resondro ¡Me muero de la vergüenza que me vea así!– ¡Luzco horrible!

–No pude aguantar hasta las 8:30 a.m., mi cabeza no me ha dejado dormir... – se queja mirándome–. Eres demasiado bonita bonita, Emilia...–sigue en su vuele. En fin... Maneja por las calles casi desiertas de un sábado que pinta color de playa. El sol se asoma ya con intensidad en el privilegiado cielo despejado de Lima en verano.

Llegamos al malecón de Mira ores, creo que es la zona de Cisneros. Aprieta un control de mando en su carro y la puerta eléctrica de un moderno y alto edificio se eleva. Blas avanza lentamente y cae en un sótano. Se estaciona junto a un BMW azul deportivo. Subimos en el ascensor, me acaricia ligeramente la nariz mirándome un segundo.

–Para mí es normal ser como soy, pero soy raro para ti, ¿no? 

–Sí... – le contesto sincera, pero no me importa.

–Vamos a entrar a mi lugar y mi privacidad se hará tuya. ¡Eso suena rimbombante!!! Trago saliva.

Bueno, entrar a la casa de Blas no significó ningún shock para mí. Era un departamento grande, muy elegante y de paredes blancas, en el piso siete con la vista más bella de la ciudad. El mar lucía imponente en vivo azul. Y podía ver desde La Punta hasta Chorrillos con total nitidez. Y lo que había dentro, pues reflejaba a un maniático de las agrupaciones y las clasificaciones. Las cosas estaban ordenadas por colores, en orden de tamaño y pareciera que en orden de antigüedad, aunque no lo tenía del todo claro. En pleno análisis aparece Chispín ¡Está tan guapo! Le mueve la cola a Blas, lloriquea feliz y se le trepa.


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–¡Chispín!– lo llamo, viene a mí receloso y deja acariciarse la cabeza. 

–Es un perro noble– chasquea los dedos, para hacerlo saltar.

–¡Y está tan bello!– me emociona verlo tan bien. Chispín se va a la terraza y mi inspección del depa continúa. Parece coleccionar recipientes de leche... Hmmm. Enormes y modernas estructuras de vidrio en las paredes, parecían albergar la evolución del envase de leche, con infinidad de marcas, tamaños y diseños. Casi todas parecen vacías menos un grupo, como de diez cajas que parecen a punto de explotar ¡De lo podridas que están!!!

–Parece que tenemos leche vencida por aquí ¡Qué provocación!!!– escapa mi sarcasmo, me acerco para olerlas–. Todavía no huelen mal. 

–Sí, lo están– contesta animado– ¿Quieres un poco de leche???

–¡Arruinaste mi broma!– lo sermoneo haciendo un puchero. Frunce el ceño y desvía la mirada tenso.

–Es que me tomo todo literalmente, ya sabes al pie de la letra – parece avergonzado con su confesión ¿Y eso a qué se debe?

El Rompecabezas de Emilia y BlasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora