14
Tendidos, lado a lado, miramos al techo, respiramos agitados, bajo las sábanas. El verano se iba, con el reflejo de su esplendor en un lánguido brillo solar.
–Eso fue... ¡Blas cómo me pone verte con el cabello largo!
–¡Emilia! –replica resignado pero parece horrorizado de sí–, las cosas que tengo que hacer para cogerte. Ponerme una estúpida peluca de troglodita... Tu sed de doblegarme...
Sábado por la tarde. Representábamos Sansón y Dalila de Rubens. Sexo duro en el suelo con un Sansón de cabellos largos, a cuenta de una improvisada peluca de hebras largas y oscuras. Yo envuelta en muchas capas de sábanas de diferentes colores, sólo con los senos descubiertos y con el ca- bello atado en un moño desarreglado. Y luego, un segundo tiempo, en que logro volver a amarrarlo en una silla del dormitorio. Un pequeño ajuste de cuentas por la madrugada en la playa. Aprendí de mi maestro: lo acercaba al límite. Se retuerce de deseo y desacelero, para retomar la provocación, luego. Alguna vez quisiera repetirlo. Convencer a Blas será un reto.
–Me encanta someterte–me confieso–. Ahora ya sabes cómo vivo yo bajo tu yugo.
–¡Como si yo hubiera logrado someterte alguna vez!– Blas no es consciente de su poder. Y mejor así. Cuanto más segura me crea, más se aprovechará y me hará sufrir. Si supiera lo mucho que lo quiero... Lo más probable es que ya no estaría aquí, sino tras un nuevo asunto. Una mejor que yo. No habría más retos que alcanzar.
Lo difícil que se me hace no rogarle para dormir en sus brazos, aunque sean rígidos, que pase más tiempo conmigo, ser enamorados, celebrar fechas especiales, intercambiar peluches y esas cosas cursis que en verdad son parte de mi alma romántica y tonta.
No parecía que las cosas estuvieran como en enero. Ya vivíamos abril. Sexualmente nos entendíamos a la perfección. Emocionalmente era más difícil saber en dónde estábamos.
–Blas...
–¿Acabaste de leer?– está en el piso, en bóxer y camiseta blanca con Lego. Ni siquiera he empezado. Es muy difícil concentrarme con él, cerca. Me pasaré el domingo leyendo.
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–La próxima semana es semana santa.
–Lo sé– ni me mira.
–¿Tienes planes?– me lanzo a preguntar porque no suelta prenda.Yo tenía un permiso implícito. Iba de campamento desde mi segundo año de universidad con mis amigas y mi papá no podía negármelo. Mis amigas podían ir a buscarme... Ellas sí se iban de campamento y luego yo podría pasar cuatro días de sueño con mi hombre en donde cayera la noche ¡La adrenalina que derrocha lo prohibido!
–Me voy a Paracas– sigue uniendo los bloques–. Por cogerme a una chibola todo el verano no he ido ni una vez– me reclama acoplando piezas en el supermercado que está construyendo.
El desencanto y la tristeza me embargan. Ha hablado claramente en primera persona. Estoy loca de esperar más de él. Me entran ganas de llorar y me avergüenzo conmigo misma de mis ilusos pensamientos. Se va solo a su casa de Paracas, de la que siempre me habla. Su paraíso de tranquilidad y belleza natural, lejos de las nuevas urbanizaciones que van surgiendo en Asia, al sur de Lima.
–¿No nos veremos entonces el próximo sábado?–es pregunta y deducción al mismo tiempo ¡Qué fastidio en el pecho y el vientre!
–¿Por qué?– recién me mira y para con Lego. No entiende nada.
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El Rompecabezas de Emilia y Blas
RomanceLas almas gemelas siempre han de encontrarse ¿Pero están destinadas a permanecer unidas, finalmente? Emilia tiene que volver a Blas, después de trece años del más completo silencio entre los dos. Quiere casarse con el verdadero amor y necesita una...