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¡Llegó el sábado! Estaba tan entusiasmada por convertir a Blas en Prometeo encadenado. No nos hemos visto desde el miércoles, claro, pero hemos conversado un poco, sobre todo de las cosas que él tenía que conseguir. Grilletes y cadenas para poder esposarlo de cuatro puntos distintos. Le pedí que no se afeitara la barba desde el jueves. Felizmente no tenía ninguna reunión formal. Se encargaría de todo y buscaría en su casa dónde acondicionar el escenario. Yo ya tenía el lienzo Prometeo encadenado por Vulcano de Dick Van Baburen (Holanda) pintado en 1623. La podíamos bajar de internet de su laptop en su casa y, ¡a esceni carla!!!
Me paso a despedir de mi papá en el consultorio, infelizmente estaba desocupado y empezó el interrogatorio.
–¿A dónde vas Emilia?– desde su escritorio desconfía y frunce los pequeños párpados; uno de los rasgos que compartimos.
–Papá, voy al Gym y me pasa a buscar Blas para almorzar e ir al cine –levanto las cejas– ¿Me puedes dar mi semana? Ya están todos mis agendados listos para entregar– cité a mis perros a partir de las 7 a.m. y me pasé de eficiente ¡Terminé en tres horas! Pero Julián Casal no era un caído de la mata ¡No me creía ni lo del Gym, siquiera!
–Anda con cuidado con ese tipo... –carraspea y duda– ¿Cuántos años tiene veintisiete, veintiocho? No es de tu edad, está claro.
–Veintinueve– se horroriza al confirmarlo y sus ojos crecen. Se levanta y se apoya del otro lado, frente a mí. Yo me parezco mucho a mi papá físicamente: el cabello castaño oscuro y algo ondulado, piel clara y pecosa, nariz recta y labios gruesos... Es apuesto y luce menor de lo que es... Con, 1.80 m de estatura, mantiene su contextura esbelta, gracias al futbol que juega con regularidad; su gran pasión, como la de casi todos los peruchos. Tiene treinta y seis años solamente.
–Podría ser tu padre... – exagera tosiendo. Ya se puso nervioso, lo sé. Siempre tose cuando está nervioso– ¡Tiene siete años menos que yo!– ¡ya lo pensó mejor y se escandalizó!
–Papá, tú no tienes edad para ser mi padre... – le recuerdo lo temprano que empezó a darle al sexo con mi mamá.
–Pero lo soy...
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–Pero eso no es culpa de Blas, papi... – dejo abierta la oración y lo hago recordar de sus fechorías adolescentes.
–No tienes experiencia, Emilia... – más tos y enrojece; está preocupado el pobre y avergonzado de lo que le acabo de recordarle, tal vez es el instinto paterno. Yo estoy en la boca del lobo... ¡Creo que hace rato que estoy en su estómago!
–Estoy aprendiendo... – no soy tan descarada para mirarlo a los ojos. Cuando algo ocultamos, pensamos que lo leerán en nuestros ojos... –. Se me hace tarde, ¿me das mi semana?– hoy quiero invitar a almorzar a Blas. El siempre paga las cuentas y no me agrada...
De mala gana me da el dinero. Le doy un beso rápido.
–No dejes que trate de propasarse... – no podía guardarse el consejo. Se sonroja cual tomate. Está tan incómodo insinuándome temas de sexualidad. Supongo que son las conversaciones que una chica con el primer enamorado tiene con la madre–. Es mayor y debe estar acostumbrado a mujeres de su edad. Y tú siempre has sido tranquila.
–¡Sí, papá!–bajo la mirada para que no termine de ver la completa sinvergüenza en la que ya me convertí antes de sus consejos... Hace rato que Blas y yo pasamos de base uno...
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El Rompecabezas de Emilia y Blas
Lãng mạnLas almas gemelas siempre han de encontrarse ¿Pero están destinadas a permanecer unidas, finalmente? Emilia tiene que volver a Blas, después de trece años del más completo silencio entre los dos. Quiere casarse con el verdadero amor y necesita una...