Capítulo 1: Ojos

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-¡Raquel, levanta, despierta de ese sueño!-Morpet la sacudió con delicadeza por los hombros hasta que, viendo que no reaccionaba, lo hizo con mayor brusquedad-. ¡Vamos, despierta!

-¿Qué?-dijo Raquel abriendo apenas los ojos.

Por un instante, Morpet vio el rastro de su pesadilla. Atravesándole la mejilla, tan grande como la de un perro, la enorme garra negra y nudosa de una bruja. Morpet vio incluso cómo se desvanecían las retorcidas y verdes uñas en la pálida cara de Raquel.

-Está bien-dijo él apresuradamente, agarrándola con fuerza por los hombros-. No te preocupes, estás a salvo. Estás en casa, en tu habitación. Aquí no hay brujas.

Raquel se despertó sobresaltada y dio un salto; respiraba con dificultad, jadeando.

-Oh, Morpet-murmuró-, no me despiertes así nunca más. Cuando estoy soñando... puedo...puedo lastimarte.-Hundió la cara en la almohada, esperando a que se desvaneciese la cortante sensación helada de las uñas en su mejilla-. Tú deberías saberlo mejor que nadie-dijo ella al final-. Podría haberse escapado un hechizo.

-¿Preferirías que hubiera sido tu madre quien se enfrentase a esas garras?-contestó él-. Por lo menos yo puedo reconocerlas.

Raquel asintió con gesto sombrío.

-Pero incluso para ti es peligroso. Deja que me despierte de manera natural, cuando esté lista.

Morpet gruñó, señalando la luz de sol filtrándose a través de las cortinas.

-He esperado tanto como he podido. Ya es más de mediodía, y tu madre estaba a punto de venir a despertarte-dijo quitándole unas hebras de hierba del pelo y observándola-. Curioso olor el de estas hierbas.

-Oh,no-se quejó Raquel dándose cuenta de su lamentable estado-. Anoche estuve de nuevo en el estanque, ¿verdad?

-Me temo que sí.

Raquel se mordió el labio.

-Es la segunda vez esta semana.

-La tercera.

-Supongo que tenía agallas.

-Sí, las habituales, en el cuello y de color rojo carmesí.

-¡Arg!-Raquel sintió una desagradable sensación justo debajo de sus orejas-. ¿Cuánto tiempo estuve debajo del agua esta vez?

-Una hora, más o menos.

-¡Una hora!-Raquel meneó la cabeza con disgusto-. Entonces esto está empeorando. Está bien, me levanto.-Se detuvo a escuchar durante un segundo-. ¿Quieres comprobar que el pasillo y el baño están despejados?

Morpet salió fuera, volviendo un momento después.

-Nadie a la vista, y aquí tienes un par de toallas limpias. Voy a meter las sábanas en la lavadora.

Raquel sonrió, tomando las toallas.

-Morpet, eres mi ángel de la guarda.

Se deslizó con cuidado dentro del lavabo y se dio una larga ducha caliente para quitarse el hedor del estanque. De vuelta en su habitación, se sentó frente al tocador, y empezó a cepillarse en el tocador, se acercó lentamente al espejo y examinó su cara, delgada y ligeramente pecosa.

Los ojos que le devolvieron la mirada no eran humanos. Sus preciosos ojos verdes avellana, iguales que los de su padre, habían desaparecido. En su lugar tenía unos nuevos ojos mágicos. Los hechizos se arracimaban en el rabillo de sus ojos, detrás de los parpados. Les gustaba estar ahí porque desde esa posición podían ver el mundo exterior. A lo largo del día fueron apiñándose al frente, ávidos de atención. Cada hechizo tenía su propio y único color. El día anterior los colores de los hechizos habían empezado con el escarlata y el dorado, rodeando sus pupilas negras. Esta mañana ya ni siquiera había pupila. Solo podía distinguirse un color muchas veces. Era el color de un hechizo volador, ansiando ser utilizado.

Trilogía Del Maleficio 2: El Olor De La MagiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora