Capítulo 17: La Trampa

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Habían llegado formando una procesión imponente: veinte magos.

Llegaban de uno en uno, desplegándose de entre las nubes con sus majestuosos ropajes carmesí, turquesa y oro reluciente. A medida que iban llegando, anunciaban sus nombres con júbilo:

<<¡Areglion! ¡Tournalat! ¡Hensult! ¡Serpanta!>>

Aquellos nombres carecían de significado para los niños, pero las brujas se arredraron y retrocedieron al escucharlos. Calen, estupefacta, se apartó del Ahorcado.

-¡Madre!-gritó al cielo-. ¡Me prometiste que solo vendría Larpskendya!

Hensult y Serpanta tomaron posiciones en el epicentro del cielo. Tenían forma humana, solo que eran más altos, tan altos como las brujas. Esperaron impasibles, hasta que el aire cantó de un modo que torturó las apocadas orejas de las brujas.

Acababa de llegar un último mago, ataviado con una túnica blanca. Sus ojos de múltiples colores no reposaban sobre ningún objeto.

-¡Larpskendya!-gritó Raquel llena de alegría. Nada más verle, su corazón había saltado de alborozo.

Por un breve instante el Gran Mago le dirigió un grave gesto de reconocimiento. Luego, él y el resto de los magos se precipitaron, desplegándose en la nieve junto a Heiki.

Larpskendya recogió su convulso cuerpo del Ahorcado. Le enjugó las lágrimas.

Heiki había esperado un castigo. Cuando Larpskendya se limitó a levantarla en sus fuertes brazos, se dio cuenta de era incapaz de pensar con claridad. Él la sostuvo, sin pronunciar palabra, hasta que ella dejó de temblar. Él le tocó el brazo lastimado y se lo curó. Por fin Heiki levantó los ojos hacia él, pero no pudo mirarle a los ojos. Apenas era capaz de hablar.

-¿Por qué... por qué me ayudas?

Larpskendya pareció sorprendido.

-¿Por qué no iba a ayudarte?

-Después de lo que he hecho...

-¿No has recibido ya bastante castigo? ¿Quieres más?

-No-susurró ella-. Oh... Pero yo... he hecho algunas cosas terribles.

-Y podrías haber hecho cosas aún peores-replicó él con firmeza-. Nos espera una prueba mucho más dura, por causa tuya. ¿Estarás dispuesta a ayudarme, Heiki?

Antes de que ella pudiera decir nada, resonó la voz de Calen. Se había recuperado de la entrada de los magos, aunque Nylo seguía acurrucado contra su cuello.

-Veinte magos-gritó-. Veinte magos no serán suficientes. ¿A cuántas brujas eres capaz de derrotar en un combate personal, Larpskendya? ¿A cinco? ¿A cincuenta?

Levantó una zarpa... y cien torres de vigilancia recién construidas se recortaron relucientes contra el cielo. Las brujas salían de ellas, sacándose de sus vestidos negros sendos puñales de hoja corta y curvada.

Si los magos de Larpskendya sintieron algún temor, no lo demostraron.

-¿No te impresionan?-dijo Calen-. Unas pocas más, entonces.

Aparecieron entonces exactamente otras seiscientos cincuenta y seis torres.

Las brujas salían en racimos de las ventanas de vigilancia, en tan gran número que sus cuerpos en movimiento cubrieron de sombras la mitad de la nieve. Morpet estiraba el cuello. No podía ver más allá de las brujas. Se multiplicaban a su alrededor y por encima de él, bañadas en una brillante luz verde.

Eric jadeaba con desesperación mirando hacia el cielo.

-No creo que ni siquiera Larpskendya sea capaz de vencer a tantas-dijo en un susurro de voz, introduciendo a los prapsis en el fondo de su abrigo-. Tendremos que luchar también nosotros.

Trilogía Del Maleficio 2: El Olor De La MagiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora