Los niños se quedaron observando inexpresivos los restos humeantes de Heebra.
La rabia se desvaneció con los últimos vapores que se elevaban de su cuerpo, pero unas pocas brujas aún ardían sobre la nieve. Nadie hablaba. Era una escena difícilmente soportable, y durante un buen rato los niños fueron incapaces de hacer otra cosa que estarse quietos, unos junto a otros, intentando darle un sentido a lo que acababan de presenciar.
Raquel dejó a Yemi al cuidado de Eric y pasó de puntillas entre las brujas muertas hasta que encontró a Morpet. Este yacía de espaldas en la misma posición exacta en que ella le había dejado, con los ojos cerrados. Temerosa de que el menor contacto pudiera empeorar sus heridas, se arrodilló junto a él, pidiéndoles a sus hechizos que le señalaran cuáles eran los lugares idóneos por los que empezar a curarle. Con un cuidado y una delicadeza que ni la propia Raquel conocía poseer, hechizos mayores y menores se combinaron para soldar los huesos y cortar las hemorragias internas.
Finalmente, los ojos de Morpet se abrieron.
-Parece que al final no me he muerto-murmuró, logrando esbozar una media sonrisa.
Raquel le dio un beso y se dirigió hacia Heiki. Sus heridas eran menores graves, y no había que temer por su garganta, pero durante todo el proceso de curación Heiki permaneció en silencio. Sus ojos azul claro mostraban una expresión tensa, incapaces de cruzarse con los de Raquel.
Por fin, con una voz quebradiza, preguntó:
-¿Podrás...?
Se interrumpió, pero Raquel pudo leer la palabra que Heiki trataba de decir: perdonarme.
Por toda respuesta Raquel se limitó a levantar la mano y acariciar la pálida mejilla de Heiki. Apenas la tocó, la rozó mínimamente, pero Heiki reaccionó como si la hubiera alcanzado un hechizo. Rompió a llorar y, al verlo, Raquel se dio cuenta de que ella también estaba llorando. Por múltiples motivos, más de los que nadie habría sido capaz de enumerar, se abrazaron la una a la otra y lloraron sin parar, y sus cálidas lágrimas producían diminutos hoyuelos en la nieve. Finalmente, Raquel volvió la cabeza hacia la prisión de hielo que seguía encerrando a Larpskendya.
-¿Vamos juntas a buscarle?
-¡Sí!
Heiki cogió a Raquel de la mano. Con los brazos entrelazados, volaron en busca del mago. A mitad de camino ascendente de las blancas y relucientes paredes de la prisión, Heiki flaqueó. Retorciéndose de dolor, comenzó a caer, pero Raquel la agarró y tiró de ella hasta recorrer los últimos pisos hasta lo más alto.
Larpskendya estaba tumbado de costado el duro hielo. Las brujas, en su apresurada huida, le habían dejado los brazos, las piernas y la cabeza atados de forma grotesca con hilo mágico. El hilo era impermeable a la magia, de modo que Raquel y Heiki tuvieron que deshacer los nudos con los dedos y las uñas. Poco a poco, con sumo cuidado, fueron aflojando y quitando las hebras gruesas y cortantes.
Larpskendya, una vez liberado, se volvió hacia Raquel y Heiki. Se puso de pie con inestabilidad, observando desde su gran altura a las dos muchachas, a las que acogió en un amplio abrazo. Durante los segundos que permanecieron en el seno de aquel cálido abrazo, sintieron una paz que nunca habían conocido.
-Bien-dijo Larpskendya al fin-, no hemos hecho más que comenzar.
Se deslizaron hasta el suelo cubierto de nieve del exterior, y Raquel, una vez más, cogió a Yemi en brazos, arrebatándoselo a Eric.
Larpskendya se dirigió directamente hacia Morpet. Acabó de curar sus heridas y luego, mientras Morpet se debatía por sostenerse en pie, Larpskendya se arrodilló. Se había arodillado ante Morpet y le había agarrado del brazo, y por un momento, cuando sus ojos se encontraron, Morpet vio a Trimak, a Fenagel y a los sarrenos que había dejado en Itrea. Todos aquellos viejos amigos estaban allí, jugando a hacer magia en los claros del bosque.
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Trilogía Del Maleficio 2: El Olor De La Magia
Novela JuvenilRaquel y Eric son dos hermanos con poderes extraordinarios: Raquel puede hacer hechizos más difíciles, y Eric tiene la capacidad de anularlos. Gracias a estos poderes, los dos hermanos pudieron enfrentarse a la temible Dragwena, una bruja que los ha...