Capítulo 3: Magia Sin Reglas

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Morpet estaba tendido en su cama totalmente vestido, alerta, esperando. Aun así, casi no pudo oír aquel sonido tan débil. Era el leve roce del cabello de alguien contra el techo.

Abrió la puerta de su cuarto de golpe y observó con detenimiento. Raquel flotaba en el pasillo. Su melena parecía estar sujeta al techo. Debajo, su cuerpo, envuelto en un camisón amarillo pálido, se balanceaba de manera pausada. Era como si sus huesos se hubiesen vuelto tan ingrávidos que incluso el leve soplo de la brisa pudiera mecer todo su cuerpo. Sus brazos y piernas se movían al mismo ritmo relajado, como el movimiento de las corrientes submarinas.

Morpet caminó por el pasillo con mucho cuidado de no hacer ningún ruido inesperado. Los ojos de Raquel estaban cerrados, pero la piel de sus parpados se movía violentamente de una lado a otro: un sueño. Mirándola de cerca, Morpet vio cómo sus cabellos se impulsaban y movían. Mechones de su pelo se unían por encima de su cabeza y dirigían a Raquel hacia la bombilla del centro del pasillo de la misma manera determinada y lenta con la que se mueven las anémonas en el mar.

Entonces, como si hubiera perdido el interés en la bombilla, su pelo arrastró a Raquel hacia delante por el pasillo. Ocasionalmente, Raquel se entretenía lo suficiente para que un mechón pudiese explorar las complejas volutas de la madera del techo.

Cuando ella pasó por delante de la habitación de Eric, Morpet dio unos golpecitos con el borde de las uñas sin esperar una respuesta; pero de repente la puerta se abrió como si tuviera un resorte. Eric permanecía allí de pie, en pijama, tapándoles las bocas a ambos prapsis. Estaban inquietos, levantando sus cuellos ferozmente, intentando alcanzar con la mirada a Raquel.

-¿Estabas despierto?-susurró Morpet.

-No, hasta que estos dos empezaron botar contra las paredes-dijo Eric pestañeando a causa de los rayos de luz del alba-. ¿Qué está pasando?

-No hagas ruido y sígueme-dijo Morpet-. Y deja ahí a los chicos.

-Oh, Morpet...

-No. Ven solo.

Con desgana, Eric metió a los prapsis bajo el edredón de su cama, con sus cabecitas descansando juntas en la almohada. Sus ojos le siguieron con aire apenado.

-Por favor, Eric-suplicó uno-. Déjanos ir. Estaremos quietos y callados. Mira-dijo abriendo y cerrando su boquita en silencio.

El otro prapsis dijo, riéndose como un tonto:

-¡Pareces un pez!

-¡Cállate! ¡Estaba a punto de convencer a Eric!

-Lo siento, chicos-se disculpó Eric, acariciándoles las plumas de cuello-, quizá la próxima vez.

Atravesó la puerta de la alcoba con rapidez y la cerró detrás de sí. Instantes después, los prapsis apretaron los labios contra la rendija inferior de la puerta, lloriqueando como cachorrillos abandonados.

Eric alcanzó a Morpet al final de la escalera.

-¡Caray!-dijo, mirando a Raquel-. ¡Parece una visión! ¿Es que su pelo está vivo o qué? ¿Y adónde va?-Cuando Raquel pasó al lado del baño Eric sonrió incrédulo-. ¿Al váter?

-¡Silencio! Ya lo verás-dijo Morpet-. No le quites el ojo de encima. Necesitaré tu ayuda si se tuercen las cosas.

Raquel entró en la cocina, cruzándola hasta la puerta que daba al jardín.

-Está cerrada-dijo Eric-. Ella nunca podrá salir por ahí.

-Tiene más recursos de lo que tú te crees-dijo Morpet. Eric oyó un sutil <<clic>> cuando la cerradura de la puerta del jardín se desbloqueó sin necesidad de llave.

Trilogía Del Maleficio 2: El Olor De La MagiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora