CAPÍTULO 5

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Luego del inolvidable concierto de los chicos, todos nos quedamos hecho cenizas. ¡Sí que fue agotador!

Nadie más habló, todos se fueron directo a sus camas. Al igual que yo. Pero como a las cuatro de la mañana, me rendí. Tenía bastante sed.

Después de beber un vaso lleno de agua y satisfacerme, sentí una presencia. No estaba sola.

No sé por qué sentía miedo, pero no me volteé al instante para ver quien era el intruso. Tenía las manos sudadas, mi respiración se detuvo. ¿Por qué estaba así?

Cuando al fin junté todo el valor que tenía, me di la vuelta y casi quería darme una cachetada. ¿Tan estúpida era?

Pero había un fuego oculto detrás de esos ojos que me observaban, intimidándome. Y casi era obvio: llevaba puesto un short muy corto de color negro que favorecía el tono de mi piel. Y una mini blusa fucsia muy ajustada. ¿Qué pasaba conmigo? Siempre mis pijamas eran ropa suelta o un vestido corto pero flojo. Nunca nada ajustado o sexy, como ahora.

Apareció una sonrisa fantasma en su bello rostro. Me ruboricé al instante, su mirada me estaba violando.

– ¿Qué haces? ¿No deberías estar en la cama? – murmuré.

– Lo mismo te pregunto.

En dos grandes zancadas se puso muy cerca mío, y de frente.

– ¿Qué tramas? – mi voz se puso ronca.

– Nada. Tengo sed.

Sin preguntar, me sacó el vaso con agua que tenía en la mano. Iba a tomarla, el otro no me satisfació lo suficiente como creia.

– ¡Oye! – protesté.

– Lo siento, te dije que tenía sed. Y mucho por cierto – lo dijo después de bebersela a grandes tragos.

– Me di cuenta.

Puso el vaso en la mesa que estaba a mi espalda. Cuando lo hizo, nuestros cuerpos se tocaron. Me sentí incómoda.

– ¿Me tienes miedo? – dijo, cuando notó que mi respiración se aceleró.

– No.

Se rió entre dientes.

– Estás tensa, nena.

– No lo estoy.

Volvió a reirse.

– ¿Sabes? Eres una tremenda mentirosa – era verdad.

Agaché la cabeza. Buscaba una forma de escaparme. Me tenía atrapada en aquella esquina.

Justo cuando encontre la manera de zafarme, él puso sus manos en mi cintura. Me alzó y me sentó encima de la mesa. En la orilla.

Ahogué una exclamación.

Y ahora que lo tenía más cerca que nunca, deseé en ese mismo instante besarlo.

Aguanté las ganas. El deseo.

– Debes irte – siseé.

– Dónde, ¿aquí? – trazó con sus labios una línea en mi hombro, saboreando la superficie de mi piel.

– No.

– Ah, entonces, ¿aquí? – sus besos pararon en mi cuello.

– Yo...

Sentí una oleada de calor zumbar por mi cuerpo. Quería que siguiera hasta parar sus labios en los míos. Pero esto no era correcto. No. En definitiva. Ahora no.

– Basta – jadeé, indefensa. Tenía los ojos cerrados.

– ¿Quieres que pare?  – su aliento fresco en mi cuello estaba embriagándome.

Se detuvo. Entonces me miró a los ojos. Sus manos descanzaban a cada lado de mi cadera. Mis piernas rodeaban su cintura. Mis manos sostenían fuertemente su camisa.

– Quieres que pare... ¿para hacer esto? – primero besó mi mandíbula, haciendo lentamente su camino para parar en un lugar especial. Mis labios.

Solo faltaba un centímetro para que nos besáramos. Hasta que oímos unos pasos.

Rápidamente me reincorporé de pie, empujando a Harry muy lejos de mí. Sentí que tenía la piel muy caliente.

– Ya vete, Harry – no le miré.

No respondió, sólo salió disparado hacia el living.

Liam apareció por el otro lado, y cuando me vió, frunció el ceño.

– ¿Te encuentras bien? Te noto un poco agitada.

– No te preocupes. Estoy muy bien.

Dudó por un momento.

– Ok.

– Creo... creo que me voy a acostar.

Cogió un vaso y lo llenó de agua.

– Ve. Tienes que dormir. ¿También tenías sed?

– Sí.

Sonrió. E hizo que también sonriera.

– Ahora a la cama. Mañana será un día muy cargado.

Vació el vaso en segundos, y me siguió.

Llegué hasta mi cama y envolví toda la cara con mis manos. Estaba avergonzada.

¿Cómo fui capaz de dejar que Harry me seduciera de ese modo? ¿Por qué me dejé llevar?

Ahora lo que tenía en claro era que ese casi-beso algún día se resolverá.

* * *

Desperté con mucho calor. Después de mi encuentro íntimo-no-deseado, tuve un sueño mojado. Con Harry.

¿Qué me estaba pasando? Yo no era así.

El desayuno ya estaba servido cuando me junté con los chicos. Niall sostenía un vaso cargado de chocolate caliente, para mí.

– Gracias, Niall – sonreí.

– De nada, princesa.

Eso me levantó el ánimo y esbozé la mas grande sonrisa.

– Oigan, familia – fijamos nuestra atención en Louis – Saben, ¿cómo se llamaría el gimnasio se Pitbull?

– No estamos para bromas, Louis – dijo Harry cuando se unió a nosotros.

Nuestros ojos se encontraron y miré para otra parte.

– Bueno, yo sí. ¿Cómo se llamaría? – dijo Zayn, ignorando al chico de los ojos verdes.

Pitbull feat. Ness – empezó a reír – Feat. Ness – lo miramos incrédulamente – ¿Entendieron? ¡Fitness! – se rió a carcajadas.

Nos reímos con él.

– ¿Y tus pastillas? – dije, y todos volvimos a reír.

– Eres un pendejo – le dijo Harry entre risas.

– ¿Perdón?

– Perdonado. Pero eso no te quita lo pendejo.

La habitación se llenó de risas.

Estos chicos sí que sabían divertirse.

Noche de los Dos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora