Capítulo 03 | Destino:Londres

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Estoy en el aeropuerto, cargando con mi maleta, la cual está medio vacía (no soy una persona que acostumbre a acumular cosas). Llegamos a la puerta de embarque con quince minutos de antelación y nos sentamos los tres en una esquina, rechazando las vidas que nos esperan en Londres.
-Seguro que es sólo por un año- dice mamá, no muy convencida. Tampoco ella quiere irse. Llevaba en el paro unos cuántos meses y los pocos ahorros que tenía se le habían acabado hace una semana. Hace unos días, le propusieron un puesto de maestra de español en Londres y, al no tener otra opción mejor, lo aceptó.

Y aquí estamos, subiendo al avión.

Me siento en el lado de la ventanilla y observo a la gente a medida que entra en el avión.
La mayoría de las personas hablan animadamente: hay unos ingleses que parecen estar de vuelta de unas vacaciones. También hay un matrimonio charlando, y el marido es quien carga con las mochilas y con su hijo. Un tatuaje asoma por fuera de la camiseta de la mujer, y le recorre el cuello. Parece un águila pero no estoy seguro.

El avión despega y mi madre saca el portátil para ponerle una película a Ian, que todavía tiene los ojos rojos de tanto llorar. Yo, sin embargo, prefiero mirar por la ventanilla y guardarme mis penas para mí.

Llevo una hora en el avión y todos los pasajeros parecen estar dormidos, como en una especie de sopor. Uno tras otro va cerrando los ojos y su respiración se va ralentizando, y así hasta que todas las personas están dormidas.
Mi cuerpo se pone en tensión, alerta, y miro alrededor, intentando averiguar qué ocurre. Una especie de gas empieza a salir de mi asiento y unas intensas ganas de dormir se apoderan de mí.
Justo antes de caer dormido, me parece oír el ruido de un disparo.

-¡Ahhhh!- grita alguien de dolor, confirmando mis temores.

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