Epílogo.

117 14 5
                                    

Cuando me enamoré de él, todo fue como una película.
Había jurado que jamás volvería a encontrar a alguien.
Y de pronto lo mire.
Sus ojos eran tan bonitos.
Y él era hermoso, más allá de lo físico.

Cuando él me beso, se sintió mal.
Yo era sucio.
Mi cuerpo había dejado de ser mío cuando permití que otras manos me tocaran, sabiendo que no había amor.
Y él me desbordaba amor.

Él me dió un anillo de diamantes.
Me dijo que era una forma de compensar su ausencia.
Y luego me dió otro.
Y otro.
Hasta que no podía usarlos todos en mis dos manos.

Hoy veo mi piel arrugada brillar por esos diamantes y me acaricio con dolor donde la tinta estará por siempre.
Su nombre quema en mi piel como el primer día.

Hoy veo a los niños correr en este gran jardín que él un día construyó para mí.
Han pasado treinta y cinco años desde que él se fue para siempre.
Y aún así, cuando acabó con él mismo, pensó en mi.
Aún después de la muerte, yo fui su más grande prioridad
Aún cuando lo deje solo, sabiendo que él podría acabar con su vida por el dolor.

Cuando cierro mis ojos, puedo ver su cuerpo bajo la luz mortezina de esa sala de la morgue.
Puedo ver sus labios rosas pálidos, que jamás se iban a volver a abrir en un suspiro.
Jamás volvería a escuchar mi nombre salir de sus labios.
Jamás volvería a sentir su piel.

Oh mi principe, tu mente acabo con tu cuerpo y yo con tu corazón.
Pensaste que soy de cristal y tú una bestia sin razón.
Pero la bestia fui yo y te destruí el alma.

El corazón de la BestiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora