VIII

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Luego de haberse dado ese relajante baño y haberse colocado algo comodo, Sebastián salió de aquel castillo viejo para verificar que los oscurecidos hicieran de la mejor manera sus encargos. Primiero iría con los que se encargarían de los muebles, sólo esperaba que el grupo de 15 oscurecidos que había ido, no hubieran hecho un desorden masivo que el tendría que pagar, aunque dinero no le hacía falta, pero era agobiante gastar en algo que no valía la pena. Al llegar a la tienda rápidamente diviso a tres de sus soldados analizando una mesa de metal, no podía quejarse, el color era uno precioso, pero la figura de la mesa, no hablar.

-Busquen algo que sea de madera, quiero que lleve 12 sillas. Sólo pasó a su lado lanzando la orden, para que los tres comenzarán a ver otras mesas.

Encontrar al resto fue tarea facil, a esepcion de dos que buscaban candelabros, en esos momentos parecía un padre buscando a su pequeño perdido entre tantos objetos, quitando el hecho de que el no se encontraba alterado y detrás de el iban los demás oscurecidos, ya después de haber ordenado todo lo que debian. Tres horas fueron las que les llevo encontrar a sus dos boregos perdidos, y al hacerlo juro que les pondría una cadena a cada uno si volvían a hacerlo perder su tiempo de esa manera.

-Muy bien, ahora quiero que se hagan cargo de buscar estos colores en pintura para la casa. Le entregó a uno unas paletas de colores con todas las instrucciones.

-Si señor. Movio su anillo y apareció a la mitad de un sendero de árboles, nisiquiera a la mitad del camino a la casa, se miraba esta o la cerca de propiedad.

Preferia caminar, de esa manera evaluados que necesita ser reparado, pues los años lograban manchar algunas cosas, como las fuentes de delfines, o el laberinto a su derecha, había muchos arbustos que necesitaban un recorte, eso ya se lo pediría a algún oscurecido.

-¿Quien eres?. Miro el cielo, recordando lo que Raziel le había dicho, que los ojos de aquella persona le harían recordar el cielo mismo. -Azul. Murmuro, había muchos neflim con ojos azules, pero ninguno le hacía recordar al cielo mismo.

Se había quedado quiero en el sendero, prestando atención al cielo, esperando que de esa manera la imagen de la persona que debía conquistar se hiciera presente, pero sólo lograba cegar sus ojos, por lo que los cerró por un sólo momento.

-Creo que a Raziel le gusta jugar con la mente. Miro sus botas de combate, ya estaban un poco desgastadas.

Había visto a muchos con esos azules orbes, tantos, pero ninguno con la capacidad de hacerle pensar en el cie... Alexander Ligwooth, sólo una vez le miro a la distancia e incluso lejos de el logro ver la intensidad de esos ojos y aunque fue sólo por una fraccion de segundos sintió un pequeño cosquilleo en su pecho.

-Alxander, el hijo del Inquisidor. Continuó caminando. -A Raziel le gusta ver el instinto suicida. Subió las escaleras de la casa y entro.

Todos los ex cazadores limpiaban los muebles de abajo, al parecer habían terminado la segunda planta, eso era agradable, de lo demás el se haría cargo.

-En cuanto terminen de limpiar, vayan afuera y arreglan el jardín, sólo eso y regresan al castillo. Camino hasta lo que el recordaba era la biblioteca y se adentro.

En el centro había un piano, el no sabía tocar lo, Valentín no se había tomado la molestia en enseñarle, sólo a aquel que no era su hijo, sólo a ese niño angel, con quien compartiría por el amor de Alec, claro que conociendo a ese estúpido teñido, nisiquiera se debió de haber dado cuenta que su parabatai era a quien debía de enamorar, por lo que debía de comenzar a actuar antes de que el teñido lo hiciera, al menos algo de ventaja no le haría daño a nadie.

-Unas flores, no demasiado obvio, no quiero incomodarlo. Se sentó en el sofá y miro el piano. -Tal vez salir y caminar, no creo que me quiera ver. Se acomodó el cabello, bañandolo un poco.

Como se acercaría a el, sin asustarle, sin infligir deseos de que le encaje alguna daga serafin. Sabía que seria difícil, pero lucharía por lo menos por una sola caricia, un beso o una palabra de amor; se sonrojo al imaginar la escena más cursi que pudo pasar por su mente. Una donde ambos caminaban por la acera tomados de la mano, no habia runas ni reglas que les prohibieran amarse como ellos querian, caminaban hasta el Central Park donde se sentaban en una banca bajo árboles con hojas otoñales, Alec le sonríe y le dice algo que no logra identificar, para después comenzar a besar su rostro, siente la calidez de los labios ajenos cayendo en sus mejillas, lo que le encanta, las personas no se fijan en ellos lo hace que sus besos y caricias sean más cómodas, no siente el miedo de ser capturados por la clave o algún neflim, sólo puede sentir una alegría enorme, un alivio que lo llena.

-El amor ya me esta afectando. Sonríe ante las escenas que cruzan su mente. -Bueno, más vale intentar al menos algo que nada. Se levanta y sale de aquella casa, para luego girar su anillo y aparecer en el Central Park.

Por ese lugar debe de haber algún puesto de flores, necesita comprar o un ramo de rosas o lilas... ¿Jazmin?, ¿girasoles?, ¿flores de loto?, ¿pensamientos?, ¿nubes? ... ¿cuales flores le gustaban a Alec?, soltó un leve quejido al pensar en eso, nisiquiera sabía que cosas le gustaban al chico, o que color, estaba perdido si no sabía eso. Ya imaginaba al estúpido teñido riendo de el, al llevarle una flor cualquiera.

-Maldicion. Con resignación camino hasta la primer floreria que diviso y entro, observando con molestia las flores. -Se supone que tienen un idioma. Sólo una vez había leído ese libro "El idioma de las flores", por lo que comenzó a hacer memoria.

Entonces recordó el "nomeolvides" una flor pequeña pero hermosa y con un significado que en ese momento le favorecía. Aunque significan el amor sincero, también hablan de la inquietud de no ser correspondida, sólo había flores azules, no era tan malo.

-Espero que te guten. Tomó el ramo y pago al salir comenzó a caminar de vuelta al Central Park, necesitaba algo de valor.

Entonces lo miro, se quedó estático al mirar a Alec sonriendo, no lo había notado lo cual era bueno, le daba tiempo para salir corriendo... ¿huir?, no tenía que ser valiente, tomo un aire y dio dos pasos, pero los ojos azules de Alec se plantaron en él, haciendo que tragara grueso y rápidamente colocó el ramo en su rostro, esperando que no le haya visto.

-Esto es tan humillante. Su rostro ardía de pena, lo bueno eran que no había salido corriendo como un cobarde, pero cubrirse el rostro con el ramo, eso si era penoso.

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Lo que todos querían y necesitaban (eso espero jajaja) algo pequeñito pero adorable.... nos leemos luego ♡




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