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Volvió a rechazar la llamada, era la sexta vez en menos de una hora y todas las llamadas venían de la misma persona, Miller. ¡Joder! Amaba a su hermano y en un buen día podía hablar con él por horas, pero ese no era un buen día, de hecho los últimos dias ( mejor dicho, meses) no habían sido especialmente buenos.

—Hey ¿todo bien?— preguntó la chica a su lado, era rubía y curvilínea de hermosa sonrisa y platica fácil. Era perfecta.

—Ah si, todo bien...—El teléfono volvió a sonar, esta vez alertándolo de la entrada de un texto, lo borro sin siquiera leerlo.

—Parece que alguien esta tratando de comunicarse contigo. —Dijo la chica dándole una mirada al teléfono que el rubío-castaño mantenía apretado en su mano. —¿una novia tal vez?

—Ojala fuera eso— sonrio con burla — Es solo mi hermano, ya ves, no puede vivir ni un segundo sin mi.

—Supongo que debe extrañar tu modestía.

La rubía se llamaba Hanna, era bastante graciosa. Era una amiga ocasional con la que salía de copas y compartía noches de sexo casual, se entendían a la perfección; lo que significaba que ambos entendían que su "relación" nunca avanzaría más alla de lo físico. Aunque en los últimos días Christian Ludlow había estado pensando mucho en sentar cabeza, casarse con una linda chica y quizá en algún futuro, tener uno que otro pequeño que le alegrara el día. Y eran precisamente esos pensaminetos los que volvían su humor algo inestable. Por una parte quería encontrar a alguien con quien compartir su vida; por el otro sabía que esa persona no era Hanna y tampoco era ninguna chica en general.

—¿Entonces? — Hanna lo veía con una ceja arqueada y una sonrisa burlona —Ni siquiera te enteras de lo que digo ¿cierto?

—Lo siento, estoy cansado.

—Pues yo podría remediar eso...— la chica colocó la mano sobre su muslo y lo deslizó hacia arriba, peligrosamente cerca de su entrepierna— porque estoy segura de lo que tú necesitas es liberar un poco de estrés y créeme, soy buena en eso.

—¿Ah sí?— se odiaba cada vez que se rendía ante los encantos de la rubia chica, pero era la única forma que tenía de mantener los pies sobre la tierra y darse cuenta de su realidad.

—Sí.

Hanna se lanzó hacia su cuello y lo besó con sensualidad. Ella olía bien, a rosas y menta. Por extraño que pareciera en ese momento volvió a ser consciente de donde estaba, se encontraba en un bar, sentado frente a la barra y justo en ese momento estaba siendo el espectáculo de muchas miradas morbosas y al parecer Hanna también lo notó porque le susurró al oido...

—¿No sería mejor ir a tu apartamento?

—Me parece una magnifica idea.

Pagaron la cuenta de sus bebidas y salieron hacia la calle, la cual era acosada por  el frío de diciembre. Para Christian eso no era problema, su condición de hombre lobo le aseguraba que su temperatura se autoregularía dependiendo el clima. La chica por otro lado temblaba como hoja al viento y eso gracias al diminuto vestido azul que apenas si cubría lo básico. Chris como el caballero que era (o el que fingía ser) paso un brazo por sus hombros y la acercó para brindarle un poco de su calor.

Por un momento pudo imaginar que todo estaba bien y que no tenía nada de lo cual preocuparse, una vil mentira.

Caminaron en silencio hasta el apartamento del rubío-castaño y ya que no estaba demasiado retirado del bar, fue un viaje considerablemente corto. A medida que se acercaban, Hanna se ponía cada vez más "cariñosa"  así que empezó a meter la mano bajo su camisa y a repartir besos por su cuello, sacándole sonrisas a Chris.

El Secreto de ChristianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora