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Habían pasado cuatro días, ¡cuatro malditos días! Y Jeremy estaba que se subía por las paredes y daba la impresión de que terminaría haciendo un surco en medio de su habitación, ya que no podía dejar de andar de un lado hacia otro. Se sentía inquieto y ansioso, lo peor de todo es que no tenía idea de la razón...aunque su lobo parecía tener una idea, una que Jer no estaba dispuesto a aceptar.

+Debimos disculparnos con él— insistió su lobo, era algo que no dejaba de repetir desde que habían abandonado el apartamento de Christian —Aún podemos.

—Que te jodan. — respondió con la frente arrugada.

No entendía que carajos le pasaba a su lobo, pero estaba sacándolo de quicio. Jeremy seguía firme en su decisión de no hablarle a Christian nunca más. Por otro lado no podía negar que (muy, muy) en el fondo, estaba de acuerdo con su lobo; tal vez y solo tal vez no debió presionar a Christian con aquel tema, pero se moría de curiosidad y nadie podía culparlo por ello.

Caminó hasta la ventana y arrugó aun mas la frente. Afuera, todo estaba cubierto por una espesa capa de nieve y Jeremy amaba la nieve, pero en los últimos días no le agradaba mucho que digamos. No sabía que era lo que le sucedía, tenía frío, demasiado, tanto como nunca había sentido antes; no se suponía que los hombres lobo sufrieran los cambios de temperatura, podía regularla conforme el ambiente, sin embargo Jer estaba teniendo serios problemas para hacerlo...lo que explicaba el revoltijó de colchas y cobijas que estaba en su cama.

Incluso en ese momento estaba temblando ligeramente. A juzgar por lo mal que el frío clima le estaba sentando, era una mala idea salir de la calidez de su habitación, pero demonios, se estaba volviendo loco con el encierro.

Salió de su habitación abrazabdose a sí mismo, lo más prudente hubiera sido tomar un abrigo y evitarse tiritar como una hojita al viento, pero claro, su orgullo de lobo se lo impedía.

—¿ En dónde estan todos?— se preguntó mientras vagaba por la silenciosa casa. Al parecer, todos estaban fuera.

Llegó hasta la cocina y al igual que el resto de la casa, parecía desierta. Pegada en el enorme refrigerador había una nota:

" padre y yo hemos ido a hacer algunas compras. Ian y Miller dijeron que saldrían a dar un paseo, quizá puedas alcanzarlos y tomar un poco de aire.

Te he dejado comida en el microhondas.

Con amor, mamá."

Bufó con molestía, al parecer nadie pensó que podía avisarle personalmente que saldrían, pero tampoco podía culparlos ya que en los últimos días se había comportado de manera irritante y odiosa con todos.

Ignorando el cargo de conciencia que le daba desquitar su frustración con su familia, se dirigió hacia la puerta trasera.
¿En donde estrarian Sky y Roger? ¿Y Jenna? Odiaba estar solo y odiba necesitar la compañía de alguien para no sentirse miserable.

Harto de sentirse de esa manera se dirigió a la puerta trasera y se sacó la ropa para luego transformarse. En cuestion de minutos pasó de ser un lindo muchacho, a un hermoso lobo de pelaje blanco. Clavó las patas en la nieve y empezó a andar de manera lenta, cuidando no hundirse.

El Secreto de ChristianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora