Buscando una solución.

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Luego de que la sorpresa de la primera impresion hubiese pasado y de que, Inuyasha, lograra calmar su "maldito llanto", el grupo se sento bajo un arbol, sin poder dejar de mirar a la nueva integrante. 

- ¡Dejen de mirarme! - Gruño, cruzando sus brazos. 

- Sientate bien - Regaño la azabache, ya que no tenia mejor idea que sentarse en canasta en el suelo, casi dejando ver su tesoro mas preciado. 

- Dejame, Kaghome - Pero esta solo tomo sus piernas, cerrandolas y moviendolas hacia un lado. 

- Te guste o no, eres una dama ahora, y tienes que comportarte como tal. 

- ¡Pero yo no quiero ser una dama! ¡Me molesta el cabello mas largo! ¡Me molesta este diminuto cuerpo carente de altura! ¡Me molestan los pies pequeños! Pero sobre todo, ¡Me molestan estas cosas! - Se desespero, tocando sus pechos, sin notar la mirada lasciva que el monje le lanzaba. 

- ¡Deja de mirarla asi! - Chillo Sango, golpeando, logrando que Inuyasha notara lo que hacia. 

- Vuelve a mirarme asi, y te castro, pervertido - Le siseo sobre el rostro, mientras lo prendio de su ropaje. 

- Tranquila, pequeña - Intento moverlo, pero le fue imposible - No lo hare. Lo juro. 

- Vuelve a decirme "pequeña" y ya no tendras que preocuparte por tu agujero negro. 

- Ya entendi. Sueltame, por favor - Bufando, la peli plata lo solto y se sento al lado de Kaghome. 

- Diganme como deshago esto, porque estoy enloqueciendo. 

- Escuche que la bruja dijo que solo un acto de placer, lograra que tu cuerpo cambie - Todos se miraron mutuamente. 

- Y tiene que ser antes de que la luna este sobre nuestras cabezas - Prosiguio Sango. 

- Antes de media noche - Susurro la azabache, mirando al suelo, pensando - Un acto de placer - Se hablo asi misma, y sus mejillas se colorearon. Solo se le ocurria una idea, y estaba segura que a Inuyasha no le agradaria. 

Ajeno a lo que todos hablaban, Shippo no podia dejar de mirar al hanyou. ¿De verdad era él? Si. Claro que lo era. Tenia sus rasgos y su temperamento, pero aun asi, se le hacia raro. 

Con pasos lentos camino hacia ella, mirandola a los ojos. 

- ¿Que ocurre? - Le pregunto con brusquedad, pero el pequeño zorro no contesto. Se paro delante de ella, y bajo su mirada hacia su escote - ¿Que quieres? - Y, aun sin contestar, con sus pequeñas manos, toco sin recato alguno los senos de la peli plata. 

- Son reales - Murmuro, como si hubiese descubierto el fuego, y los manoseo, bajo la sorprendida mirada de todos. 

- ¡¿Que demonios haces, pequeño niño del demonio?! - Un fuerte golpe, logro que Shippo se golpee contra un arbol, pero esta vez nadie salio en su ayuda. Ni siquiera Kaghome, que solo nego con su cabeza, resignada. No lo queria admitir, pero sabia que Inuyasha tenia toda la razon para golpearlo - ¡Deja de bromear y ponte a pensar en una solucion!

Antes de poder continuar con su charla, un viento, demasiado conocido para el grupo de amigos, se hizo presente en los alrededores. Inuyasha se arrodillo, gruñendo levemente. No queria que ese maldito lobo lo viera asi, pero sobre todo, no queria que se aprovechara de eso para acercarse a Kaghome. A su Kaghome. 

- Maldicion - Susurro el monje, por primera vez, poniendose alerta ante la llegada de Kouga. Sango, Kirara hasta Kaghome y Shippo, tambien se pusieron alertas. 

- Bella Kaghome - Se dejo oir, para que el remolino se detenga delante de la azabache, tomando sus manos - Te extrañe. 

- Joven Kouga - Tartamudeo nerviosa, mirando hacia un lado. Era imposible que no se fijara en Inuyasha, pero queria que se fuera sin percatarse de su presencia femenina. 

Una loca historia.-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora