1. Día Uno.

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Viernes 13, y según los que creen en las suertes, iba a ser un día de mierda, pero así llevaban siendo mis días desde hace unos años atrás.

Me vestí con lo primero que pillé y, sin mirarme a ningún espejo, me recoloqué la gorra, le di un beso a mi madre y salí por la puerta dirección al centro de culturismo de mi ciudad, donde daban sesiones del proyecto llamado 'todos merecemos la oportunidad' y que me sentía como una rata de laboratorio al acudir a ello.

Entré en clase y me senté en la primera y única silla vacía que encontré. Llegar tarde formaba parte de mi desde siempre y en esta ocasión no iba a ser menos.

Tuve que aguantar las miradas de todos los cosos existentes en esa aula, como me gustaba tanto.

Se levantó un muchacho con barba y gafas, no muy viejo y comenzó a presentarse.

- Ahora que veo que ya estamos todos, me presentaré. -echó un pequeño vistazo a todos como pudo. - Me llamo Tomás, y voy a ser, desde hoy hasta que decidáis abandonar el grupo, vuestro psicólogo, el que guíe las sesiones, o como os guste más referirse a esta terapia colectiva. - dijo.

Se quedó callado unos segundos esperando que alguien más se decidiese a hablar, pero al ver que no fue así continuó diciendo;

- ¿Quién quiere ser el siguiente en presentarse? Basta con decir el nombre, la edad y cuál es el motivo que os hace acudir aquí. - finalmente se sentó y fue apuntando cosas en su libreta, supongo que la presentación de los integrantes.

Nadie quiso romper el hielo, pero yo no iba a ser estaba claro, pasaron los 5 segundos más largos que pude vivir en la vida, y por fin se levantó una muchacha mulata y regordeta.

- Me llamo Samantha, pero podéis llamarme Sam. Tengo 17 años y sufro depresión desde hace un tiempo. - dijo poniéndose más roja que un tomate.

Se siguieron levantando personas de las cuales no me acuerdo para nada, me parecieron bastante rollo. Al rato me cansé de no atender y me dediqué a prestar atención para los pocos que quedaban.

Se levantaron dos chavales de golpe, no entendía nada y pensé que era para acortar el tiempo, pero no.

- Yo soy Telmo, y él, -señaló al muchacho que se levantó con él.- es mi novio y se llama Naúm. Somos gays y recibimos una discriminación diaria por no esconder nuestro amor en público. Tengo 20 años y Naúm 22 y simplemente vino para acompañarme, porque nosotros también merecemos una oportunidad. -se sentaron a la vez.-

Parecía que eran almas gemelas tan sincronizados. Me salió marcar unas palmadas y aproveche para levantarme y presentarme.

- Todo el mundo vive lastimando mi vida desde que se enteran de mi situación, pero estoy bien. No necesito ayuda. Me encuentro aquí porque mi madre piensa que necesito terapia por mi odio hacia la sociedad, por no creer en Dios y una larga lista de razones, las cuales, las dadas ya han sido más que suficientes. - suspiré agachando la cabeza y volví a mirar a Tomás. -

- Me llamo Ruth y tengo 19 años, desde siempre supe que fui adoptada por un matrimonio aparentemente sin hijos. Para mi lamento hace 4 me enteré que mis padres adoptivos en realidad son mis abuelos, que de mis padres no se sabe ni pizca y que sepa no tengo más hermanos. Y aquí me tenéis perdiendo el tiempo presentándome en una clase absurda. - me senté.-

Tomás el psico, puso una cara de tener pocos amigos, pero me daba absolutamente igual, no comía con su supuesta ayuda.

Se levantó un chico y fue ágil y corto.

- Soy Osiris, tengo 19 como Ruth, yo también pertenezco al colectivo LGTB, como Telmo y Naúm, y no tengo muchas esperanzas en durar aquí. - se sentó y fue inevitable dibujar una leve sonrisa en mi rostro serio.

Visto que la cosa se estaba alargando Tomás acortó las presentaciones.

- Vosotras, rápido que no tenemos tiempo y ya debería haber terminado esta sesión. - Dijo Tomás señalando a dos chicas que se sentaban juntas y a sorpresa se levantaron juntas también.

- Yo soy Abigaíl, tengo 21 años y estoy aquí para pasar el rato. - Se sentó.

Poco después descubrimos que también estaba pasando rachas depresivas pero que no quería decir nada porque quería superarlo y no aceptar lo que tenía.

- Yo soy Udane, tengo 22 años, soy extranjera, lo podéis notar en mi acento, tuve leucemia hará un año y hace poco que vivo en España. Mhm necesito, how can say it.. ¿integrarme? Okay. Integrarme.

Me pareció bastante graciosa, y estuve mirándola inconscientemente hasta que Tomás dejó de hablar para mirarme, supongo que me dijo algo, pero no presté atención.

- ¿Me dijiste algo? - Solté una leve sonrisa por la situación.

- Que si podías atender a lo que tú compañera te estaba diciendo. - Se enfadó un poco.

- Sí, claro. - Dije.

- Solo quería saber porque eras tan estúpida. - Me atacó Abigail.

- Bueno, supongo que no me apetece ser simpática con gente que no conozco de nada, ni siquiera sé si os volveré a ver otra vez en la vida. - Dije sin más.

Éramos 20. Todo el mundo empezó a recoger y yo simplemente me limité a salir por la puerta sin decir nada, cuanto más lejos mejor.

Me dirigí hacia la parada del bus que había dos calles más abajo donde pasaba cada media hora el urbano y con mucha suerte podía coger el de las 21:30. No me apetecía andar para nada. Era la ley del mínimo esfuerzo, pero es que mi vida no merecía otra actitud.

SATURNO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora