7. ¿Sorpresa?

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Quedé dos días como inconsciente ingresada en el hospital. Eso fue todo lo que pasó en el trance de cerrar y abrir los ojos por segunda vez.

Pasaron 3. 3 días. 3 horas también desde que se fueron todos de allí. Así que me quedé una vez más mirando a la nada. Revisando mis mensajes de whatsapp cada dos por tres. Mirando el chat de Udane. Su última conexión. La foto de perfil que tenía, en la que aparecía a su lado, junto al resto. No podía quitármela de la cabeza. Quizás es que debía hacerlo sin más.

De repente noté como deslizaban el pomo de la puerta. Como enfermeras impedían el paso de alguien adentro. No sé quién era pero me resultaba muy familiar esa voz.

- ¿Qué está pasando? - Pregunté.

- Nada, que ha venido una muchacha muy alterada, y así no puedes recibir visita, que por hora tampoco debería estar aquí. – Comentó una de las enfermeras.

- Dejadla pasar, por favor. - Contesté pensando en la posibilidad de que fuera ella.

A su pesar, así lo hicieron. Duró tanto ese momento como lo que tardaba en pestañear ambos ojos. Y pasó lo que deseaba que pasara hacía días. Udane. Menuda pinta traía, pero tan preciosa como siempre. Me quedé flipando, como cuando ves por primera vez ese truco de magia tan malo que por más que te lo expliquen no lo superas. Tenía tantísimas preguntas que hacerle, y cabos que atar, que en el trance de las preguntas recorriendo toda mi cabeza, y la visión tan real que tenía justo ella en frente de mi cama al lado de la puerta.. tal cual me quedé. Ni preguntas ni respuestas ni tres cuartas. No sabía ni qué decir. Era algo tan inesperado, pero tan esperado durante esos días que no me lo podía creer.

- Ho-ola.. ¿cómo estás? – me preguntó tímida.

- Pues, pese a la situación que nos envuelve en estos momentos, estoy bien y espero pronto volver a tomar la normalidad. – dije costosamente.

Ella se acercó, me abrazó toda, y me cogió la mano.

- Te tengo que contar muchas cosas... explicar otras tantas. Pero lo primero era agradecerte todo lo que hiciste en aquel momento. Me salvaste tú cuando estaba más muerta que posiblemente viva. No puedo perdonarme que por mi culpa estés aquí y hayas estado tan mala. He estado más cerca de lo que tú puedes imaginarte. – empezó a ponerse muy muy muy nerviosa.

Se recostó en la cama, y no me salió otra cosa que besarla. Mis labios saciaron la sed de probarla. Joder que bien se podía sentir una persona en cuestión de segundos. Para ese momento no me bastó más que sus labios. Ni paracetamol. Ni nolotil. Ni el cacharro de aire que hacía más ruido que todos los piquetes juntos en las manifestaciones. Solo sus labios. Y para mi sorpresa, no todos teníamos las mismas ganas de ese momento. Se apartó. No puso de su parte para que ese momento se llevara a cabo. Ahí entendí que todos los cabos no estaban tan sueltos como me pensaba yo. Probablemente todo hubieran sido ideas de mi asquerosa mente, que justo en ese momento odiaba tanto que no podía ni pensar en mirarla al levantar la cabeza. La cagué. La cagué muchísimo.

- Perdón. No era mi intención. – Dije limpiándome los labios.

Ella se quedó tan petrificada como yo cuando la vi entrar. Ahora sí que no entendía nada de nada.

- No... no pasa nada. Lo siento yo. – replicó.

Y desde ese entonces se hizo un gran silencio, más cortante que la primera vez que pasó en el desván y a su misma vez no pasó absolutamente nada. Después de lo vivido aquí no iba a pensar en posibles esperanzas. Ha sido todo fruto de mi mente. Tampoco podía ser del todo malo porque gracias a ese sentimiento las dos permanecíamos vivas. Aunque justo en el momento exacto dejé de sentirme así. Me dolió. No en si el rechazo. Me dolió su rechazo. No era lo mismo para nada. Pasas de estar en el cielo para comerte el suelo y dejarte los piños clavados, eso me pasaba en ese instante. Donde mi cabeza pensaba de todo y mi voz se había quedado muda, pero a diferencia de la última vez, porque me sentía un ser sin un porqué que calmase todas las voces desesperantes que en mi cabeza almacenaba tras el golpe. El dichoso golpe. Qué me hizo pensar que Udane, la fabulosa Udane, se iba a pillar de mi como lo estaba yo de ella. No era posible. Siendo un ser repugnante. Me daba asco. Pero del de verdad. Me daba tanto asco que hasta quería quitarme su presencia de encima. No podía tenerla cerca.

SATURNO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora