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Un año antes

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Un año antes

Durante todo el bachillerato y parte de la universidad había estado enamorada de Miguel y cuando mis esperanzas habían decidido que era suficiente, él me vio. Por fin me vio. Me pidió matrimonio, la boda sería en diciembre y estábamos a punto de irnos a vivir juntos.

Hay ciertas etapas de la vida en las que consideras que por fin todo está tomando el curso que debería y así me sentía aquel 29 de mayo del 2017.

El clima era templado como es habitual en Bogotá, hacía un poco de viento pero el sol también estaba haciendo presencia.

¿Cuánto demoras en llegar? — Pregunté con el teléfono entre mi oreja y mi hombro mientras esperaba que la agente de bienes raíces también llegara para enseñarnos uno de los tantos apartamentos que esperábamos ver en la semana.

—Ya estoy saliendo, amor — contestó apurado — Si el tráfico es suave, en unos quince minutos estoy ahí. — Alcancé a escuchar cuando encendió la moto.

—Te espero aquí, te amo.

—También te amo, preciosa. — Su voz sonó amortiguada, asumí que ya tenía puesto el casco y colgó.

Pasaron unos cuantos minutos antes de que llegara Andrea, nuestra agente y nos pareció bien empezar a observar el lugar mientras esperábamos que Miguel llegara.

Esperé, esperé y esperé.

Ya no recuerdo durante cuánto tiempo, incluso Andrea se había ido. Me senté en el borde de las escaleras que acompañaban el edificio y por décima vez llamé a su celular, timbró una, dos, tres veces y a la cuarta por fin contestó.

No escuchaba nada del otro lado de la línea.

—¿Miguel? ¿Hola? — Me atreví a decir.

—No señora. — Me dijo una voz varonil que para mí fue absolutamente desconocida — Soy un paramédico, en este momento nos encontramos trasladando al paciente a un hospital; pues estuvo involucrado en un accidente de tránsito.

En un principio consideré la idea de Miguel jugándome una broma de muy mal gusto; pero cuando el supuesto paramédico no dijo ni un palabra más, sentí como de a pocos el suelo a mis pies desaparecía.

Me dieron la dirección del hospital al que se dirigían y sin pensarlo subí a mi auto para llegar lo más pronto posible. Como pude llamé a Martha, su mamá y le expliqué sin mucho detalle lo que estaba sucediendo. Siendo sincera, no tengo una idea de cómo llegué viva; fui imprudente en las vías, me pasé los semáforos en rojo, esquive de manera irresponsable a los conductores que iban enfrente de mí hasta que estuve en el estacionamiento del lugar. No me detuve a esperar el ascensor. Subí corriendo las escaleras y cuando estuve en el punto de información entre jadeos porque me hacía falta oxígeno en los pulmones, le pregunté a la señorita en el cubículo por mi novio. Revisó en su computador y luego señalando una sala detrás de mí habló:

—Se encuentra en operación, por favor tome asiento y espere a que el doctor salga para darle noticias.

Al cabo de unos minutos llegó su madre y cada segundo sentadas en esa sala parecía un siglo, no sé bien si era por la situación o el mismo lugar en el que nos encontrábamos; pero la temperatura parecía haber bajado demasiado. Tampoco sé exactamente cuánto tiempo esperamos a que alguien nos informara de su estado. Tengo un recuerdo borroso del doctor acercándose a nosotras con pasos vacilantes y a Martha y a mí cerrando el espacio hasta estar frente a él.

—¿Familiares de Miguel Martínez? — Nos preguntó, únicamente asentimos en respuesta — Lamento informarles que no pudo soportarlo, — quise creer que estaba escuchando mal o que quizá me había dormido y estaba teniendo una pesadilla. — Perdió mucha sangre en el lugar del accidente y ha sido imposible para nosotros salvarlo.

El grito que salió desde lo más profundo de la garganta de Martha me devolvió a realidad y entendí que todo era cierto, que había perdido al amor de mi vida cuando apenas habíamos empezado.

 

Daño reparadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora