Conocí a Leo en un bar antes de empezar mi relación con Miguel, salimos un par de meses y posteriormente todo acabo porque mis sentimientos estaban con otra persona; sin embargo, siempre existió una chispa entre nosotros.
Ha pasado más de un año desde que lo vi por última vez en el entierro, ni siquiera hablamos solo estuvo presente, no sabía absolutamente nada de él y lo tropiezo en un supermercado que según yo, está lo suficientemente lejos de su casa como para tener la mala suerte de encontrarlo.
— Laura... — repite mi acción.
— Qué sorpresa, ¿no? — digo nerviosa.
— Sí... — deja su respuesta al aire y se rasca la cabeza ansioso.
— ¿Cómo has estado? — Pregunto en medio de la tensión — No te he visto desde lo de Miguel.
Sé que mi voz suena tranquila y que no me cuesta tanto pronunciar la última frase, pero internamente tengo muchos sentimientos encontrados.
— Sí, ha pasado un buen tiempo. — Está bastante guapo
— ¿Sigues trabajando en el bar? — pregunto despacio, porque no sé qué más decir y tampoco deseo dejar de hablar.
— Algunas noches, estoy en otros asuntos ahora... —La tensión es increíblemente palpable, se siente la incomodidad en los dos. Quiero irme, pero a la vez no. — ¿Qué haces por aquí?
— Compro algunas cosas que me hacen falta en casa y llevo otras para mis padres.
— ¿Estás viviendo sola? — indaga
— Ah, sí. — Caigo en la cuenta de mi nueva situación como mujer “independiente” — Llevo medio año, quizá, era algo que necesitaba hacer.
— Por supuesto. Ya debo salir, pero podrías darme tu número y mantenernos en contacto. — me sorprendo un poco por su petición.
— Claro, dame tu celular y lo anoto. — saca el teléfono del bolsillo interno de su chaqueta y me lo entrega. — Voy a llamarme para guardar el tuyo. — digo mientras me rio
— Claro, está bien. — Finjo despreocupación, cuando mi estómago está viviendo un terremoto justo ahora.
— Te escribiré para que vayamos por un café y me cuentes en qué asuntos estás ahora. — le digo cómplice.
Sonríe en respuesta y toma su teléfono de vuelta. Se despide con un beso en mi mejilla y le aseguro que enviaré un mensaje.
Me quedo en mi lugar observando cómo se aleja de mí en dirección a la salida y me pilla viéndolo, sonríe y con un movimiento de mano me dice adiós.
Giro para ir en dirección a las cajas del supermercado y posteriormente emprender mi camino hacia mi siguiente destino.
★★★
Subo al auto después de haber guardado las compras, ajusto el cinturón y por primera vez dejo escapar todo el aire que estaba conteniendo desde que Leo se marchó del supermercado.
Lo último que imaginé al salir de casa, fue que lo vería y más que eso, sentir la corriente que atravesó mi cuerpo en cuanto se dio la vuelta para observar a la idiota que lo había golpeado con el carrito de mercado.
Me reafirmo en que nos hemos conocido en el momento equivocado o quizá en la vida equivocada. Miguel siempre ha sido el amor de mi vida y lo digo en presente porque continúa siéndolo; no importa que ya no esté... Y si por mi cabeza pasara el intentar algo con Leo, realmente no funcionaría. Yo no podría entregarme completamente a él, como sé que lo merece.
Decido que es momento de calmar las voces en mi mente y tomo el camino que me lleva a casa de mis padres, repitiéndome una y otra y otra vez que esto solo pudo ser una coincidencia.
— ¡LAS COINCIDENCIAS NO EXISTEN, MUJER! — repite Sofía, como por quinta vez desde que empecé mi relato — Estás cegada y no quieres aceptarlo.
— Ya te dije que solo fue un encuentro con un viejo amigo — suspiro cansada en lo que camino por el patio trasero de mis padres.
— Un viejo amigo y una mierda, Laura. — Ella por su parte no ha pospuesto nuestro plan, sino que por el contrario lo puso en marcha y está bebiendo sola, me atrevo a decir que ya está borracha pero no lo mencionaré — Tú y yo sabemos perfectamente que los amigos no sienten la conexión que ustedes tienen.
— Bueno, yo no te llamé para que me recuerdes una buena cantidad de veces lo que es y lo que pudo haber sido. — Elevo el tono de voz — Leonardo y yo somos lo único que podríamos ser en esta vida: conocidos, porque ni a amigos llegamos.
— Ajá, ahora repítelo hasta que te lo creas. — Creo que cuando está ebria, sus niveles de crueldad aumentan de manera desmedida. — Voy a colgarte y espero que mañana cuando aparezcas aquí me muestres una conversación de calidad con él.
Cuelga la llamada, dejándome con las palabras de protesta en la boca.
Gruño al aire y me quejo durante un buen rato hasta que siento que ha sido suficiente y puedo entrar a compartir con mis padres.
Ya en el comedor y escuchando a papá hablar de finanzas, entro a las redes sociales para poner mi atención en otras cosas que no sean números; aunque es más de lo mismo.
Noséquién será papá.
Fulanita quedó embarazada.
Sutanito se casó.
Pepito y Pepita terminaron.
Alex y Dean felices en Argentina, desde que él llegó de sorpresa a su apartamento pidiéndole una oportunidad.
Laura sentada en el comedor con sus padres, siendo miserable.
Reviso los últimos mensajes que entraron a Whatsapp y me pica la curiosidad cuando reviso la información de Leo.
Tiene una foto en el bar, sirviendo tragos.
Se le ve feliz.
Por alguna razón que desconozco mi corazón late de manera desbocada. ¿Qué mierda sucede conmigo? Muevo los dedos sobre el teclado, pensando qué debería decir. Fui yo quien dijo que escribiría, entonces...
Me debato durante varios minutos, sin saber exactamente las palabras adecuadas para iniciar una conversación, como si tuviera dieciséis años y fuera a llamar al chico que me gusta al teléfono de su casa.
Debo verme ridícula, justo ahora.
Laura: Así que... ¿el café continúa en pie?
Escribo finalmente y sin pensarlo un minuto más, presiono enviar.
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Daño reparado
RomanceSegunda parte de Cayendo Por Ti. ¿Quién nos enseña a seguir adelante cuando perdemos a la persona que amamos? Al nacer nadie nos entrega un manual de instrucciones que diga qué pasos debemos seguir después de que se ha ido quien pasaría el resto de...