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Se estima que en el mundo hay aproximadamente 245 millones de mujeres viudas, de las cuales un gran porcentaje siente culpa a la hora de estar en una relación nuevamente

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Se estima que en el mundo hay aproximadamente 245 millones de mujeres viudas, de las cuales un gran porcentaje siente culpa a la hora de estar en una relación nuevamente. Se enfrentan a una dificultad mayor, pues es el temor de sentir que están reemplazando a su pareja.

No sé si alcanzo a entrar en esa cifra, porque no llegué a casarme; sin embargo es justamente lo que siento cuando Leo se pasea libremente por mi cabeza.

No parece correcto. No es lo que debería suceder. Algo en mi cabeza me grita constantemente que debo huir a esto que me está pasando.

He venido a pie desde mi casa hasta el cementerio repitiéndome una y otra vez que será Miguel quien guíe mis pasos.

Me siento sobre mis piernas en el lugar que se ha hecho habitual para mí durante poco más de un año y tomo grandes respiraciones tratando de calmar mi acelerado corazón.

— Hola, amor. — Digo en susurros — No te había visitado en varios días. Las cosas con mis padres están un poco tensas y complicadas justo ahora. — Se ha hecho normal para mí hablarle en voz alta y me importa muy poco si la gente que pasa cerca cree que estoy loca. — Tampoco sé muy bien que ha estado pasando conmigo misma. Me siento confundida y tengo hasta los sentimientos encontrados. En cuatro días viajaré a Argentina para acompañar a Alex en su graduación. Volveremos a vernos después de casi un año, que es el tiempo que lleva viviendo allí y sé que tendremos un momento difícil porque eras su mejor amigo y ha sabido darme espacio porque es también lo que ella ha necesitado. La oportunidad de irse a terminar sus estudios en otro país fue lo mejor que le pudo haber pasado, quizá debí hacer lo mismo e irme de este lugar donde todo parece tan duro, pero nunca lo intenté. — dejo escapar un largo suspiro — Sé que recuerdas a Leo y es la principal razón por la que he venido aquí. No sé si esté bien que vuelva a frecuentarlo, no quiere decir que empezaré algo con él, claro que no. Solo no quiero crear expectativas, ni para él ni para mí. Quiero pedirte un favor muy grande, Migue: Guíame. Oriéntame. Ayúdame a escoger las decisiones correctas de aquí en adelante, porque quiero seguir, seguir por ti, por Martha, por mis papás, por Alex. Por mí.

★★★

Los nervios se hicieron presentes en la tarde y hasta el momento no me han abandonado. Entré a la cafetería hace unos diez minutos y todavía faltan treinta para la hora acordada, ni siquiera encuentro una razón coherente para aparecerme aquí tan temprano, quisiera decir que no tenía nada más importante que hacer, pero sería una completa mentira. Tengo que comprar cosas para el viaje, terminar de alistar mis maletas, dejar algunas cosas en orden porque estaré varios días fuera y a pesar de ello, heme aquí: retorciéndome los dedos sudorosos mientras apoyo las manos sobre las piernas, ¡qué vergüenza!

Me he sentado en una de las mesas dispuestas contra la ventana y viendo directamente hacia la puerta, observo a todos los transeúntes caminar, quizá van a sus casas o también tengan una cita, una reunión u otros planes, qué sé yo. Y me encuentro preguntándome, cuántos de ellos irán a ver a un viejo amor, cuántos de ellos estarán tristes o cuántos de ellos tienen la felicidad frente a sus narices y no se han dado cuenta. Dejo que mi mente divague lo suficiente como para sacarme momentáneamente de ese lugar y no prestar atención a nada de lo que sucede a mi alrededor.

Hasta que lo veo.

Son las 8:05 p. m.

Está en la acera de enfrente esperando que los carros terminen de pasar para que pueda cruzar. No me ha visto, así que me permito observarlo con detenimiento.

Lleva el cabello un poco desordenado, una chaqueta oscura, camisa blanca, jeans y botas militares. Una vez entra, sus ojos barren todo el lugar hasta encontrarme, sonríe a modo de saludo y los hoyuelos en sus mejillas se hacen protagonistas. Ese rasgo siempre me ha encantado.

— ¿Llevas mucho tiempo aquí? — pregunta después de besar mi mejilla.

— Acabo de llegar. — respondo de forma natural, como si acaso no estuviera mintiendo.

— Perfecto. ¿Qué vamos a pedir? — habla cuando se ha acomodo en su silla y tiene el menú abierto.

—Solo quiero un café, ¿tú qué vas a ordenar?

—¿Estás segura que solo un café? —pregunta confirmando mi orden —Yo vengo con bastante hambre así que pediré un café y tres croissant y yo invito.

Voy a protestar, pero como un rayo se pone de pie y va hasta el mostrador del local a pedir nuestra orden, observo cuidadosamente cada uno de sus movimientos y puedo entender porque a la Laura del pasado le gustó y también podría gustarle a la del futuro. Gira su cabeza, solo lo suficiente para lograr mirar en mi dirección y sus labios se curvan un poco.

No tarda mucho en volver con una bandeja y en ella dos cafés y como dijo, tres croissant.

—Ahora sí, cuéntame cómo has estado, ¿qué has hecho con tu vida?

Decido hablar de las cosas más básicas por el momento, a la vez que rompo la esquina de uno de los sobres de azúcar y vierto su contenido en la taza.

— No mucho realmente. — empiezo a decir— El mayor cambio que he tenido ha sido conseguir mi propio lugar, vivir sola y eso. Sigo trabajando en el mismo sitio, aunque ahora tengo la oportunidad de hacerlo desde casa porque las circunstancias así lo han querido. — Termino encogiéndome de hombros. — Es tu turno — lo señalo — ¿Cuáles son esos asuntos en los que estás ahora?

—¿Por qué tomaste la decisión de vivir sola? ¿Por qué no con una amiga? — pregunta curioso — Justo ahora no puedo darte muchos detalles sobre eso, quiero tener todo en mis manos antes de contar lo que tengo planeado, ya sabes, que si no le cuentas a nadie todo sale mejor.

— Porque era necesario. — Digo bajando el tono de la voz, apenas para que Leo me escuche— los primeros seis meses luego de la muerte de Miguel, sucedieron muchas cosas conmigo, aceptar y entender no se me hizo fácil, es más sencillo cuando sabes por qué suceden las cosas; sin embargo continúo buscando esa respuesta. — Hablo con sinceridad y desde el corazón. — No fui a vivir con una amiga porque todavía tengo cosas que resolver conmigo misma y porque me debo un espacio para mí sola, donde pueda pensar y todo eso.

Durante la siguiente hora hablamos de cosas menos profundas, nos reímos también. Le cuento que en pocos días estaré con Alex y Dean y él se ofrece a llevarme al aeropuerto. Rechazo su oferta, pues los padres de Alex lo harán, a pesar de eso dejo que me lleve hasta mi edificio porque no traje mi auto.

Una vez estaciona frente a los apartamentos, le agradezco el café y el tiempo agradable que pasamos. Me despido con un corto beso en su mejilla que me quema los labios y salgo despavorida del vehículo.

Daño reparadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora