Capítulo No. 18.

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—¿Ella?...— pregunté algo confundido, no entendía el por qué se quería hacer daño a sí misma.

—Aquella cirugía aseguraría que su vista volviera, pero tambien podía ocasionarle la propia muerte— se cubrió el rostro con sus manos— era un juego entre ganar o perder, desgraciadamente, por su estado, a ella le tocó perder.

¿Qué estaba sucediendo? Mi mente aún no carburaba bien las cosas, si ella sabía que sufriría aquellos riesgos, ¿por qué tomarlos?, ¿qué le obligaba a hacerlos?

—¿Por qué lo hizo?, ¿por qué decidió tomar la cirugía si era riesgosa? Y por si fuera poco, ¿por qué se lo permitió si usted sabía que podía morir en el intento?— pregunté firme.

—Por ella— dijo volviéndose a mi, sus ojos ya se habían cristalizado y sentía que en cualquier momento sus lágrimas brotarían al igual que las mías— ella quería ser perfecta, quería ser bien vista por la sociedad, ser libre y poder estar a tu lado. Desde que te fuiste, lloraba todos los días, no quería comer y se limitaba a estar sentada en las bancas del pateo trasero todo el día, no podíamos sacarla de ahí, ella insitía que volverías por ella.

La primera lágrima se hizo presente en mis ojos y luego le continúo la siguiente hasta que mi vista se nubló y tuve que removerlas con mi mano.

—Yo soy su padre, y como cualquier padre, siempre deseaba hacerla feliz, pero no podía conseguirlo jamás, inclusive llegó a molestarse conmigo
— soltó un suspiro y removió más lágrimas de su rostro— hasta que llegó la oportunidad. Se presentó un donador y con ello, la posibilidad de arreglar su problema de vista, yo me negué rotundamente pues ella se encontraba realmente mal y a pesar de ello, me rogó como si fuese lo único que quisiera en la vida, y lo fue. Cedí, me sentí y me siento hasta ahora, el peor padre del mundo pues cedí a la muerte de mi propia hija.

—Señor, yo...— mi voz se empezó a entrecortar por el llanto mientras que mi pecho subía y bajaba a falta de aire — yo no sabía de ello, yo no sabía que podía llegar a tal grado de no aceptarse y provocarase la muer-

—¡Todo fue tu maldita culpa!— el señor Yoon se levantó de golpe, rompió una botella y me atacó con la misma, logré detenerle pero la botella rota se encontraba aún cerca— ¡Si no hubieses aparecido no hubiera sucedido todo esto, no hubiese pensado que era imperfecta y no hubiese muerto!

—Señor Yoon calmese, por favor, no actue por impulso— dije mientras aplicaba más fuerza a su brazo para quitarle la botella.

—Ella está muerta, ella murió— dijo y su alma comenzó a apagarse.

Dejó de estar en contra mía y comenzó a ser débil. Logré quitarle la botella y arrojarla en otro lado, y sin mas, lo abracé. Él necesitaba consuelo, y pese a que ambos no nos caíamos del todo bien, no me limité a no ayudarle. Había perdido su hija, quizá lo había dejado a su mujer pues tampoco la había visto rondando por aquí siendo que era enfermera, y había desiquilibrado su propio trabajo que tanto amaba. Ahogaba sus penas con alcohól, era claro pues fuera de las pruebas más evidentes en su mesa, su rostro era el más afectado pues ya no lucía tan apuesto y joven como antes.
Él continuó llorando ahora aferrándose a mi hasta que ambos nos cansamos tanto de llorar, como de estar de pie. Terminó rendido y el sueño le consumió, así que me limité a dejarlo en uno de los sillones durmiendo con tranquilidad.
Salí de la habitación tratando de no hacer el mayor ruido posible y me conduje rápidamente a la oficina del tío Kim, él era el único que podía lograr explicarme todo lo que me había enterado en tan solo una noche.
Una vez que llegué, noté que su oficina estaba deshabitada, no había nada mas que alguno que otro mueble y cajas, ¿dónde estaba el tío Kim?, y , ¿por qué razón se había marchado?
Llamé bastantes veces a su número pero no recibía respuesta, no hasta la cuarta vez que llamé.
Sonó tres veces y contestaron de una vez.

—¿Hola?— preguntaron del otro lado de la línea.

—Tío Kim, soy yo, Jimin, ¿dónde está?
— pregunté algo apresurado.

—¿Disculpa?, creo que se ha confundido de número, lo siento— dijo la persona confundiéndome aún más.

—Como lo siento, gracias— respondí nervioso y finalicé la llamada.

Maldición tío Kim, ¿dónde te has metido?

[...]

Me encontraba en los cubículos de instrucción, ni siquiera yo sabía que existía uno de estos pues si fuese así, en el pasado hubiese venido para acá siempre. Me animé a preguntar sobre el tío Kim, aún con el cubrebocas puesto, y me fue peor pues no me brindaban información por ser un completo desconocido. Tuve que arriesgarme a bajar un poco mi mascarilla para que la persona me identificase y se diese cuenta que era familiar suyo, el personal era algo viejo así que dudaba que llegara a identificarme como ídolo. Me informó que no se encontraba trabajando aquí, que hace ya dos años se había retirado, y me brindó una caja de sus pertenencias, no sabía bien para qué pero la persona insistió que me las llevase, que el tío Kim lo deseaba así.

I want to see your smile again [editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora