900 Kilómetros

Capitulo 12

Capítulo 12

Las cosas se complicaron para Sophie, se le estaba haciendo costumbre hablar con Philippe todos los días por la mañana. A las ocho para ser exactos. Y ella más que nadie sabía que acostumbrarse a las personas, no era nada bueno.

Las conversaciones cada vez eran más largas, más acogedoras, siempre lograban llegar a las anécdotas más personales. Y conocer el lado oculto de las personas, es llegar a lo más profundo de su alma. Eso lo tenía más que claro. Y le asustaba mostrar esa parte de ella, porque ni siquiera ella lo tenía superado.

Ya había pasado una semana, las amigas de Sophie sabían lo que ocurría, aunque no se lo decían. Preferían mantenerse al margen de la situación. Sophie nunca descuido sus estudios, pero sí que era verdad que andaba distraída, en clases no ponía mucha atención, pero eso jamás fue un problema para sus notas.

Lo que más miedo les daba a sus amigas, es que ella no se diese cuenta de que realmente aquel chico, Phil, no vivía en la misma ciudad, y que estaba lejos. Realmente lejos.

Sabían que para ella eso no era problema, de cierto modo, era una persona adulta y podía confrontar esos pequeños inconvenientes. Pero sus amigas no conocían a Dubois, no sabían que tanto podría soportar él. O que tanto él podía involucrarse con Sophie.

Ellas conocían a Sophie, y si algo salía mal, estaban seguras en un cien por ciento, de que lo que pasaría fatal. Y no querían eso. No otra vez. No después de lo de Max.

También sabían que su amiga debía entender ciertas cosas, algunas leyes que enseña la vida, pero no querían que fuese tan pronto. Ellas no estaban listas, y Sophie tampoco. Aunque no lo notara.

Sophie Martinez: ¿Cómo amaneció Leonard?

Estaban esperando a que llegara la profesora de historia, todos estaban impacientes o, mejor dicho, aburridos.

Philippe Dubois: Despertó de ánimo, está viendo unas caricaturas.

Sophie Martinez: Es un amor. Me encanta.

Philippe Dubois: Es solo un bebé.

Sophie Martinez: Si, ¿y? es precioso.

Cuando la profesora entró a la sala, todos se quedaron en silencio, era una mujer de baja estatura, cabello hasta los hombros, y una cara de perro enojado que llegaba a tocar el suelo.

—Saquen sus libros y respondan el cuestionario de la página ciento cincuenta y dos. —Todos se observaron entre sí. Nunca hacían otra cosa que no fuese responder esos cuestionarios. Al menos, y para la suerte de sus amigas, a Sophie le encantaba.

—Isabelle ¿me prestas tu libro?

—¿Otra vez no trajiste el tuyo? —Sophie hizo un gesto con los hombros y le sonrió a puntitas rosa.

Comenzaron a leer el texto mientras Sophie ya tenía las dos primeras preguntas respondidas. Isabelle se quedó al lado observándola sin nada que hacer. Se giro a donde sus demás amigas.

Luego de un par de minutos, Sophie se giró al igual que Isabelle y le paso el cuaderno con todas las preguntas resueltas. Sonrió y se puso de pie. Tomo su botella y la de Isabelle.

—¿Puedo ir al baño? —Preguntó a su profesora. Ella solo levantó la mirada del libro de clases y asintió.

Salió de la sala de clases y sacó el teléfono que no dejaba de vibrar. Era una llamada de Dubois. Sonrió inconscientemente.

—¿Qué pasa Phil? —Comenzó a caminar a paso lento hacía el baño.

—No me respondes los mensajes. Pensé que te olvidabas de mí.

—Que dramático. Sabes que estoy en clases. —Bajo unas escaleras y se topó de frente con Max. Él la miro de pies a cabeza y se quedó quieto. Ella solo esbozo una sonrisa y paso a su lado.

—¿Y cómo estás hablando ahora? —Imaginó como Philippe debía de estar frunciendo el ceño en ese mismo instante.

—Estoy yendo al baño, a paso de tortuga.

—Supongo que no podremos hablar mientras haces tus necesidades. —Ambos quedaron en silencio y comenzaron a reír.

—La verdad es que si podremos hablar. Solo voy a llenas las botellas con agua.

—¿Agua del baño?

—Eh, sí. —Sophie llegó al baño e ingreso, un par de chicas estaban mirándose frente al gran espejo al final del pasillo.

—Que asco Sophie.

—Ay por favor. Es solo agua.

—De la llave.

—Sigue siendo agua. —Apoyo las dos botellas en el borde del lavamanos y sostuvo el teléfono entre su oído y su hombro. —Así que, ¿qué harás hoy?

—No lo sé aún. Debo ir a clases, pero es viernes así que posiblemente después vea a mis amigos, o quizá vaya a bailar en la noche.

—No me digas. Que novedad, eh. —Lleno la primera botella.

—Que pesada eres a ratos. No es como que salga siempre.

—Yo no he dicho eso. Me gustaría salir más seguido como tú.

—¿No saldrás hoy? —Preguntó Philippe mientras tomaba a Leonard en brazos, dejando el teléfono en altavoz.

—No creo, lo más probable es que me quede en casa viendo alguna serie aburrida. O me ponga a escribir.

—¿Escribir?

—Ya terminé de llenar las botellas. No quiero volver a clases. —No quería evadir su pregunta, pero no le gustaba que las personas supieran que escribía, solo sus amigas lo sabían. No le gustaba que leyesen lo que escribía, no confiaba en su potencial. Le daba vergüenza que estuviese demasiado aburrido, y que a nadie le gustara.

—No vuelvas. Así de simple.

—Quizá me quede un poco más aquí, en el baño. —Comenzó a reírse, mientras las chicas salían, dejándola sola.

—¿A qué hora sales hoy?

—Es viernes así que solo tengo clases hasta las una.

—Te queda una clase entonces.

—Sí. Me queda inglés.

El cumpleaños de Philippe se acercaba, y Sophie no supo por qué. Pero lo recordó. Era en una semana más.

—¿En qué piensas?

—No pienso en nada.

—Siempre que quedas en silencio, es porque no dejas de mover a esas personas en tu cerebro.

Sophie comenzó a reír. Tomo las botellas entre sus dedos y salió del baño.

—No es nada, de verdad.

—Como quieras. Debo ver a Leonard, te llamo más tarde.

Como era costumbre, Philippe no se despidió. Solo corto la llamada. Sophie siguió caminando, y comenzó a pensar en que, si estuviese en París, en la misma ciudad que Dubois, sería capaz de prepararle una gran sorpresa de cumpleaños. Pero las cosas no eran así. Estaban lejos, y no podía prepararle nada. Se sintió decaída por un minuto, pero pensó que quizás, después, podría compensarlo de alguna manera.